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Holubice (1960)

Holubice
76 min.
7,3
173
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Sinopsis
Holubice sigue a una paloma mensajera tratando de completar el viaje de regreso hacia su dueña en Europa y el efecto que el cuidado de la paloma tiene sobre un artista, un niño enfermo, y una chica joven (la dueña de la paloma). (FILMAFFINITY)
Género
Drama Nueva Ola Checoslovaca
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Checoslovaquia Checoslovaquia
Título original:
Holubice
Duración
76 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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8
La Paloma.
287/34(29/07/21) Fascinante film checo encuadrado en lo que se dio en llamar en el país centroeuropeo la Nueva Ola, que fue la ópera prima de František Vláčil, él mismo guioniza adaptando el cuento "Susanne" de Otakar Kirchner. Un preciosista relato con claros tintes humanistas, y con un epicúreo sentido alegórico-lírico-visual, apoyado en la subyugante y muy expresionista cinematografía en glorioso b/n de Jan Curik, ya desde su núcleo en las palomas mensajeras cual símbolo de la interrelación de las personas, en lo que es una historia que indaga en el sentido de la vida, en las ansias de supervivencia, en la redención, en la ilusión por lo que quieres, ello surtido por un caudal subyugante de imágenes cargadas de poesía, momentos turbadores adornados por la bella música de Zdeněk Liška, que consigue elevar aún más el valor de las secuencias hasta rozar lo místico. Todo esto teniendo en el epicentro el mundo de las palomas, ello dando sentido a que su vuelo por los infinitos cielos son un claro símbolo de libertad, de no atarse a nada, ni a nadie. Ello en contraste con secuencias de rejas, jaulas, trampas cual ejemplo de la maldad humana. Una historia dual que desemboca en un rush final conmovedor, donde la fuerza de las imágenes lo dice todo sin palabras. Donde los temas van desde la búsqueda de la identidad, las ansias de libertad, o el sentido que damos a nuestras vidas, teniendo a dos seres desorientados en cada sub trama (el niño y la joven), que terminan dando luz a sus vidas esperando el vuelo de la paloma, como símil de sus propias ansias de volar hacia un futuro mejor.

Comienza en un lugar costero junto al Mar Báltico, hay una paloma mensajera que pertenece a una joven alemana, Susanne (encantadora
Katerina Irmanovová). La paloma se pierde en su camino de Francia al Mar Báltico y termina en Praga. Susanne la espera melancólicamente mirando al mar, cuando un muchacho que se burlaba de ella por su amor al ave, termina empatizando con ella. La paloma recibe un disparo con escopeta de perdigones de un niño lisiado, Michal (excelente Karel Smyczek). La encuentra un escultor, Martin (fenomenal Wjaceslav Irmanov), que se la lleva a Michal. Michal ayuda a la paloma a recuperarse y se hace amigo de Martin.

Comienza marcando el tono preciosista de las imágenes, donde vemos una colina con centenares de palomas blancas liberadas de sus jaulas en una coreografía hipnótica en los cielos, pero una de las aves se resiste a salir de su ‘prisión’, entonces una jovencita núbil rubia la acaricia con ternura. Entonces cambiamos radicalmente de escenario a un apartamento en Praga, lo regenta un artista pues lo vemos pintar y tiene el lugar rebosante de cuadros, cuando oye un disparo y mira en el patio interior de su edificio, ve a un niño con un rifle de perdigones y una paloma caída que parece muerta, entonces el artista la recoge y se la lleva al chico, vemos que está en silla de ruedas, entendemos el elemento psicológico de un minusválido envidiando la libertad del vuelo de la paloma. El artista entiende que la mejor forma de redimirse de la mala acción del chico es que entienda el daño que ha hecho.

La película es tan poderosa visualmente que se podría ver sin diálogos, un deleite sensorial sibarita, con momentos tan mágicos como cuando el artista pragués crea un cuadro sobre una ventana con pinceladas de pintura que el pintor moldea con sus manos hasta aparecer una paloma en un idílico paisaje con un deidífico sol sobre un campo florido y en medio el vuelo del ave; Este poderío estético entrelazado a un montaje espléndido y adornado por una música en sinergia sublime con las secuencias. Creando composiciones que se acercan al surrealismo, como esa escena en que la joven se despierta de un sueño, abre la puerta de su hogar y vemos el mar llegando a ella, saliendo esta para caminar sobre el agua; Ese flash-back del porqué del niño en silla de ruedas, sobrecogedor como vemos en fuera de plano la caída, y en su puesto la cámara enfoca a un muñeco paracaidista descendiendo lentamente al suelo.

Toda una lección de cómo hacer de las imágenes poesía visual alegórica, con el ingenio de hacer vallas, patios interiores, sillas de ruedas, el sesgo a una escultura, que te conmueva por lo que quieren decirnos. Esto aderezado por como la cinematografía de Jan Curik es capaz de hablarnos a través del expresionismo más genuino de sombras o contrapicados. Con tomas de los tejados de Praga que resultan magnéticas con esos tejados del medievo, con cielos nublados, creando sensación de aislamiento para el pintor y el niño a pesar de estar en una gran ciudad, con tomas tan bellas como cuando vemos ondas en un cristal (Este elemento muy simbólicamente manejado en el film) de Praga y esto se convierte en olas del Báltico, o cuando reflejos del paisaje urbano se traducen por mor de su edición en destellos solares en la playa con marea baja, creando una uniones místicas. Hay un prodigioso alarde de planificación detallista en marcado patinado de grises atenuados en blanquecinos creando sensación cuasi-onírica, en comunión con un score orquestal que eleva las ya de por si preciosas imágenes. Para todo desembocar en un rush final vigoroso de emociones.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
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