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Cuatro hijos (1928)

Cuatro hijos
97 min.
7,4
304
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Sinopsis
Tres hijos de una viuda de Baviera luchan en la Primera Guerra Mundial en el bando alemán, mientras que un cuarto lucha por los Estados Unidos, enemigo de Alemania... En 1940 el director Archie Mayo adaptaría nuevamente esta historia de I.A.R. Wylie, en esa ocasión ambientada en la II Guerra Mundial. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Cine mudo I Guerra Mundial
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Four Sons
Duración
97 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
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8
La mejor película según Ford
El expresionismo alemán triunfó en Hollywood durante esta década de los años 20 y la Fox, la productora para quien trabajaba Ford, hizo todo lo posible para explotar el éxito que había conseguido con “Amanecer” de F. W. Murnau, pagándole a Ford y su esposa un viaje de dos meses por Alemania y Europa. Ford realiza con esta película un homenaje al cineasta alemán que no deja de ser una imitación del cine de Murnau. De hecho, los exteriores correspondientes a un pueblo alemán utilizados por Murnau para “Amanecer” son reutilizados por Ford para su película “Cuatro hijos” que está ambientada en su mayor parte en Alemania. Ford cuenta para esta película con su asiduo director de fotografía, George Schneiderman, que habiendo entendido la idea del director realiza un magnífico trabajo utilizando las luces y las sombras, al más puro estilo expresionista, y se arriesga, con el director, en complejos movimientos de cámara de los que tenemos buena muestra al principio del film, consiguiendo un derroche visual que supera a menudo la sencillez emocional de la historia. La interpretación de Margaret Mann como la madre es muy buena y supera en esos momentos el amaneramiento al que estaban sometidos los actores y las actrices para transmitir sentimientos en el cine mudo.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Feliz 90 Aniversario (13/02/1928) del estreno del film mudo más popular de John Ford.
36/06(07/02/18) Interesante film silente del maestro de Maine, John Ford (producción y dirección), que este 13 de febrero cumple 90 desde su estreno, combina una realización maravillosa con un melodrama maniqueo y ultra-sensiblero, donde todo es lineal y se desarrolla en base a una sucesión de desgracia sobre desgracia, pero ello embellecido por el influjo del expresionismo alemán, sobre todo el de F.W. Murnau. Ford de hecho, los exteriores correspondientes a un pueblo alemán utilizados por Murnau para “Amanecer” (1927) son reutilizados por él para su película ambientada en su mayor parte en Alemania. Ford mismo escogió el relato en el que se basaría su nueva película, “Grandma Bernle Learn ser Letters” (1926), de la popular escritora I.A.R. Wylie, publicada por primera vez en el Saturday Evening Post. La católica Baviera ocupará en la historia el lugar que en otros filmes desempeña Irlanda en el imaginario patriótico fordiano. Es uno de los pocos films supervivientes de las más de cincuenta películas mudas que Ford dirigió entre 1917 y 1928. Aunque "muda", fue lanzada con un Movietone pista de música y efectos de sonido, relevante esto en la secuencia en que oímos a un soldado moribundo gritar desolado llamando a su madre. Fue un gran éxito de crítica y público, el mayor en la dilatada carrera de Ford durante la época muda, y reportó cuantiosos beneficios a la productora. Todavía décadas después sigue siendo considerada como una de las mejores películas (si no la mejor) de Ford en el período silente.

Ford evoca en esta cinta una oda a la familia y a la madre como epítome vertebrador de ella, por encima del padre, del que sabremos nada, simplemente no aparece, y sobre como las tragedias (en este caso la Guerra) las desestructuran ejemplos posteriores son “Las uvas de la ira” (1940) o “Que verde era mi valle” (1941), también deja patente la nostalgia que sufren los emigrantes por la tierra abandonada, ejemplo notorio es “El hombre tranquilo” (1952).

En el centro de la historia está Frau Bernle encarnada con una dulzura epicúrea por Margaret Mann, en una actuación que da sentido a un melodrama simplista, pero que ella con su presencia embiste de emoción. Como anécdota está por la presencia del joven (20 años) John Wayne en un papel no acreditado como oficial.

Ford con su narrativa visual exquisita es capaz de aminorar en mucho los intertítulos, la fluidez expresivadel desarrollo es de enorme comprensión. Esto queda ya patente desde su cautivador y bucólico arranque, el objetivo sigue a al orondo cartero (Albert Gran, clara reminiscencia del Emil Jannings de “El último que ríe”, 1924), este lleva cartas con alborozo, como portador de buenas noticias, se cruza con los entusiastas lugareños, en medio de bromas y situaciones alegres, presentándonos este pueblo típico alpino bávaro, estableciendo una atmosfera idealizada de la vida en los pueblos rurales donde todos se conocen. Ford maneja el pueblo como elemento de emisión emocional, esto se constata con la transición que sufre el lugar, primero iluminado, cálido, evocador, a medida que el drama de la guerra se apodera de la acción, las calles se van oscureciendo, esto en paralelo con el personaje que ejemplifica el alma del entorno, el cartero, al inicio un alegre portador de felices noticias que se interrelaciona con los vecinos de modo fervoroso, y durante la guerra el mensajero de la muerte (la carta con bordes negros) con el que nadie quiere tener que cruzarse.

Al principio también conocemos en su cumpleaños a Frau Bernle, en una tierna entrada de una adorable anciana querida por todos como guardiana de las esencias de la villa, y sus hijos como herederos cariñosos. Ford presenta los 4 vástagos por medio de ingenioso encadenados-fundidos donde la personalidad de cada uno quedará bien delineada excelente visualmente mientras la Madre introduce la ropa lavada de cada uno de ellos en su cajón correspondiente. Aquí la maestría estética-simbólica de Ford se muestra en su esplendor, manejando recursos visuales en encadenados formidables.

Ford deja chispazos del cineasta enorme que está por llegar en conceptos dramáticos como las profundidades de campo, el manejo de planos generales que dejen fluir la acción emocional en por ejemplo las escenas de reuniones familiares, haciendo uso de las alegorías visuales de modo punzante, ejemplo la cena de la familia protagonista en que los dos hermanos que caerán muertos en batalla son encuadrados junto a un crucifijo, esto remarcado, en la despedida d ambos de la madre para ir al frente en que en la sombra de la mano de la Madre se refleja en la cara de los dos mencionados, en clara señal de la sombra de la muerte (efecto que Ford repetirá en obras posteriores), otro deliciosa escena por su significado triste es cuando la Madre cena sola a la gran mesa de su casa (otrora a rebosar) vacía, y ella imagiuna a sus cuatro hijos sentados junto a ella, en una sobreimpresión doliente en su melancolía de cualquier tiempo pasado fue mejor.

La escena en que el cartero va a llevar una fatídica carta y este es visto a través de una ventana de la casa de la Madre que está en el interior arrodillada mirando un cofre con recuerdos de sus hijos, y vemos acercarse pesaroso el otrora feliz repartidor enmarcado con lirismo por la ventana, la Madre alza la vista y ve al portador de letales nuevas y el sentimiento se nos hunde en el alma. Y es que el uso de la ventana es significativo para Ford, lo hace en otro momento anterior cuando la Madre contempla compungida como su hijo Andreas es rapado como recluta militar entre las burlas de sus compañeros, en gesto de la despersonalización que imponen los ejércitos, claro antecedente de la escena de apertura de la kubrickiana “La Chaqueta Metálica” (1987), de 59 años después, la secuencia termina con la mano de la Madre sobre el cristal, y esta imagen fundiéndose con el desfile del ejército a su partida. (sigue en spoiler)
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7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
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