La serpiente voladora (1982)

Película de terror realizada por un especialista del género de los años 70, Larry Cohen, que ha envejecido pésimamente por su planteamiento setentero. De lamentable guión, haciendo aguas por todas partes, la película nos narra , de manera confusa, las dos investigaciones que lleva la policía a cabo, encabezadas por Carradine y Roundtree, y la historia de un ladrón de poca monta interpretado por Moriarty. Este ladrón resulta insoportable, tanto que piensas si Moriarty realmente es igual de horroroso. Estas deseando que lo maten, lo metan en el trullo o lo que sea para que no aparezca más.

Y la historia del monstruo es sí es completamente inverosímil. Aunque cuando el urbanita no mira hacia el cielo en una ciudad, hay una cosa que se llama perspectiva, y que te permite ver el horizonte sin levantar la cabeza.¿nadie ve al bicho volador en New York? Ya son ganas...

Y luego está el mimo... ¿que co** pinta un mimo ayudando a la policía? ¡y encima es mudo y no puede alertar a la víctima! Es una de las escenas más involuntariamente surrealistas que he visto en el cine.

Película mediocre, obsoleta y para consumo del especialista en historia de este género.

Una serie de personajes, dos policías (Richard Roundtree y David Carradine) y un ladrón (Michael Moriarty) giran en torno a un enorme reptil alado en la ciudad de Nueva York. La premisa resulta ligeramente disparatada, sobre todo en el contexto del cine de los años 80, en el que este tipo de "monster movies" no se llevaba tanto como en décadas anteriores, ni como en décadas posteriores, pero Larry Cohen se las apaña para crear una historia entretenida, con buenas interpretaciones de un buen reparto, y con sus apuntes de crítica social: a esos horteras que toman el sol en las azoteas de Nueva York, que se los cargue el monstruo, por favor...

Ese reptil alado, ¿es un dios o un monstruo? ¿Puede ser nada menos que el Quetzalcoatl de los aztecas? ¿Viene a restaurar un reino de crueles sacrificios rituales en los que la víctima se sacrifica voluntariamente a su dios? Todas estas preguntas no quedan muy claras, pero crean una intriga, una amenaza, y un suspense. Para mí es una joya que acabo de descubrir, y que puede ser reivindicada, en sus justos límites.