arrow

Disparate nacional (1990)

Disparate nacional
87 min.
3,7
178
Votar
Plugin no soportado
Añadir a listas
Sinopsis
Emilio y Manolo son dos papparazzi que fotografían a todos los famosetes que se ponen al alcance de sus cámaras, para vender sus instantáneas a las revistas del corazón. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Disparate nacional
Duración
87 min.
Guion
Música
Fotografía
7
ENTRE LOS OZORES ANDA EL JUEGO
Película cuyo argumento oscila entre la broma y lo serio y cuyo guión intenta ajustar el punto de mira para que la historia cobre sentido y la sonrisa sea la invitada.
M. Ozores presenta su humor, como casi siempre, sin complicaciones ni complejos, con un ritmo adecuado y aderezado por la retahíla de chistes ingeniosos y situaciones comprometidas.
Y aunque se le puede censurar cierta precipitación en el rodaje, no queda más remedio que admirar su facilidad narrativa, su capacidad para recrear todo tipo de ambientes y de influirles verosimilitud.
A. Ozores, por su parte, aporta su excelente vis cómica y saca partido a cualquier coyuntura que se presente.
Simpática, desenfadada y estival.
[Leer más +]
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Prohibida su publicación
¡Extra, extra! ¡Concha Velasco se divorcia de Paco Marsó, el príncipe Felipe haciéndose fotos con Isabel Sartorus, la pobre Carolina de Mónaco se queda viuda y cada vez queda menos para la boda de Alberto Cortina y Marta Chavarri!
Los españoles lo llevamos en la sangre: el querer enterarnos de todo lo que no nos incumbe.

Maldita prensa rosa, que es la que mete al populacho las ansias en el cuerpo y le trastoca las cabezas; pocas veces se la ha atacado con tanto desparpajo y descaro como sucede en esta película de la cual nadie se acuerda. Y es que, aunque parezca mentira, la carrera de Mariano Ozores no acabó tras separarse de Pajares y Esteso, ni siquiera cuando la década de los '80 había tocado a su fin...pero como si lo hubiera hecho; en esos iniciados años '90 ya había un De la Iglesia, un Almodóvar, un Medem, una Coixet, una Rosa Vergés, ¿quién iba a acordarse del pobre madrileño a esas alturas y qué importa si llevó a millones de espectadores al cine dos décadas atrás?
De hecho se cavó su propia tumba al dedicarse a sacar películas directamente en vídeo, de una calidad terrible la mayoría de ellas; pero si algo tuvo a su favor era un buen puñado de gente que le seguía respetando y admirando, que siempre estuvieron ahí junto a él, y no sólo artistas veteranos. Es lo que desde luego permitió que rodara, ya pasadas las 60 primaveras y en una época de sequía preocupante, algo como "Disparate Nacional", con más presupuesto y medios que casi todo lo que llevaba haciendo desde mediados de la década anterior.

Si algo ha caracterizado a este señor es la soltura y buena intención con la que siempre atacó todo lo que tuviera relevancia en la sociedad española; no dejó títere con cabeza cuando se trató de criticar al Gobierno, los empresarios, las grandes corporaciones, la situación del pueblo llano, la injusticia social, incluso (y esto es quizás sorprendente para muchos) el machismo y el racismo, pero siempre empleando la comedia ligera para quitarle hierro al asunto. Ahora apunta a los medios de comunicación centrándose en otra de esas enfermedades de nuestra sociedad: la prensa rosa.
Lo hace a través de Manolo y Emilio, una pareja de paparazzis de poca monta que interpretan alegremente Óscar Ladoire y Antonio Ozores, y quienes, por supuesto, están todo el tiempo al filo de la noticia, buscando una mísera exclusiva para ganarse el pan; el mundillo que destapa el director es pura sinvergonzonería y tan repelente como en la vida real. Sin seguir una trama determinada, y eso es algo que afecta bastante al film, vemos a la pareja ir de acá para allá, metiéndose en mil y una situaciones comprometidas y batallas evitando que alguno le rompa los huesos por su falta de consideración y escrúpulos.

Ozores no hace distinciones con nadie, sus protagonistas son tan cínicos y rastreros como todos aquellos que caen víctimas del objetivo de su cámara, aunque resulten más simpáticos. Hace bien la película en señalar al principio que cualquier parecido de sus personajes con gente real es pura coincidencia, para distanciarse del peligro, pero no es tan díficil apreciar a qué seres pretende dejar en ridículo, desde políticos corruptos y sabandijas de la alta sociedad a magnates oportunistas; personalidades del momento que ocupaban portada como Jose María Ruiz-Mateos, Isabel Preysler, Marta Sánchez, Carmen Cervera o Miguel Boyer son blanco de la caricatura y la mofa.
Incluso, en un gesto realmente radical, aparecen el presidente y el vicepresidente del país de aquel entonces (Felipe González y Narcís Serra) como auténticos subnormales...es decir, todos como ellos mismos. Quizás lo más destacado de la historia es el revoltijo de violencia en el que se mete la pareja protagonista tras espiar la vida privada del jefe de la misma empresa en la que trabajan, eso y la pequeña aventura amorosa que se le da a Emilio y la hija de Manolo, una menor de edad; desde luego las cosas a las que se atreve el cineasta serían aplastadas por la censura izquierdista-progresista actual en cuestión de milésimas.

Todo esto lo sostiene con sus diálogos ágiles de siempre, que recuperan su carisma, y la interacción tan natural de sus alocados personajes, destacando entre ellos López Vázquez en un descacharrante papel de matón homosexual, la otrora musa del destape África Pratt y ese jefe redactor interpretado por Antonio Resines, uno de los más jóvenes protegidos de Ozores. Es cierto que le falta mucho para llegar al ingenio de sus mejores comedias, quizás por la ausencia de algo sólido que conduzca el argumento y por esa resolución tan absurda y poco concluyente...
Pero, pese a su inevitable cutrez y que recuperar la esencia del cine de humor de los '80 parece imposible, termina desenvolviéndose de forma veloz y divertida, y lo mejor, logrando su objetivo: dejar en evidencia a toda esa fauna desquiciada de las altas esferas de nuestra sociedad y a aquellos que se aprovechan de ellas. En este sentido sobresale un instante tan disparatado como grotesco: la pareja en el pub montando una discusión falsa y dejándose fotografiar con la promesa de una fortuna; "Hay que ver lo que hace la gente por dinero", dice la compañera de los protagonistas.

Desde luego, y no se les cae a muchos la cara de vergüenza, ni a nosotros mismos, hay que ver...
[Leer más +]
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más información sobre Disparate nacional
Fichas más visitadas