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321 días en Michigan (2014)

321 días en Michigan
100 min.
5,5
538
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Trailer (ESPAÑOL)
Sinopsis
Antonio se enfrenta a una temporada en la cárcel por delito financiero. Joven y brillante ejecutivo, elaborará un plan para evitar esa mancha en su currículum, convencer a todo el mundo de que va a estudiar un Máster en la Universidad de Michigan. Todo está controlado, excepto los 321 días que tiene que pasar en la cárcel. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama carcelario
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
321 días en Michigan
Duración
100 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Premios
2014: Festival de Málaga: Mejor actor de reparto (ex-aequo) y Premio del público
2
El malagueño sin proyección nacional que llegó a Michigan
Había ganas de ver '321 días en Michigan' en el Festival de cine Español de Málaga por varios motivos. El primero de ellos es que el equipo (casi en su totalidad) es de la ciudad; el segundo, (dicen, aunque no es cierto), que es la primera película malagueña que compite en sección oficial; y el tercero, para ver y comprobar que podía hacer Enrique García, cortometrajista local que se enfrenta a su primer largometraje y que curiosamente nunca ha tenido proyección nacional con ninguno de sus trabajos anteriores.


'321 días en Michigan' es, ante todo, una película cuyos defectos son pretendidamente sus virtudes. En primer lugar la historia, y es que el guión lastra un sinsentido de escenas y secuencias que apenas tienen conexión lógica con las anteriores. Las tramas y las subtramas se cierran sin apenas dar tiempo a entender lo que pasa en ellas y tampoco permiten empatizar con la relación que se establece entre sus personajes protagonistas. Parece que los guionistas no han entendido la primera ley de la escritura de guiones “entrar tarde y salir pronto”, y es por ello que la trama se resiente y se dejan cabos sueltos en todo el metraje.

La puesta en escena es justa pero adolece de defectos dramáticos. No se entiende muy bien por qué en algunas secuencias la cámara se mueve tanto y en otras se queda quieta, inmóvil, esperando con impaciencia e inseguridad para filmar a cualquier personaje que puebla el momento. Un buen estudio de los planos en la fase de pre-producción hubiese servido para enfatizar los momentos dramáticos y tensos que el guión pretende tener pero que no se establece en conexión con una puesta en escena dual y que se queda entre dos aguas.
La labor de los actores tampoco está definida. Se nota que la dirección de actores ha brillado por su ausencia y que el director ha estado (o ha pretendido estar) más en la parte técnica que en la parte actoral del filme. A veces los personajes hablan en andaluz, otras, en perfecto castellano… realizan parlamentos con efectos teatrales que distancian mucho al espectador, y es que, en el cine, los actores que están teatrales se escapan fuera de la pantalla para certificar que son totalmente inverosímiles. Una buena vocalización de algunos actores que pueblan la cinta tampoco hubiese estado nada mal, y es que, aunque la cinta sea en andaluz, desde estas páginas nos preguntamos si el filme podrá ser entendido fuera de Despeñaperros para arriba.


Si en algún momento los actores, con Chico García al frente, están deficientes es por la labor de Enrique García, capitán de un barco que naufraga de manera brutal en los primeros minutos de proyección.
Si podemos destacar algo de la cinta es la excelente labor del músico Fernando Velázquez, que hace lo que puede para tapar (y arreglar) los defectos de la cinta en una sucesión de temas instrumentales de gran fondo poético que, aislados de la imagen, son totalmente maestros.

No podemos decir lo mismo de la selección musical cantada, realizada por Javier Ojeda, líder del grupo malagueño 'Danza invisible', que ha elegido unas canciones que enfatizan ridículamente muchos momentos dramáticos de manera fácil y local.


Cuando la película termina tenemos la sensación de que el trabajo está hecho a medias, de manera rápida y mal ejecutada. Quizás la propia ambición de la historia merecía un conocimiento profundo, no ya del ambiente carcelario, sino de la psicología humana, y es que no hay nada peor que realizar un film donde todos los personajes responden a fórmulas típicas y tópicas. Eso funciona en una película de género cuando un maestro está detrás de ello. Cuando se quiere hacer lo mismo sin la suficiente experiencia humana y profesional se cae en el error y en el ridículo.

Al salir de la proyección los críticos nacionales no daban crédito a lo que acababan de ver y si la película ha recibido aplausos ha sido ya en la rueda de prensa, cuando Méndez Leite ha pedido uno porque el equipo de la película es de la misma ciudad que el festival. Un premio de consolación amargo para una película fallida, pretenciosa y artificial.

Y según los pronósticos, la película de Enrique García no se irá de vacío, más por cuestiones de protocolo que por cuestiones de talento en la misma película, y él debería entender que, aunque sea premiado con algún premio menor o de consolación, debe plantearse y mucho la labor de dirección cinematográfica pues parece que, en este caso, ha rodado la película con piloto automático, y eso lo pueden perdonar en Málaga, pero fuera, no.

Diario Cine
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46 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
El tópico de la intención.
Hablar de buenas intenciones suele ser el recurrido argumento de consolación para aquellos a los que un hecho en sí, un regalo, una acción, una noticia, no les ha satisfecho del todo y tampoco ven motivos para hacer sangre en medio del disgusto. Sin embargo, en materia cinematográfica, hablar sólo de buenas intenciones es casi hacerle un flaco favor a la película en cuestión. Y es que, en el cine, como en el Arte en general, con la intención no basta. Al debut de Enrique García lo podríamos salvar por sus intenciones, honrosas, de querer dar voz en su metraje a una realidad tan cruda e invisible como es la de la vida entre rejas, haciendo protagonistas de sus imágenes a personajes a un paso de la exclusión social que tienen ante sí una vía para la redención y la reinserción, muchos sin verla del todo clara.

321 días en Michigan quiere ser un drama carcelario cercano y reconocible para el público de a pie, centrado en dos tramas narradas en paralelo: la de un joven y brillante ejecutivo encerrado por un delito financiero, que tratará de hacer creer a su entorno en el exterior que se encuentra de viaje fuera del país, concretamente en Michigan; y la de una iletrada y joven madre gitana que, entre barrotes, intentará todo lo posible por no perder la tutela de sus hijos. Tan sugestivas ideas de partida acercan el film a cierto realismo social inherente a los títulos españoles que en el pasado abordaron la temática carcelaria y encierran no pocas posibilidades críticas en torno a dos temas bastante candentes, por desgracia, en la actualidad: la violencia de género y la corrupción de la élite empresarial. Por desgracia, García, con la ayuda de su coguionista, Isa Sánchez, desestiman la ocasión para construir un relato que se pudiera enmarcar en cierto cine de denuncia frontal y construyen su película en base a un buen número de lugares comunes, de tópicos mil veces vistos antes en cuanto al desarrollo de las consabidas situaciones entre rejas y, sobre todo, en el dibujo de sus esquemáticos personajes.

Así, lo de atractivo que encerraba en sí misma la idea de base, que hubiera podido revelar una pertinente y necesaria crítica a los tejemanejes empresariales ajenos a la legalidad, se queda en el limbo de las expectativas del espectador, que asistirá con atónita pereza al día a día de ese pijo, para colmo, sin síntomas de arrepentimiento, dentro de un ambiente que debería serle hostil, pero al que, por obra y gracia de un guión excesivamente forzado, se adapta casi en un abrir y cerrar de ojos. Esta falta de coherencia con lo que se supone debía ser el dibujo del personaje central dará como resultado una molesta sensación de inverosimilitud a todo el film, que para colmo de males estará rematado en su tercio final por la cofluencia de las dos tramas principales en una sola, dando como resultado un subtrama romántica previsible desde los primeros minutos del film y que no cuaja por un trazado en exceso superficial. Sólo la trama femenina, por el sutil cariz de denuncia social que le da origen, logra encerrar cierta coherencia a lo largo de su desarrollo y se la debe, en gran medida, al matizado y espléndido trabajo que en ella lleva a cabo la debutante actriz Virginia de Morata, siempre por encima de las limitaciones del texto gracias a la palpable comunicabilidad que logra establecer con la cámara.

Por todo esto, llegamos al final de 321 días en Michigan con cierta desazón, divididos entre la frustrada cortapisa que el visionado del film ha supuesto para nuestras expectativas y el alivio y la incómoda superioridad que brinda presentir el final desde mucho antes del segundo punto de giro. Mal que nos pese, todo suena a ya visto en 321 días en Michigan. Nada sorprende ni emociona, ni técnica ni artísticamente, a lo largo del metraje del film, que precisamente por ello propicia la sensación de alargarse más de lo que en esencia debería. No hay en él, por tanto, mucho que logre destacarse para bien del grueso de óperas primas que ven la luz cada año en nuestra cinematografía, ni siquiera el oficio de su director, que entre tratar de hacer alardes o limitarse a contar de la manera más sencilla su historia, opta por la vía fácil y más recomendada y tira de una puesta en escena desganada, en exceso común, sin brío ni personalidad alguna, anclada, para bien y para mal, en los estándares asumidos por el género carcelario y más cercana, por desgracia, al folletín televisivo que al melodrama cinematográfico.

http://actoressinverguenza.wordpress.com
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