Ocho hombres de acero (1952)

Flojita, muy flojita película bélica dirigida por Edward Dmytryk. En mi humilde parecer, llena de errores y de una pretenciosidad insoportable. El comienzo es... como coger una película a mitad de su desarrollo, vamos, cercano ya a su clímax. Muchos diálogos, fuera no, 'fuerísima' de contexto, por no hablar de los ridículos sueños. Los paseos que se dan unos y otros entre las ruinas de la misteriosa ciudad (nunca dicen su nombre) también tienen su coña. Y, para no hurgar mucho en la herida, no haré burla de la destrucción final de la ametralladora enemiga.
Ya me imagino a Dmytryk y a muchos críticos 'de verdad' ufanos y pensando: "¡Qué obra maestra!"

Buena película bélica, con puesta en escena que recuerda a una obra de teatro (guión de Harry Brown, adaptando su propia obra), algo claustrofóbico por su reducido espacio físico en su mayor metraje, pero siempre dinámico puesto que en todo momento están sucediendo cosas y la historia avanza.
Se trata de una cinta humanista, como suelen ser la mayoría de las producciones de Stanley Kramer.
Se habla del compañerismo principalmente, pero también del sentido de la lealtad, del honor, del miedo, de los valores castrenses, siempre puestos en solfa, de la inutilidad de la guerra y de los sueños y anhelos de los soldados rasos que no saben porqué luchan y sólo desean regresar a sus hogares.
Ténicamente la cinta es muy competente, con buena fotografía en blanco y negro a cargo de J. Roy Hunt y las interpretaciones son excelentes, con un Lee Marvin que anticipa su personaje de "Doce del patíbulo".
Presencia de Mary Castle, bellísimo sueño romántico de los soldados.

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