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La versión Browning (1951)

La versión Browning
86 min.
7,4
1.113
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Escena (Inglés)
Sinopsis
Aquejado por una grave enfermedad, el profesor Andrew Crocker-Harris se ve obligado a anunciar su retiro de la docencia. Mientras esto sucede, el profesor de química Frank Hunter sigue manteniendo la oculta relación que sostiene con Millie la esposa del veterano profesor, la cual lo vulnera psicológicamente esperanzada en deshacerse de él definitivamente. Profundos sentimientos empezarán a salir a flote y un drama de alto relieve nos abrirá sus puertas. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Colegios & Universidad Enseñanza
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
The Browning Version
Duración
86 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Terence Rattigan
Links
Premios
1951: Festival de Cannes: Mejor guión (Rattigan), mejor actor (Redgrave)
1951: Premios BAFTA: Nominada a mejor película y mejor film británico
1951: National Board of Review: Top Mejores películas extranjeras
10
Una valiente y provechosa confesión
“Los viejos siempre serán jóvenes para aprender una buena lección”, dice Corifeo en la tragedia “Agamenón” del dramaturgo griego Esquilo (525-456 a. de C.). Y bien podría ser que, de esta frase, parta la obra del también dramaturgo y guionista inglés, Terence Rattigan, a quien algunos quizás recuerden por sus posteriores créditos en títulos importantes como “Mesas separadas”, “El príncipe y la corista” o “Adiós, Mr. Chips” (1969), entre otros.

Mientras transcurre la película “LA VERSIÓN BROWNING” (título alusivo a la traducción que, de la tragedia de Esquilo, hizo el poeta y también dramaturgo Robert Browning, la cual tendrá un importante significado en la historia), me preguntaba si además de la versión en latín, útil para las clases del profesor Andrew Crocker-Harris, habría otra relación dada la relevancia que el “Agamenón” adquiere en este esplendoroso y conmovedor drama en el que, Rattigan, de nuevo nos seduce y embarga con esos pulcros, elegantes y bien construidos diálogos.

Y tras haber releído esta pequeña tragedia que habla de las atrocidades cometidas por el miedo y de los crímenes que se asumen luego por lo que se cree es justicia, compruebo que, además de que contiene -con una ligera variante- la frase consignada por el alumno Taplow en su libro de regalo: “Dios, desde la distancia, mira con complacencia al buen maestro” (que en la obra es “La divinidad mira con complacencia al que gobierna con dulzura”), también puede deducirse una suerte de comparativo entre la manera violenta de dirimir los asuntos afectivos en épocas remotas, y la manera conciliatoria y civilizada como pueden llegar a resolverse en la cultura del siglo XX.

En este particular, el filme dirigido con maestría por Anthony Asquith, redondea en el personaje del profesor, a punto de retirarse por estar aquejado de una delicada enfermedad, una figura que conmueve e impacta con su humildad ante la crítica, su temperancia ante el engaño, y con esa solvencia intelectual que lo hace firme y riguroso, pero no excluyente de valiosos sentimientos ni de aprecio por sus alumnos.

Imposible perderse la perfecta interiorización que con su rival, el también profesor Frank Hunter, sostiene el profesor Crocker-Harris -llamado por el rector como “El Himmler del quinto inferior” (¿por qué se afectaría tanto con estas palabras?). Y en general, el filme desborda un entendimiento humano de primera línea que, seguramente, nos aleccionará por viejos que ahora estemos.

Memorable la interpretación de Michael Redgrave (merecido ganador en el festival de Cannes), quien consigue extraer el alma de su personaje para fusionarla con la suya. Necesario tomar en cuenta aquella frase que él mismo olvidó mantener en práctica: “Se enseña más con buen humor que con excesiva formalidad”. Nuestro reconocimiento también a Jean Kent, Nigel Patrick y Wilfrid Hyde-White, con cuya presencia se redondea un filme brillantemente actuado, y desde cualquier punto de vista, realizado con la mano de un maestro.
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37 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
"Podré haber sido un intelectual brillante, pero era completamente ignorante de los hechos esenciales de la vida"
A la mayoría de la gente nos encantan las películas de profesores vitalistas y estupendos que vienen al colegio/instituto/universidad de turno y lo revolucionan todo con sus métodos heterodoxos, puede que sea sobre todo porque estos profesores nunca nos tocan a nosotros.

Pero en contra de esta idealización un poco edulcorada del digno oficio de maestro también el cine ha dejado testimonio y en "La versión Browning" vemos el lado más realista de la balanza: el profesor amargado, seco y aburrido que convierte cualquier cosa que imparta en un suplicio, curiosamente suele coincidir que es el de matemáticas por eso es la asignatura que más odia todo el mundo. Pero este maestro no es el de matemáticas, es el de lenguas clásicas que también se las traen.

El profesor Crooker deja el colegio donde da clases por un problema de salud y desde luego nadie parece lamentarlo. En clase están traduciendo la tragedia de Agamenón y Clitemnestra: hay un alumno que en un momento dado está hablando con otro maestro y le dice que la obra en sí es interesante pero con Crooker no parece más que un montón de palabras griegas juntas. Esto es chocante porque se va descubriendo que el propio Crooker es todo un amante de las obras clásicas. Sin embargo nada es lo que parece y a lo largo de la película se verá el porqué este hombre ha pasado de ser un poeta, un intelectual y un profesor con todas las letras a un hombre muerto por dentro que necesita con urgencia volver a aprender para aprender a enseñar.

La película resulta emotiva por la interpretación de Michael Redgrave y correcta en lo que se refiere a las formas, pero parece que a alguien se le olvidó hacer un guión y simplemente se limitó a rodar una obra de teatro. Demasiado diálogo profuso y explicativo, puertas que se abren y se cierran y cámara estática que se limita a grabar a los personajes mientras hablan. Cine no es enfocar en plano fijo un personaje en el centro de una estancia mientras recita un lucido monólogo en brittish arcaico: eso es teatro inglés.

Vamos, que hay "versión Browning" pero no hay "versión Asquith".

No obstante la obra es suficientemente buena por sí misma y a pesar de lo teatral y del final previsible contiene un puñado de reflexiones preciosas formuladas en un inglés anticuado que da gusto oírlo. El resultado es un disfrute moderado para amantes de los clásicos de factura británica y de obligada reflexión para profesores que hayan olvidado que la enseñanza no es situarse al lado de una pizarra y vomitar una retahíla de conceptos, sino que también es un vehículo para el propio aprendizaje.
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41 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
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