Los aventureros del oro perdido (1982)

Espeluznante producto. Nunca comprenderé porque Stuart Whitman, ya en la senectud, tenía papeles de galán, con esas pobladas cejas y ese aspecto campechano. Y no digamos lo patético que resulta ver como se liga a alguien que podría ser su nieta. En que co** pensarían los guionistas. Si es casi estupro. Junto a él un elenco relativamente aceptable pero miserablemente desaprovechado, como son Woody Strode o Harold Sakata, el coreano asesino del filme de James Bond "Goldfinger". Aquí pelearán a muerte entre ambos, sin ton ni son, en una secuencia delirante y absurda. Y no hablemos de Purdom, quién fue "Sinuhé el egipcio" y cuyas pésimas interpretaciones lo lanzaron en brazos de este tipo de subproducciones lamentables. También participa la Gemser, conocida por su serie erótica "Emanuelle"- con una "m" ya que era la imitación italiana de la franquicia erótica francesa "Emmanuelle"- y que aquí, por supuesto, nos enseñará su palmito y poco más, en otra escena absurda y delirante.

Y, es que parece ser, el filme se escribía cada día mientras rodaban. Y eso se nota. Es una pena, ya que el inicio prometía, con una columna de japoneses que llevan un tesoro es atacada por caníbales al final de la segunda guerra mundial en Filipinas. Unas escenas más propias de los filmes de Tarzán de Weissmuller y aquellos míticos gaboni. Pero ahí se acaba lo interesante. De hecho, no volverán a aparecer más, así que los peligros que acecharán a los aventureros que pretenden encontrar el oro treinta años después son más mundanos. Y aburridos.

La película es un sinsentido, sosa y tediosa in crescendo. Lo único destacable es la banda sonora, de Francesco de Masi.

Supongo que con el dinero que cobrase por el filme, Whitman se acercaría a un buen esteticien para arreglarse esas poderosas cejas. ¡Temblad metrosexuales ante un hombre piloso!