Vivir en la cumbre (1965)

Secuela de la exitosa película "Un lugar en la cumbre" de 1959, esta película continúa relatando las tribulaciones de Joe Lampton para encontrar su lugar en la sociedad y conciliar su conciencia con su cotidianidad. Ahora, después de unos 10 años casado con la rica y hermosa Susan Brown, parecería que debería estar satisfecho con su fortuna. No solo tiene un buen trabajo, una mujer atenta, una buena casa y dos hijos que le adoran si no que además se le abre la posibilidad de empezar una carrera política como concejal tory de Warley, hecho que debería poder satisfacer su innegable ambición. Pero Lampton no es un trepa cualquiera y aunque ha escogido una cómoda vida aburguesada, su odio hacia su nueva clase social le llevará a plantearse si todas las renuncias que ha hecho han valido la pena. En esto le ayudará mucho su suegro, el rico A. Z. Brown, que al mostrarle un contínuo desprecio le espoleará a intentar encontrar alternativas a su vida actual.
Producida por Romulus films, una pequeña productora inglesa, y filmada aún en blanco y negro, Life at the top ofrece mucho más de lo que parece. Además de sustentarse en una buena novela de John Braine su reparto no está nada mal. Jean Simmons aporta clase y autenticidad al personaje de Susan. Laurence Harvey, un actor normalmente bastante limitado, se vuelve a encontrar como pez en el agua en la piel del frío e introvertido Lampton. Y la bellísima Honor Blackman, en su papel de nueva mujer años 60, nos demuestra que sus aptitudes daban para mucho más que para hacer de chica Bond. Siendo una peli inglesa tampoco es de extrañar que los secundarios también sean muy buenos.
La dirección también está a un buen nivel con unos movimientos de cámara y enfoques que ayudan a destacar las reacciones de los protagonistas ante sus avatares. Y finalmente las ambientaciones están muy bien encontradas y el contraste entre Yorkshire y Londres bién marcado.
El film es en general un buen fresco de la sociedad británica de la época. En él podemos ver el esnobismo de los opulentos, la miseria de los obreros del téxtil, o la autocomplacencia y el engreimiento de la gauche divine de la época. Entre todos estos grupos se mueve Joe Lampton sin poder amoldarse completamente en ninguno de ellos. Su desgracia es tener más conciencia de la que aparenta sin tener suficiente como para hacerle mucho caso. Pero como bien dice él, lo importante no es lo que deseamos si no con qué nos conformamos.