Passport to Shame (1958)

¡No me lo puedo creer! Sin puntuaciones, sin una triste reseña en reputados libros de cine, sin una lacónica mención en libros especializados en el noir. Abandonada a su suerte. Pobre "Passport to shame" y pobre Alvin Rakoff. Que no se haya prodigado mucho en el cine no creo que sea motivo suficiente para desdeñar y hacer caer en el olvido tan magna película.
Claro, de esta forma, muchos aficionados al cine seguirán asociando a Herbert Lom como al traumatizado jefe del inspector Clouseau, a Diana Dors como la vampiresa "made in Marilyn" del cine inglés y, a Brenda De Banzie, como una secundaria más bien grisácea, a pesar de su asombrosa réplica al "déspota" de Charles Laughton.
"Passport to shame" es valiente, seca y minuciosa. Con esa minuciosidad revela sin ambages el sucio entremado entretejido en torno a la explotación sexual. Su vigencia es demoledora y dolorosa, ya no solo por la indecente explotación de estas mujeres sino por la mezquina y cobarde actitud de los políticos y poderosos (aunque viene a ser lo mismo) que, por mucho que miren para otro lado, se erigen en nauseabundos cómplices de estas mafias.
Rakoff dirige con pulso firme y dota a la historia de gran fuerza narrativa. Es un maestro a la hora de crear atmósferas en espacios interiores. Estas, son claustrofóbicas en pequeñas habitaciones, bares y despachos. Y, sin embargo, de un intimismo suave y romántico en la pequeña casa del taxista (pequeñas son también las dos ventanas en las que golpea la lluvia). La fotografía es excelente, y la combinación de planos (plano medio, primer plano) de gran fuerza visual. En cuanto a los actores, Lom, espléndido como "maloso" number one; Odile Versois, absolutamente deliciosa; Brenda De Banzie, maravillosa; Eddie Constantine, correcto, y Diana Dors demostrando con su actuación que es más que una cara bonita.

Por lo que me voy dando cuenta, el cine británico de estas fechas ya tiene en su haber algunas cintas dedicadas a temas conflictivos o escabrosos con cierto carácter divulgativo destinado a tratar de concienciar al espectador sobre ciertas realidades ignoradas y convertidas en tabú para su sosiego espiritual.
Esta película nos habla de un tema que en 1958 debía ser ampliamente ignorado por la buena sociedad. La trata de blancas y la manera en que operaban los mafiosos dedicados a ella.
La cinta está ficcionada y dramatizada, por lo que nos ofrecen un tema de base muy real y bien documentado, mezclado con cierta fábula romántica que no sé si termina de casar muy bien y que tiene cierto efecto contraproducente en mi opinión, al pretender situar al espectador bajo dos ópticas bastante antagónicas en sí mismas. No es la primera vez que se hace esto, es decir, mezclar realismo crudo con idealización pero, me temo, que eso sólo lo pueden hacer los grandes maestros y muy pocos entre ellos.
Sin embargo es totalmente encomiable la manera en que nos exponen los hechos y nos ilustran ante el modo de operar de estas mafias que, por lo que veo, no hay nada nuevo bajo el sol. Todo sigue funcionando igual.
Los métodos de captación de estas muchachas siguen siendo los mismos o muy parecidos y, una vez introducidas en el país, quedan a merced de estas ratas, totalmente incapacitadas para acudir a las autoridades que, en estas cuestiones, brillan por su ausencia.
Ilustra muy bien, no sólo la manera de operar de las mafias, sino que también me ha parecido muy interesante la visión que se deja deslizar en algunos diálogos sobre la percepción que la sociedad tiene de las putas, incluso ellas de sí mismas.- " No soy una mujer soy una..." dice Diana Dors en una elocuente conversación con el taxista.
Sea como sea, esta película ya sé por qué se encuentra en el rincón de las malditas. Si este tema, en pleno siglo XXI, sigue apenas sin tratarse con cierta rigurosidad, ! qué vamos a decir en 1958!. Me gustaría saber bajo qué condiciones fue distribuida esta película y si consiguió algún eco fuera de algunos cuantos cines alternativos. Aunque no vemos nada demasiado explícito, ya sólo por su tema y por lo que insinúa ya nos damos cuenta que obtendría la calificación de S o X o como las etiquetaran entonces restringiendo de este modo su cuota en el mercado. Y sólo por la valentía que supone tratar estos hechos en aquella época ya es merecedora de un gran respeto.