Circles (2013)

Película basada en hechos reales que comienza con una introducción ambientada en 1993 dentro del contexto de la Guerra de Bosnia, en Trebinje una ciudad controlada por el ejército serbio pero con población mayoritariamente musulmana, es decir, de bosnios.

Marko (Vuk Kostic) un joven soldado que se encuentra de visita en casa de su padre, luego de visitar a su novia Nada (Hristina Popovic), salva a un hombre de ser linchado por unos soldados de su mismo ejército.

El film seguidamente da un salto de doce años en el tiempo, para ir poco a poco mostrando el accionar de varios de los personajes que fueron afectados de alguna forma por dicho suceso, y así ver como esto les marcó sus vidas.

Krugovi mantiene un ritmo constante a lo largo del metraje, un ritmo pausado y cuidadoso, bastante melancólico en su desarrollo, el guión a cargo del director y Melina Pota Koljevic se encuentra bien estructurado, logrando amarrar las cinco historias que cuenta.

Una película muy bien actuada por parte de todo el elenco, su realización es igual de correcta Golubovic logra una dirección precisa con lo que tiene a mano, logra contextualizar bien la obra e impactar por momentos.

Un film que a pesar de su tono triste, es a su manera muy esperanzador, cumple a cabalidad con ser una obra que invita a reflexionar sobre la dignidad de las personas, sobre las buenas acciones y el ser tolerantes.

Los círculos que un cruel incidente va generando, pero también los círculos en que los protagonistas están encerrados. Porque estos seres humanos, víctimas directas o indirectas de la violencia y la guerra, deambulan con una mirada vacía por paisajes interiores y exteriores desolados. Tratan de conectar con la vida, pero viven encerrados en una prisión de dolor y recuerdo.
La construcción de la película es ejemplar, con un inicio y un final circulares, sin retórica ni moralismo, pero sí con una profunda carga ética y reflexiva. Va pasando de una historia a otra con naturalidad y sencillez, con la dosis de suspense suficiente para desear que se retome la narración. El estilo pausado, elíptico, combinado con la necesaria dureza de algunas imágenes expiatorias, nos regalan una película enorme que debería servir de ejemplo tanto de reflexión moral como de composición y estilo cinematográfico.
Si la dirección es magnífica, la banda sonora es una de las mejores que han salido de una pantalla en mucho tiempo, y los actores realizan unos trabajos sobresalientes. Una de esas joyas que todo el mundo debería tener la oportunidad de ver.
Si tuviera que resumir en una frase el horror contemplado, podría decir que no hay auténtico perdón sin auténtico odio.