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El rey del erotismo (2013)

El rey del erotismo
101 min.
5,4
485
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
Narra la historia de Paul Raymond (Steve Coogan), precursor de los clubs de strip-tease del famoso barrio Soho de Londres. (FILMAFFINITY)

Preestreno: Festival de Sundance 2013.
Género
Drama Comedia Biográfico Cine dentro del cine Años 50 Años 60 Años 70 Años 80
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
The Look of Love
Duración
101 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-Estados Unidos;
Links
Premios
2013: British Independent Film Awards (BIFA): Mejor actriz secundaria (Imogen Poots)
6
Biopic ingles al modo americano
Biopic sobre la vida de Paul Raymond, personaje que hizo fortuna del negocio del sexo partiendo de los espectáculos de variedades con tetas en el Londres de los 60-70 hasta meterse en el negocio de las publicaciones soft porn (género que sigue gozando de buena salud en el UK a dia de hoy y que básicamente consiste en mostrar desnudos sin alusiones a nada más explicito). Gracias a esta dedicación, pero sobre todo a su buen olfato a la hora de dedicar los beneficios en inversiones inmobiliarias en la zona del Soho, Raymond llegaría a ser considerado como una de las personas más ricas del UK y ganarse el apodo de King of the Soho.

Tanta explicación evidencia que tanto el entorno como el personaje me eran ajenos (como imagino le serán a muchos) y dicho esto queda claro que no dispongo de referencias directas para evaluar la fidelidad del retrato. En ausencia de referencias directas podemos comparar este con otros biopics, genero muy del gusto americano, y ahí para demerito de Winterbottom hay que decir que no encuentro diferencias notables en forma de señas de autoría con respecto a otras cintas del genero por ningún lado. The Power of Love (irónico título para el biopic de un pornógrafo al parecer debido a falta de acuerdo con el hijo del Sr Raymond), es una historia típica y hasta cierto punto tópica de subida y caida, eso si, en el entorno del londres de la minifalda y con acento inglés pero en ultima instancia podría haberla facturado cualquier mercenario americano.

Si Winterbottom no deja apenas rastro de su autoría Coogan (el resto de los personajes es mera comparsa) tampoco deja de ser Coogan en ningún momento. Pese a tratarse de un biopic no podemos decir que Coogan se diluya en Raymond, o que vayamos a asistir a alguna de esas faenas de mimetización de nuevo tan del gusto hollywoodiense (en mi opinión de merito casi siempre relativo) como podría presuponerse. El Raymond de Coogan nunca tiene vida propia o da la impresión de reflejar al personaje real al margen de una labor de peluqueria y vestuario tipo Lluvia de estrellas, es Coogan haciendo de Raymond, aunque ya digo y sobre todo careciendo de contacto directo con el retratado no es necesariamente molesto. Coogan es de esa estirpe de actores que siempre son ellos mismos, pueden interpretar a Hamlet o a Peter Pan, pero siguen siendo ellos en primer lugar sin que, reincido, ello sea necesariamente malo

El resto una ambientación correcta (aunque ignoro hasta que punto recoge el espiritu del Soho de aquella étapa que desde luego parece más interesante que la actual) y algún cameo como los de los Little Britain para completar una película con cierto tufillo moral, la caida en desgracia del personaje en alguna ocasión se vende como consecuencia de haber medrado a partir de negocios de moralidad discutible o al margen de la moral establecida, mensaje que al margen de tranquilizar las conciencias de quienes llevan sus vidas normales con sus trabajos socialmente aceptados tampoco tiene por que ser cierto.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
The look of love
Al leer la sinopsis y ver el tráiler te haces una referencia tipo "El escándalo de Larry Flint", vida de desmadre, sexo, porno, dinero, extravagancia, sodoma y gomorra, desparpajo y atrevimiento de hacer lo que uno quiere al margen de la, siempre, doble moral de la sociedad -ya puedes ir olvidando tanto brío y garra-, luego lees que su protagonista es Steve Coogan, actor fetiche del presente director que no es capaz de ir más lejos de interpretarse a si mismo una y otra vez, excepción que no se confirma esta vez pues nos ofrece más de lo mismo, es decir, a él olvidándose de intentar siquiera acercarse a la esencia o espíritu del personaje y, al verla, descubres, más que una película, un documental ilustrativo sobre las andanzas y correrías de este vanguardista que abrió el primer local de chicas desnudas, futurista que tenía un don para adelantarse a las demandas del público, inteligencia para los negocios y sabiduría para hacer caja pues, está narrada con más frialdad, desafecto y distancia que pasión, calidez y una deseosa involucración del público que hubiera posibilitado un filme rodado con más gracia y esmero de cara a las necesidades del espectador.
Porque, tras finalizar la historia, conoces los hechos pero has pasado ausente por los sentimientos, para entonces, puedes afirmar que Paul Raymond era un empresario de éxito de locales de striptease que fue pionero en mostrar chicas desnudas en sus espectáculos, que hacinó una fortuna desproporcionada, que le perdía el exceso, las mujeres y su gustosa obsesión preferida de acumular todas las propiedades que veía y eran de su capricho, de carencias afectivas y remordimientos nulos que se trasladan a sus complicadas relaciones familiares siendo, la excepción, su hija mayor con la que se volcará vivamente dejando de lado a todos los demás miembros de su desmadrada familia creada a golpe de hago lo que quiero cuando me apetece, cojo lo que me gusta cuando deseo y lo dejo de lado cuando ya no me sirve aunque, la sospecha intuitiva personal te rumorea que lo visionado está a luces del surrealismo, insolencia, locura y arrebato de este portento quijote de los años 50-60 que luchó contra sus propios molinos de viento gubernamentales, estatales y sociales.
Es correcta pero no seductoria, precisa pero no desbordante, atractiva en la información vertida pero no en la absorción de su frenética vida, formal en su exposición pero de adrenalina, osadía y soltura ausente y un interés limitado a observar sin experimentar, a seguir sus aventuras desde tierra lejana que no crea acceso a la intensidad de sus mareantes ideas, imprudencias ostentosas y extravagancias diversas, excesiva beatitud y consideración para una vida tan rentable que daba para un relato más suculento, ardiente, de emociones más impactantes y sentimientos a flor de piel donde el desahogo temporal de la vista no se permite ante tanto desfase y disparate valiente y atrevido.
Ofrecer sólo un espectro, lúcido pero superficial, de toda la posibilidad que tenía en sus manos sabe a rancio innecesario, a poco nutriente, escasez de sustancia con poco condimento que satisface lo justo más, un intérprete que no tiene el carisma ni la habilidad de transmitir el espíritu y corazón del personaje en cuestión da, como mucho, para oír, por primera vez, su nombre y hacerte una idea de la importancia de este individuo en la historia inglesa pero, poco más, para descubrir su destreza, empuje, entusiasmo, valor y toda la ebullición ingeniosa sin recatamiento que inspiraban a este artista que leía la mente de lo que la gente necesitaba no da, para una idea general sí, para una imagen escandalosa no y, si algo fue su sello, fue el escándalo aunque, Michael Winterbottom, no haya tenido mucha habilidad al plasmarlo.
La mirada del amor no posee desenfreno, ni éxtasis o frenesí, verla cómodamente sin perturbación no es lo esperado, visión plácida sin alteración no es lo requerido, un remar contra viento y marea con ritmo de empatía y cautividad neutra no es lo acordado, la presupuesta vida apasionada de este visionario loco de mente cuerda, espíritu emprendedor, promotor audaz y sagacidad morbosa por sus venas a quienes las 24 horas del día se le quedaban pequeñas y austeras para el ritmo agitado y aventurero de su persona no es lo reflejado aquí, sólo una versión oficial de buena sintonía y moderación que no ofenda ni altera en demasía, educado prototipo de informar y comunicar sin profundizar ni herir ni alterar ni penetrar en el fondo de lo maligno, sádico y perverso de su razón.
Ha servido la carne pero se ha olvidado de su apetecible calentado y jugosa salsa que le da, a la misma, su sabor picante, obsceno y delicioso, una ensalada sin aliño estará sosa y desganada por muy adecuado que sea el tomate y buena la lechuga que le acompaña; la magnitud, consistencia y exquisitez se encuentra en el acierto y arte de la mezcla.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
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6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
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