El segundo poder (1976)

Olor denso a velas cuyo humo negro asciende formando volutas oscuras en cuya sombra se esconden perillanes, malandrines y algún rufián de medio pelo medrado por impensables sinecuras.
Ritmo desigual para una propuesta en el que las procelas mundanas, las intrigas palaciegas y los requerimientos de lo más alto buscan acomodo con escasa fortuna.
El proyecto es ambicioso y la banda sonora adecuada pero el resto de elementos no consiguen imprimir ese tono idóneo que la peripecia, de enjundia vehemente, requería.

Largometraje a veces exaltado y a veces comedido con trasfondo histórico que merecía tratamiento más cuidado.