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Zapico (1996)

Sinopsis
España, años 80. La dictadura ha finalizado, y los años de la Transición finalizan con la presidencia de la izquierda y las políticas progresistas. Luis Durán, un ex policía que fue expulsado del cuerpo, trabaja como detective privado. Tiene dos trabajos: encontrar a un hombre perdido y una petición anónima de resolver la misteriosa muerte de un empresario. Ambos le llevarán a descubrir un peligroso plan en el que la corrupción política está muy presente y una manera de vengarse.
Género
Thriller Crimen Años 80
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Zapico
Duración
100 min.
Música
Fotografía
3
LA ETERNA CORRUPCIÓN
Observo que nadie conoce esta película y probablemente haya motivos para ello. La producción parece casi amateur a pesar de contar en su reparto con algunos nombres que significaron algo importante en el cine español de los años "transitables". El guión es tan caprichoso como farragoso (de su director y también guionista no hubo nunca más noticias), la banda sonora es horrorosa, y además se estrenó en Madrid en una de las peores salas posibles.
Sin embargo, vista en 2022, con la perspectiva que suele dar el paso del tiempo, lo primero que hay que decir es que se trata de un film valiente, que en los tiempos nefastos que corren actualmente, no podría llevarse a cabo; que se nota que hemos perdido los "aires de libertad" que alguna vez "adornaron" esta nación, y que el mal cine español de entonces tenía algo más que decir que el pésimo cine español de ahora.
Por cierto, qué guapa era (si es que ello puede decirse) Patricia Adriani.
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4
Discurso débil y confuso, relato sucedáneo
Thriller político sobre la corrupción de la etapa felipista del Régimen del 78, que desplegaba su relato y discurso sobre la falsilla de los clichés estéticos y lingüísticos del noir clásico y del neo-noir (incluso con un plano general de un ascensor que parece parafrasear/homenajear otro idéntico de Blade Runner, de Ridley Scott).

El discurso es abiertamente panfletario (a la par que confuso en el despliegue de sus argumentaciones: ¿confabulación lucrativa de altos cargos corruptos con el Reino de Marruecos? ¿negocios sucios a la sombra del poder estatal? ¿complicidad del felipismo con la impunidad franquista?). Establece una diatriba contra la corrupción del PSOE como paradigma de la desmoralización política de la Transición y Postransición, así como de un desencanto generalizado de la izquierda española con las truncadas expectativas de transformación política, otrora surgidas a raíz de la descomposición inevitable del franquismo.

No obstante, se produce un resquebrajamiento entre tal confuso discurso (pretendidamente beligerante contra la autorreforma del Estado franquista, y el continuismo de la corrupción y violencia institucionalizadas, con la complicidad activa del PSOE felipista) y la forma fílmica adoptada por el relato, basada en la mera imitación sucedánea de fórmulas hollywoodienses manidas, sin un canon cultural propio, con una realización televisiva, meramente mostrativa en general (salvo aisladas excepciones), y casi siempre carente de consciencia significante en el despliegue de sus mecanismos narrativos y estéticos (el ejemplo de la intempestiva y contraproducente banda sonora musical es muy locuaz).

Resulta también elocuente que se traslade el tópico del noir norteamericano del detective privado a nuestro país, pero con plena consciencia de sus limitaciones operativas en el campo de nuestra realidad social, y, por ello mismo, de las limitaciones que ello implica en un verosímil fílmico español. Así, se insiste explícitamente a través de los diálogos (y de forma machacona) en que el investigador privado no puede pesquisar asuntos de la jurisdicción penal, pues ello supondría que le retirasen la licencia (en efecto: en España, está prohibido que los detectives privados indaguen asuntos criminales). Así, ello se convierte, involuntariamente, en una condensación del "quiero y no puedo" en que se basa el relato de la película: pretender un neo-noir político español, sin saber cómo asirse a un verosímil propio, y sin contar con un canon cultural hispano, sino con otro prestado, importado, y entretejido de tópicos.

Deambula, pues, entre un "grado cero" de la escritura audiovisual propio del relato televisivo, y la mera adaptación de clichés ajenos, harto trillados, como formalización fílmica de una dramaturgia confusa. Así pues, el discurso se reduce casi exclusivamente a su pórtico inicial (las imágenes documentales de archivo, y la pintada bajo el título: "felipismo última fase del franquismo"), y también al exergo que lo precede: "película producida sin la subvención del Ministerio, de Cultura... Información, Turismo..." La orgullosa automarginación del film respecto del paradigma de cultura piramidal, jerárquica y subvencionada, se explicita con esta bofetada al Ministerio de Cultura, al que se equipara con el Ministerio de Información y Turismo que orquestaba la propaganda del franquismo desde los tiempos de Fraga Iribarne, y cuyas instalaciones se hallaban en idéntico edificio que el actual de Cultura, en la madrileña Plaza del Rey. Pero a ello se reduce todo el discurso, puesto que el resto del confuso, mimético y débil dispositivo significante del film no refuerza las tesis iniciales de denuncia de una situación de podredumbre y continuismo neofranquista, tesis que quedan huérfanas de la claridad expositiva y coherencia formal que debieran corresponderles.

Irónicamente, el film se estrena en 1996, año de la caída del felipismo y de la ascensión del Partido Popular (otra ironía más: una organización nacida de la conjunción de todas las familias políticas del régimen franquista), lo que iría conduciendo a la sistemática precarización y destrucción del tejido empresarial público, los servicios públicos y los derechos sociales, así como a un paradigma de desregulación del capital financiero, que, si bien anticipados por políticas concretas del felipismo, han ido llevando al país a una situación de decadencia, degeneración y descomposición social sucesiva y creciente.

Por lo tanto, el discurso de Zapico no solamente era ineficaz, y por lo tanto confuso, en su articulación argumentativa, sino también, históricamente hablando, inoportuno o reaccionario en su confusionismo. Hasta qué punto ello pudiera imbricarse en la deliberada ceremonia de la confusión ideológica que se instaló en la sociedad española -como en casi todas las demás sociedades del mundo- en la inminencia del ascenso universalizado de la extrema derecha neoliberal, hasta ahora en gran medida definitivo (al menos por la irreversibilidad de sus políticas), es un enigma. Aunque el hecho de que el film sea la única película del antiguo responsable de la agrupación de figurantes del sindicato vertical franquista, Rafael Bernases, no induce precisamente a la confianza en una denuncia política en verdad honesta.
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