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Entre el amor y la muerte (1981)

Entre el amor y la muerte
117 min.
6,6
242
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Teaser (ITALIANO)
Sinopsis
En el año 1862, en una ciudad piamontesa, Giorgio Bacchetti, capitán de un regimiento de caballería, conoce a Chiara, una bella mujer casada y madre de familia. Se enamoran al instante y son felices hasta que a Giorgio lo trasladan a una guarnición cerca de la frontera. Como todos los oficiales, Giorgio cena en la mesa del Coronel, en la que siempre hay un lugar vacío, el que corresponde a la prima del Coronel, una mujer que casi siempre está enferma y prefiere quedarse en su habitación. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Siglo XIX
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Passione d'amore
Duración
117 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Italia-Francia;
Premios
1981: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (Mejor película)
1980: 3 Premios David di Donatello, incluyendo mejor actriz (Valeria D'Obici). 6 nom.
6
La belleza interior y el amor desbordante frente a las guapísimas actrices.
He de confesar que hace mucho que ví la película. Me anima a escribir esta crítica el que no hayan otras.

Lo curioso y original de esta película es descubrir cómo una mujer, que no es físicamente agraciada ni tiene un carácter conciliador, puede mostrar, por las virtudes de su alma, un amor tan desbordante y llegar a cautivar a un hombre que hasta ese momento está ligado nada menos que a la Antonelli.
La historia es creíble por mérito del director y recuerdo la actuación de la protagonista como portentosa. Me imagino que es de mi desconocida Valeria D´Obici,
Frente a las actrices molonas de siempre aquí se reivindica el amor con mayúsculas para gente físicamente normal o, quizá, mas bien fea. Una nueva lección.
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5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Caras más difíciles se han visto.
No tenía ningún conocimiento de la novela “Fosca”, ni de su autor ni del movimiento literario en el que podía incluirse, pero su protagonista está a la altura de cualquiera de las grandes heroínas de la literatura decimonónica. Una hiperestésica enferma de romanticismo. Pero algo le distingue fatalmente de ellas: es fea como un pecado mortal y para poder conseguir lo que a las demás les resulta fácil, ella tiene que convertirse en un súcubo que extrae la vitalidad y la voluntad del ser amado hasta dejarlo exangüe, anticipándose a la mujer fatal que tanto atrajo a los simbolistas.

Ayer vi otra adaptación literaria, “Las dos inglesas y el amor”, que trata también de un hombre atrapado entre dos mujeres, en la que Truffaut parecía tener tan poca confianza en la capacidad de comunicar de sus imágenes que hacía recurso constante a la literalidad del texto, interponiendo a un tercero entre las imágenes y el espectador. Scola empieza su película con la voz en off del narrador en primera persona, a la que recurre puntualmente, y la termina con una secuencia en la que vemos al narrador finalizar su historia y en que circunstancias y ante que cualificado público la ha contado. La novela quedó inacabada, al morir tísico su autor, y el último capítulo lo escribió un amigo suyo. No sé si esta secuencia final adapta ese capítulo, pero es como un antídoto al romanticismo venenoso de la historia.

Scola se pone al servicio de una obra literaria que no parece muy próxima a su sensibilidad y realiza una impecable puesta en escena. Los movimientos de la cámara y de los actores se resuelven en encuadres expresivos y es capaz de interponer una distancia irónica en algunas secuencias. Lo que no hace nunca es caricaturizar a su protagonista, un personaje que se presta tanto, y la muestra muy autoconsciente dentro de su irracionalidad. Valeria D’Obici, con una caracterización que la ayuda muchísimo, compone una Fosca inevitablemente intensa. Trintignant tiene un personaje que parecía que iba a introducir una cierta racionalidad en la historia, pero es el que pone en marcha la fatal situación. Massimo Girotti recuerda con nostalgia lo guapo que fue y Laura Antonelli encarna a la amante que, aparte de estar estupenda, no es una mujer egoísta. Y el guapo Bernard Giraudeau debería aprender a decir “no” con más convicción y no dejarse empujar por todos hacia donde no quería ir.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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