arrow

Un grito a la vida (1974)

Sinopsis
Trata sobre obsesión por la maternidad y la crisis matrimonial. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Melodrama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Canadá Canadá
Título original:
Child Under a Leaf
Duración
88 min.
Música
Fotografía
Compañías
8
Rock around the clock
Difícil es hacer un comentario de una película vista hace mucho tiempo, pero la sensación que me perdura de ella creo tenerla clara. En caso contrario, si al revisarla en un futuro no siguiera siendo así, pediré disculpas, reescribiré mi comentario y copiaré cien veces El Quijote, ya que soy consciente de que mi recomendación, al menos en este caso, es bastante personal.
Hace décadas en España la distribución de cine permitía estrenar títulos que en su día no llegaron por diferentes motivos. Esa era la posible parte positiva del descalabro de haber sufrido una censura, pero “Un grito a la vida” se estrenó con siete años de retraso en España de forma injustificada, quizás por el descontrol de películas que se estrenaban sin orden ni concierto, sin criterio en definitiva. Y eso le perjudicó, básicamente, por la estética de la película, algo anacrónica, ya que podía parecer antigua incluso en el momento de su estreno. Por ejemplo su colorista vestuario y complementos, aunque apasionarían a la cantante y actriz Alaska, serían modelos que finalmente solo se atrevería a ponerse su amiga Topacio. Lo que supongo sí que le encantaría tener a Alaska, pienso, es el enorme reloj que Dominó (Dyan Cannon) mira constantemente mientras conduce su coche: es como de mesilla de noche o de cuarto de estudiante de los años setenta, en el que la hora que marca se ve tan clara que la protagonista, obsesionadita con el paso de los minutos (más que el famoso bolero que decía aquello de “Reloj, no marques las horas”), lo lleva casi a cuestas siempre, pase lo que pase. Evidentemente el personaje de ella es casi un embrión de lo que algunos podrían calificar como un carácter “borderline”. Por ello es encomiable la notable interpretación de Dyan Cannon, convencida por arte de birlibirloque del zigzag de las contrariedades y sentimientos de su personaje: sea reír, llorar, conducir como loca de un sitio a otro, subir pitando las escaleras o correr desnuda por el campo, que dicho sea de paso, también se tercia. Hasta el muñeco que sustituye al bebé en algunas escenas, también tiene su encanto, contagiado quizás por el esfuerzo de su protagonista.
La música de Francis Lai hechiza y su tema principal es precioso. Ya hubieran querido contar con ella algunas producciones románticas “mainstream”. Su banda sonora es tan difícil de encontrar que sospecho que ni siquiera estará editada, es más, no sé si su autor guardará al menos una grabación manual en cassette del día de su creación. Se trata de un exotismo musical, como puede ser por ejemplo la banda sonora de “El puente de Casandra”, (CD editado en Japón) y cuyo precio parece indicar que se podría adquirir solo en museos y galerías de arte. La dirección de la película podría resultar simple, pero que consigue crear, quizás porque sonó la flauta, lo que sería una pieza algo bizarra para el gran público e incluso los cinéfilos más clásicos, pero puede que resulte válida para psiquiatras y por supuesto para la cinefilia que sea amante de retratos femeninos exacerbados en busca de amor.
[Leer más +]
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más información sobre Un grito a la vida
Fichas más visitadas