El murciélago (1959)

Film en clave de thriller, bastante lejos de las películas convencionales de terror (a pesar de algún que otro sustillo de cara a la galería), y que en ocasiones más parece una adaptación de una de aquellas novelas policíacas de Agatha Christie, que un film de terror que es en el género que se le encuadra… y como se vendió en su momento.
Un asesino en serie con el sobrenombre de “El Murciélago” que en el pasado cometió unos crímenes vuelve a aparecer, poco después de que la casa donde sucedieron los hechos sea alquilada por una escritora de novelas de misterio y su ama de llaves.
Los sucesivos asesinatos y la investigación posterior con la ayuda de la escritora, que trata el caso como si de una de sus novelas se tratase, centra el desarrollo de la película.
A pesar de tener momentos brillantes, no consigue pegar el salto de calidad, aunque cumple sobradamente las expectativas, ya que es un film de serie B con un limitado presupuesto, y al cual mucho más no se le puede pedir.
Dirige Crane Wilbur, (La venganza del presidiario, 1935), director siempre de trabajos menores y con una corta filmografía. Encabeza el reparto el siempre eficaz, Vincent Price, (El cuervo, 1963), en un papel muy similar al de otros tantos de su carrera. Le acompañan Agnes Moorehead,(Solo el cielo lo sabe,1955) secundaria de lujo en innumerables films, Gavin Gordon, (Romance, 1930), actor también con amplia carrera como secundario, Jhon Sutton (El regreso de la mosca, 1959), un habitual de la época en papeles menores y Elaine Edwards, vista en “La maldición del hombre sin cara” de 1958.
No les aburrirá, y tiene alguna escena destacable mezclada con otras hilarantes… pero en su conjunto es un film recomendable, aunque bastante desconocido para el gran público.

Con buena voluntad, cierto ingenio y una adecuada disposición de ánimo se pueden combinar suficientes elementos para componer una película digna con un presupuesto reducido.
Es el caso.
El director C. Wilbur maneja la estrechez con acierto y su talento se pone de manifiesto cuando sabe salir airoso de esos momentos críticos en que la trama parece que se enreda y, a pesar de ello, la obra no se viene abajo.
Es la impronta del mérito.