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El ilusionista (2010)

El ilusionista
76 min.
7,3
10.857
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Trailer (FRANCÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
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Sinopsis
Cuenta la historia de un viejo mago que trata de no defraudar a una niña convencida de que sus trucos de magia son reales. Segunda película del director de "Bienvenidos a Belleville", basada en un guión de Jacques Tati que nunca fue producido. (FILMAFFINITY)
Género
Animación Drama Comedia dramática Magia Cine mudo
Dirección
Reparto
Animación
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
L'illusionniste (The Illusionist)
Duración
76 min.
Guion
Música
Fotografía
Animación
Compañías
Coproducción Francia-Reino Unido;
Links
Premios
2010: Oscar: Nominada a la Mejor película de animación
2010: Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película de animación
2010: Premios Cesar: Mejor película de animación
2010: Premios del Cine Europeo: Mejor film de animación
2010: Globos de Oro: Nominado al Mejor largometraje de animación
8
La Gran Ilusión
Homenaje a Tati desde sus títulos de crédito donde aparece como firmante del guión. No es el único ya que la simbiosis entre realidad y animación se interconecta en una sala de cine proyectándose una de sus joyas: “Mi tío”. Esa escapada y evasión se estable en el truco con el que arranca la película. La proyección de la película que vamos a ver se paraliza por un inconveniente técnico y aparece en escena el mago Tatischeff. Comienza otra película, la película del ilusionista, nuestra otra película al otro lado del telón. Es ahí donde la gran ilusión se nos proyecta como gran metáfora del arte cinematográfico.

Ambientada a finales de los años cincuenta y en el albor del nacimiento de la televisión “El ilusionista” nos habla de la indiferencia del público frente a las ilusiones realizadas por los magos. Parecen no ser los únicos en crisis: funambulitas diminutos, marionetas muertas y payasos que han dejado de llorar. El mundo artístico ha perdido la gracia y magia del pasado. El público parece fijarse en ídolos musicales e iconos generadores de chillidos y se busca en la ilusión el truco. No existe la magia… o al menos ya nadie cree en ella… aunque no para Alice que cree que aquel viejo ilusionista es capaz de traer incluso la nieve y que la magia se genera desde lo gratuito, desde un pequeño rincón del corazón. La realidad para mantener es otra: hay que pasar por caja e incluso malvivir para poder realizar ciertos trucos.

“El ilusionista” fue concebida como una carta para una hija perdida en la distancia. Tal vez el reflejo de amor al cine y a ese gran truco e ilusión que evitó ciertos momentos personales y privados perdidos y arrebatados por una profesión de sacrificio y escasas recompensas. Tati las tuvo en un legado del que todavía resuenan los aplausos pero Tatischeff únicamente lo encuentra alejado del mundo más cosmopolita, como si allí todavía creyesen en algo más entero y satisfactorio que los nuevos artistas de la canción bajo el neón y los halos catódicos. Queda poco más que ‘prostituir’ el oficio en el escaparate, sumergirse en trabajos basuras con otros uniformes o vivir en la clandestinidad de la mendicidad.

Ese tono crepuscular emerge en el memorable pasaje final. No hay más magia más allá de lo que queramos ver y sentir dentro de las vivientes sombras o la decadencia de las luces en una gran ciudad. Mejor vivir en una realidad sin magia que suplantarla con falsas esperanzas. Tal vez. Y es ahí donde “El ilusionista” alcanza la perfección en una simbiosis de arrebatada belleza e impostura, de un viaje directo a la nostalgia y a la melancolía donde queda revelado el más doloroso truco de la vida que nos somete a las lágrimas de la lluvia. Donde demuestra que Sylvain Chomet, aparte de una excelente cineasta de animación, es un gran poeta.
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102 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
10
Un oficio en peligro de extinción: regalar ilusiones
Sylvain Chomet es un dibujante, animador y director joven, pero de la vieja escuela. De los que sienten apego hacia las cosas antiguas, empolvadas, abandonadas en rincones de los que pocos se acuerdan.
Es de la escuela de la nostalgia, de la añoranza, de la habilidad para romper el corazón de quienes todavía sonríen embobados ante los trucos de un prestidigitador de los de varita, chistera, conejo blanco y mangas y bolsillos de los que salen toda clase de pequeños prodigios. Puede deslumbrar a quienes hace llorar la decadencia de los ilusionistas en unos tiempos que ya no son para ellos, en los que la magia ya no existe y los trucos son sólo trucos que no interesan a nadie.
Fabricantes de bellos espejismos eclipsados por la modernidad.
Chomet ha captado con sutil sensibilidad el espíritu que insuflaba Jacques Tati a sus obras. El del milagro de lo pequeño, de la sencillez, de expresar con ausencia de palabras o con las justas, interpretando la tragicomedia agridulce del descarrilado social, todo corazón y nada de sentido práctico, que intenta sobrevivir en un ambiente carente de romanticismo, mientras él lo derrocha como un lindo ramo de flores que languidece en una impersonal oficina, como un poeta que recita en una plaza donde nadie lo escucha, como los músicos callejeros que intercambian su delicado arte por unas monedas con las que poder comer.
El mago va con su maleta, con su conejo blanco y con lo puesto de puerta en puerta, de un teatro de variedades a una taberna con espectáculos con los que entretener a los clientes, de empleo en empleo mal pagado y peor recompensado por un público escaso, cada vez más indiferente.
Ya no interesa ver a un señor mayor vestido con traje añejo, sacando objetos de la chistera o de las mangas, o transformando cartas en copas, o haciendo desaparecer o aparecer monedas.
Su habilidad es inútil, es una profesión en extinción. Tatischeff (apellido real del cómico que inspira este largometraje de animación) es un artículo anticuado. Las ciudades se le quedan grandes, como Londres.
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57 de 69 usuarios han encontrado esta crítica útil
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