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Una historia de locos (2015)

Una historia de locos
135 min.
6,2
570
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Escena (Subtítulos en INGLÉS)
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Sinopsis
Años 80. El joven Aram, un marsellés de origen armenio, hace explotar el coche del embajador de Turquía en París. En ese momento, un ciclista que pasaba por allí es herido de gravedad. La madre del terrorista se siente culpable y siente la necesidad de ir a la habitación del hospital del herido para pedirle perdón, algo que éste no entiende. Por otra parte, Aram, en contra de la opinión de sus compañeros, decide ir a conocer a su víctima. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Años 20 Años 80 Terrorismo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Une histoire de fou
Duración
135 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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Premios
2015: Festival Internacional de Valladolid - Seminci: Sección oficial
8
Los locos tienen razón
Basándose en la autobiografía del periodista gallego José Antonio Gurriarán contenida en su libro: La Bomba, Robert Guédiguian traslada la acción del atentado del ESALA (Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia) en Madrid a la embajada de Turquía en París, no sin antes mostrar, en una especie de reportaje-ficción documentado, el origen de la violencia posterior del grupo armado, que no es otro que el "invisible" genocidio de su pueblo (millón y medio de muertos) a manos del imperialismo turco, no reconocido aún por los otomanos.

El odio, la venganza y el efecto publicitario suelen estar en la base de cualquier acción terrorista y la fórmula para acabar con estos actos y sus daños colaterales, según el realizador marsellés, Gurriarán y muchos que afortunadamente piensan como ellos, pasa por intentar llegar a la raíz, hacer un esfuerzo de comprensión y convencerles de que pueden luchar por su justa causa abandonando su sociedad con la muerte.

Esta otra forma de enfocar ha demostrado ser más efectiva, para erradicar las luchas armadas, que las represiones políticas, la cerrazón ante las negociaciones y el ninguneo de los estados poderosos para con los débiles y humillados. Claro que nos han hecho creer que lo políticamente correcto es castigar a quienes no cumplen con las reglas del juego, sin que reflexionemos sobre quienes y porqué han confeccionado tantas normas excluyentes.

Esta, mi crítica 800 para Filmaffinity, la he hecho coincidir, desde la 60 edición de la Seminci, con una película del valiente, comprometido y honesto Robert Guediguian, que trabaja para un mundo mejor utilizando el cine como herramienta, y al que le deseo el mayor éxito, porque no en balde él es uno de los nuestros.
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18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La guerra no ha terminado
Une histoire de fou empieza en blanco y negro, con una imagen cenital de una partida de ajedrez en la que los adversarios mueven piezas que son tan grandes como ellos; luego la cámara gira y se pone al nivel de los jugadores y de los paseantes que los observan: esa imagen simbólica inicia un prólogo histórico, que constituye el marco de lo que vendrá después.

Esta película pertenece a la parte más seria y concienzuda de la obra de Guédiguian, lo que le hace perder frescura frente a otras (sin ir más lejos, la muy bella Au fil d’Ariane): es como un acto terrorista incruento, una bomba simbólica con la que este hombre, descendiente de emigrantes armenios, trata de mantener viva la memoria del exterminio que sufrió su pueblo a manos de los turcos, y las consecuencias de aquella herida, mal cerrada, en los 70 -unos años en los que mucha gente llegó a pensar que “el crimen ya no es demencia sino sentido común, casi un deber y, cuando menos, una noble protesta” (estas palabras las escribió Dostoyevski cien años antes, en la década de 1870).

Guédiguian, que no es un filántropo ingenuo ni un cínico sin esperanzas, nos ofrece una historia moral hecha con imágenes espartanas e interpretaciones muy sentidas, en las que reconocemos a muchos de los actores de su "compañía"; nos muestra en primer lugar cómo el paso del tiempo, del blanco y negro al color, convierte a las víctimas de justicieros en verdugos, dibujando una espiral en la que la locura se transmite, no por los genes sino por la convivencia con el odio; y nos recuerda luego que la condición necesaria para el perdón es que los verdugos, sea cual sea su bando, empiecen por reconocer sus responsabilidades, y traten de comprender a los otros.

Un mensaje en primer lugar para Turquía, que siempre ha negado el genocidio armenio para evitar reivindicaciones territoriales; y también para Francia, para Europa: si seguimos dividiendo a las personas en función de su procedencia, la locura continuará.
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8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
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