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Empiecen la revolución sin mí (1969)

Empiecen la revolución sin mí
98 min.
5,5
252
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Trailer (INGLÉS)
Sinopsis
En tiempo previos a la Revolución Francesa, dos parejas de gemelos son separados al nacer. Una pareja se criará en la realeza, mientras la otra crecerá como niños de unos campesinos. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Revolución Francesa Siglo XVIII Parodia
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Start the Revolution Without Me
Duración
98 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1970: Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión original comedia
3
Paradojas del Séptimo Arte, señoras y señores...
Aquellas noches de los 80 y principios de los 90, escuchando a Carlos Pumares en Antena 3... ¡Qué momentos! Y entre las frases que recuerdo, algunas épicas y muchas para hacer una película, evoco la siguiente:

-"Carlos ¿qué te parece Donald Sutherland?

y CP respondía

- "Donald Sutherland está siempre bien... incluso en «Empiecen la revolución sin mí»".


Exacto. Eso es. Esta peli, en la que sale por cierto como narrador "sui generis" el señor Orson Welles, es mala. Mal guión, mala dirección, poca gracia... Pero la actuación de Sutherland demuestra, aunque parezca increíble, que un actor puede participar en una producción más que deficiente y actuar muy bien.

Paradojas del Séptimo Arte, señoras y señores... :-)
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11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
El Rey Pollo.
245/16(18/10/17) Estrafalaria comedia donde los momentos de humor son pocos y donde la brocha gorda es abusiva. Una caricatura bufa sobre la Revolución Francesa, dirigida por Bud Yorkin, en la que se parodian obras literarias como “Historia de dos ciudades” de Charles Dickens, “Los hermanos corsos” y “El hombre de la máscara de hierro”, ambas de Alejandro Dumas, con guión de Lawrence J. Cohen (“El autobús atómico”), y Fred Freeman (“Delirios”). Un relato hecho a mayor gloria de uno de sus protagonistas, Gene Wilder, actor que hizo de este tipo de humor chusco de trazo gordo esperpéntico (mucho de esto con Mel Brooks de director, como lo de romper la cuarta pared o los anacronismos) su éxito, sub-género en el que el actor se mueve de maravilla con su histrionismo desbocado y su sobreactuación desbocada, siendo este film una delicia para los que disfruten con este estilo de comedia simplona, éntrelos que no me cuento. Cinta trepidante en el que el ritmo es vital para el espectador no piense demasiado en lo chusco de su desarrollo, hecho en base a la acumulación tsunámica de gag sobre gag, y en esto hacer esperar al espectador que alguno le haga sonreír. Su estructura evolucionada mediante el humor recurriendo a los equívocos, las falsas apariencias, el slapstick, el humor sexual, los diálogos de besugos, el romper la cuarta pared, y en este torbellino de mezcla de sketch las risas (por lo menos las mías) son escasas, eso sí salvo varios por los que no ha sido hora y media perdida del todo. Y es que el humor no es bien manejado, no sabiendo modularlo, abusando de recursos sin mesura (ejemplo lo de la fecha sobreimpresionada, una vez hace gracia, pero a la de tropecientas…). Las actuaciones resultan guiñolescas, solo estimables por parte de un buen Donald Sutherland que aporta buenas dosis de ingenuidad y de flema, y por parte de Hugh Griffith como el entrañable y patético Rey Luis XVI, resto son meras muletas que estiran sus estereotipos hasta el hartazgo, como el amaneramiento de la aristocracia francesa, o la ninfomanía de Maria Antonieta. Ah, y siempre agradecible la presencia de Orson Welles como prólogo y epílogo, dando lustre y riéndose de sí mismo cuando dice que es él en una película de color, supongo que apareció para ganar algo de plata para esos proyectos inacabables en los que el polifacético artista estaba siempre embarcado.

30 años antes dela Revolución Francesa en el siglo XVIII, el duque de Sisi (Maxwell Shaw) estaba apresurando a su esposa embarazada para ir al médico una noche cuando se encontró con un poco de molestia: el médico ya estaba atendiendo a una mujer que tenía un bebé, la esposa de un orgulloso campesino (Graham Stark). Los bebés nacieron, cuatro de ellos, dos conjuntos de gemelos, pero hubo una confusión y la enfermera no sabía qué grupo de gemelos pertenecían a qué madre. Para resolver este problema, el médico le dio a cada madre un gemelo de cada uno, por lo que al menos tendría la mitad de la razón, y ambos crecieron ajenos a la existencia de sus hermanos. Saltamos a 1989, los hermanos campesinos Claude (Gene Wilder) y Charles (Donald Sutherland), están siendo mezclados a regañadientes con la revolución, estando en un grupo rebelde comandado por Jacques (Jack MacGowran). Y al otro lado están los aristócratas corsos Philippe (Gene Wilder) y Pierre (Donald Sutherland), dos hombres crueles y entre los mejores espadachines de su generación, embarcados por el pérfido Duque de Scargot (Victor Spinetti) también se verán envueltos en intrigas palaciegas en medio de la latente gestación de la Revolución. Tendrán importancia en la historia personajes como el rey Luis XVI (Hugh Griffith) y la Reina Maria Antonieta (Billie Whitelaw); La bella Princesa Cristina (Ewa Aulin) de Bélgica.

Para una mente que espere algo de sustancia sea el género que sea, que espere inteligencia orgánica, me refiero a mí esta película es un desierto con algunos oasis en su recorrido hacia la nada, como desierto por supuesto me refiero al abrimiento-inanidad, donde falta mordacidad e ingenio, y sobra astracanada, especie de fast-food serie b McDonalds.

Dividida en dos partes diferenciadas: La primera es la presentación del argumento, de los personajes, del convulso escenario; La segunda parte es donde todos los personajes se concentran en el palacio del rey y allí se desencadenan las intrigas palaciegas; Es en esta segunda parte donde los oasis se dan cita, donde el ritmo rompe la cadena yendo cuesta abajo sin frenos, salvándose la hilarante fiesta-baile con el Rey vestido de pollo (le habían dicho era un baile de disfraces), con la discusión delirante entre lo que es placer y negocios, propia de los más lúcidos hermanos Marx, o con el baile en que se van pasando los asistentes notas sobre a quién hay que matar. Pero cuando el clímax explosiona con la persecución de unos a otros en medio de los pasillos y pasadizos secretos de palacio queda en algo anticlimático.

Dela puesta en escena destacar los bonitos escenarios escogidos en Francia por el diseñador de producción François de Lamothe (“Los miserables” o “El hombre de la máscara de hierro”), el Château de Rochefort, Vaux-le-Vicomte-Seine-et-Marne (Palacio del Rey Luis XVI), y la Cathedral of Notre Dame en parís, realzado esto por la fotografía de Jean Tournier (“El tren” o “Chacal”), esta inmersión en la época maximizada por el estupendo vestuario creado por Alan Barrett (“Lejos del mundanal ruido” o “Elemental, Dr. Freud”).
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1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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