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Cada ver es... (1981)

Cada ver es...
73 min.
6,9
210
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Sinopsis
Enfocada a modo de documental vanguardista, "Cada ver es...", describe el quehacer diario de una persona, Juan Espada del Coso. Su oficio: tratar con cadáveres. (FILMAFFINITY)
Género
Documental
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Cada ver es...
Duración
73 min.
Guion
Compañías
7
"A mí hasta ahora no me ha pasado nada".
Documental extraño o puesta en escena atípica, no sé muy bien cómo definir 'cada ver es', pero no importa. 'Cada ver es' cuenta la historia de Juan Espada y su trabajo en la morgue del Hospital Universitario de Valencia. Juan no tiene olfato y tiene muchas dioptrias trabaja allí años ha, es viudo y vive bien con su soledad, hasta su nombre 'soledad' le es simpático, la soledad es su vida y él la asemeja a la muerte con la diferencia de que el muerto no es consciente de ella.

La composición del documental (así lo llamaremos) contiene las impresiones de Juan, imágenes silentes y solitarias de escaleras, largos corredores, puertas, una flecha que nos indica el camino, una sala, unos grifos, una lámpara, un bisturí; de pronto un cambio nos lleva al manicomio de Bétera, colección de rostros, colección de máscaras, hipertrofia del gesto. El resto: los cadáveres.

Secuencias de 'Los pájaros' de Hitch sirven para que Juan explique por qué el cine no le da miedo, "porque todo es mentira y detrás de la chica hay una cámara", reflexiones de sencilla inocencia. Lo que le da miedo es la vida. La muerte, dice, debe ser bonita, en ella todos somos iguales, en la vida la cosa cambia y cada uno piensa de una manera, sólo pensamos en matar y en mandar.

Los cadáveres son el trabajo de Juan y son presentados en toda su variedad repugnante:
-Suspendidos en un foso, imagen terrorífica y abismal.
-De forma cómica adoptando posturas extravagantes, parada de monstruos esperpéntica.
-Pareciendo una suerte de carcasas bio-látex porque alguna vez tuvieron vida aunque parezcan látex sacados del peor cine gore.
-Troceado, afeitado, limpiado de cadáveres.
-En estado absoluto de descomposición en el que los tejidos se deshacen y hay putrefacción y grasa flotando entre líquidos, imágenes difíciles de contemplar, abyectas, obscenas y por eso mismo pornográficas. Lo real llevado a su hipérbole.

La fascinante cabeza diseccionada de una bella joven durmiente, una novia cadáver, un haz bello donde hubo alguién, un envés anatómico-cárnico que sólo remite al formol y donde no hay discurso. Todo ello cabe en el espacio cúbico del recipiente: fascinación y su reverso más obsceno. Las entrañables palabras de Juan la traducirán como "cabeza muy bien conservada y con un color muy agradecido".

Un bebé como relajación, íntegro, perfecto, hasta con color, nadie escapa.

Sus relatos son acompañados de las imágenes de los cadáveres, en una camilla, en el suelo, una cabeza, plano de una mano en descomposición, pies, líquidos, obscenidad trivializada por un relato que parece ajeno a la obscenidad, ahora ya convertida en una mezcla de realidad que va desvaneciéndose para dar más peso a la ficción en la que nos convertimos: moldes rígidos, muñecos hinchables, caricaturas repugnantes.

Juan con su naturalidad e inocencia cuenta su experiencia en la guerra y la impresión que le produjo el contacto con el primer cadáver.

Seguimos en spoiler ->
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18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
9
Juan sin miedo
Esta película es de esas que te llaman la atención sin haberla visto y sin tener apenas información. Dirigida por Ángel García del Val, un director atípico que juega con temas no muy agradables, que le intenta sacar al espectador algo más que unos minutos a oscuras, tuvo problemas de distribución bajo los gobiernos de UCD y PSOE, llegándola a clasificar de “S” (soft core), una categoría usada para las películas eróticas y de baja estofa. Con esta decisión quedó relegada a una exhibición marginal y, por tanto, al olvido. Esta en el límite entre el documental y el experimental, lo que explica el incomprensión de la administración sobre las distintas formas de narración y género.
En el inicio vemos imágenes de gente enferma, locos, drogadictos…, alternándolas con escenas de la labor del protagonista de “nombre torero”, Juan Espada del Coso, embalsamador del depósito de cadáveres de la Facultad de Medicina de Valencia; abre una trampilla e iza con a una cadena los primeros cuerpos chorreando formol. La alternancia entre estas imágenes relaciona a esos muertos casi olvidados y a los parias del principio, mostrando la fina semejanza entre ellos; todos con expresiones grotescas; todos con el mismo final. Juan, acostumbrado a su trabajo, habla de su relación con unos cadáveres asexuados, “yo hago las cosas sin ver”, a los que, evidentemente, trata como mercancía, pero al mismo tiempo los humaniza al pedirles perdón cuando por cualquier circunstancia les pisa “porque no se lo puedo pedir al alma”.
Juan Espada es un hombre sin miedo, “¿por qué me ha de dar miedo un cadáver humano y no solo asco como con un perro muerto?”; con un pasado marcado por el horror de la guerra, donde ya se encargaba de los cadáveres por su falta de olfato; un pasado de vencido, abocado a un futuro incierto, a trabajos oscuros y a la soledad. Considera la muerte como una “parte bonita de la vida” y a la que dice no temer. Es una persona extraña incluso para los que tiene a diario a su lado (estudiantes y profesores, aparte de los cadáveres); se contradice en ocasiones quizá contagiado por el enrarecido ambiente de su oficina. Aunque para ser justos con él también se enfrasca en numerosas anécdotas cargadas de humor negro con las que no se puede evitar la sonrisa, aun cuando troncha extremidades y corta cabezas por la mitad, el director no nos ahorra los detalles.
La factura de la imagen es bastante sucia, posiblemente por el estado de conservación del celuloide, no obstante, parece ajustarse al tono de la película. La banda sonora y la utilización del sonido tiene una importancia fundamental, la música fluctúa entre los sonidos experimentales y triunfalistas temas clásicos, por ejemplo en escenas donde se trocean cadáveres, encontrándonos con escenas bellas y tiernas, aunque cueste creerlo, como aquella en la que le limpia la cara al cuerpo de un bebé recién nacido.
Una película singular, enemiga de la indiferencia; película maldita, una joya del cine de este país.
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10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
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