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Have a Song on Your Lips (2015)

Trailer
8
Quince años no es nada
El piano es todo un símbolo en Japón. Quizá sea más correcto decir que la música lo es. Desde los monjes budistas zen que la usaban para meditar durante la edad media hasta el moderno J- Pop, a través de la misma se puede estudiar prácticamente la historia del país nipón. Hoy día cuatro de diez mujeres japonesas dice tocar el piano, así como dos de cada diez hombres. Mejor o peor, con mayor o menor talento, pero son cifras poderosas. Música se escribe con los kanjis 音 (on - sonido, ruido, nota) y 楽 (gaku - consuelo, alivio, comodidad). Hay algo dentro de este arte que parece ser el alivio del alma.

Precisamente eso es lo que le falta a la protagonista de esta cinta, una talentosa pianista que está en crisis, que no es capaz de acercarse a los teclados. El por qué es una de las cosas que se irá descubriendo. Yui Aragaki interpreta con fuerza a un personaje rendido y paralizado, que contrasta con la dicharachera Fumino Kimura, su ex compañera de clase, a la que debe sustitutir. Porque, en el auge de su talento, al dejar su instrumento, Aragaki vuelve desde Tokio hasta el hogar de su juventud, las Islas Gotō, en Nagasaki, un lugar no suficientemente filmado y cuya fotografía espectacular ya sería en sí un motivo para acercarse al largometraje.

La sustitución tiene lugar en una escuela, pues su antigua compañera es una profesora en una zona algo rural. Además de dedicarse a dar clases, tutela al coro de la escuela, un grupo de muchachas que llevan trabajando tres años para presentarse al concurso de coros, liderados por su capitana, Nazuna. Originalmente un club femenino, la llegada de la profesora nueva abre la puerta a los chicos para ingresar en el mismo. Entre el reparto de jovenes masculino destaca Kuwahara, un chico aniñado que, pese a su prodigiosa voz, debe cuidar a su hermano autista fuera de clases. Nazuna también tiene problemas familiares, pues vive con sus abuelos desde que su padre abandonó a su familia.

La protagonista se pierde entre estos dramas familiares, y aunque al principio se mantiene hierática y distante, concentrada en su propia huida, la convivencia con los alumnos le va acercando a ellos. Entre todos preparan una canción que tiene que ver con una carta que es como una cápsula del tiempo, una carta escrita al propio yo dentro de quince años, para lo cuál tanto alumnos como profesora deben imaginar esa carta. Los adolescentes, para escribirla imaginando su futuro y su maestra, recordar lo que ella misma escribió para regresar a su pasado.

Y sí, vale, tiene muchas licencias poéticas, todo parece coincidir en un timing perfecto y hay cosas que parecen un poco descontextualizadas (La parte de que haya una Iglesia en la que nunca haya nadie pero que de repente sea muy importante en la historia me fascina), pero solo por la solidez de los personajes, por la manera tan entrañable de tratar el autismo, por puesta en escena y mensaje y porque, aunque no lo disimula, consigue su objetivo de ser conmovedora, merece la pena acercarse a ella.

El título, por cierto, está sacado de uno de esos aforismos japoneses que cuelga en la sala de música y que no está de más recordar de tanto en tanto: "No te desanimes. Ten una canción en los labios. Mantén el sol en tu corazón."
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