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Redondela (1987)

Redondela
116 min.
5,6
144
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Sinopsis
Ante la desaparición de cuatro mil toneladas de aceite, un abogado decide investigar el caso, que va salpicando a gente muy cercana al poder. Algunos de los principales sospechosos aparecen muertos durante la investigación.
Género
Intriga Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Redondela
Duración
116 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
6
Nada nuevo bajo el sol
De entre todos los males que nos aquejan, en tanto que ciudadanos, uno no menor es sin duda la desmemoria; con este término me refiero a esos olvidos más o menos conscientes que tan frecuentemente sufrimos, asediados como estamos por ingentes mareas de información que cumplen perfectamente su función, cual “árboles que no dejan ver el bosque”. De ahí que me llame poderosamente la atención que algunas personas –especialmente gente mayor, de los que “disfrutaron” la unidad de destino en lo universal- se muestren espantados y sorprendidos ante la ingente corrupción nuestra de cada día. Y es que en España corrupción ha habido siempre, y como un agudo profesor me enseñó hace ya unos años, el Estado se ha caracterizado –también desde tiempos inmemoriales- por ser fuerte con los débiles y débil con los poderosos. Incluso el cine puede ilustrar perfectamente esta realidad; basta con que ustedes revisen (o vean por primera vez) “La escopeta nacional” de Berlanga para comprobar que las cosas siguen más o menos igual.

Esta película, con la que me he topado por pura casualidad, aborda un escandaloso caso de corrupción acaecido en los últimos años del franquismo (el caso REACE o Redondela, por la ubicación del domicilio social de la citada empresa), en el que como ya se puede suponer, estaban implicados industriales, funcionarios e incluso Nicolás Franco Bahamonde, hermanísimo del glorioso centinela de occidente. Otro personaje real, que en este caso protagoniza en gran medida el filme, es José María Gil Robles, antiguo político “cedista” entregado años más tarde al infame contubernio muniqués, que fue abogado defensor de quien iba a ser el chivo expiatorio del caso. En la película se cambian u omiten los nombres reales, aunque en todo momento es posible –para el espectador informado- percatarse de quiénes son los aludidos.

Aunque con algunas limitaciones y problemas, el filme hace un encomiable esfuerzo por aclarar la trama de corrupción, mostrando las diversas tretas y niveles en los que esta se desarrollaba. Aunque el hilo narrativo principal es la investigación que Gil Robles y su asistente realizan para defender a su cliente, la realización opta por fragmentar la historia, recurriendo a saltos temporales, a veces demasiado bruscos (hay algunas transiciones por barrido), tratando así de amplificar su mirada sobre unos acontecimientos y personajes que son, sin duda, complejos. En cualquier caso, el tramo final de la película, que muestra el desarrollo del juicio, sirve para reunir los diversos fragmentos, aportando así una conclusión. En su empeño por reflejar todas las circunstancias de la trama corrupta el guión se pierde un poco, volviéndose farragoso y difícil de seguir por momentos, inconveniente que se suma a algún fallo de continuidad (la detención del personaje interpretado por Carlos Larrañaga se nos muestra en dos ocasiones, con notables diferencias entre ambas). No obstante, los guionistas sí tienen éxito en su retrato certero de las connivencias políticas (aludiendo a algún ministro amante del cilicio) y judiciales (con ese juez que promete llegar hasta el fondo y del que hablaré al final).

Las interpretaciones me han parecido desiguales, gustándome Newell, Larrañaga y Guillén, y no tanto Velat; entre los numerosos secundarios hay que destacar, como siempre, a ese excelente actor que fue Agustín González, uno de mis favoritos. La banda sonora trata de enfatizar la soledad de quienes buscan la verdad, siendo empleada en secuencias al aire libre o en las que los personajes se encuentran aislados; me ha recordado ligeramente a la que empleara Garci en “El Crack” y su secuela.

Concluyendo, me parece que es esta una película valiente, de esas que se juzgan “necesarias”, y que más allá de las debilidades que se le puedan encontrar, puede verse con agrado e interés, en la medida en que nos ayuda a combatir la siempre temible desmemoria y a comprender mejor por qué pasa lo que pasa. Por cierto, antes mencionaba al juez, quien a lo largo del filme pasa de parecer honestamente interesado por desentrañar el asunto, caiga quien caiga, a encubrir a los grandes prohombres implicados. Pues bien, este personaje, a quien no se le atribuye nombre alguno, real o inventado, se llamaba en realidad Mariano Rajoy Sobredo, y sí, era el padre de quien estáis pensando. De casta le viene al galgo.
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25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
2
Sosa.
La historia parte de una premisa bastante interesante sobre un suceso que marco los años anteriores a la transición, marcados por un nivel de corrupción en auge.

La película se desarrolla a tirones, con saltos en la historia mal definidos y enlazados, el montaje parece hecho por un becario aprendiendo el oficio y las actuaciones a ratos da que pensar si era hacer esa película o morir de hambre.
Solo Patrick Newell se puede salvar de la quema, sin ser esta una gran actuación tampoco.
Ni se aprovecha los bellos paisajes del entorno, ni acompaña una banda sonora adecuada.
Es inevitable que con el paso de los minutos comiences a caer en el sopor de aguantar esperando un final que se resiste y remata la película con la misma maestría con la que empezó... Poca.

Para pasar el rato y descubrir que sucedió con el famosos robo de aceite de Redondela (si aguantas no dormirte...).
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3 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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