Los amantes del río Tajo (1955)

En 1944, cuando regresaba de prestar su servicio como soldado, Pierre Rouvier descubrió a su esposa con un amante y la mató instintivamente. Fue exonerado del cargo y quedó libre cuando él mismo sentía que se merecía el más severo castigo. Aficionado a viajar y queriendo huir de su absurdo pasado, Rouvier parte hacia Lisboa… y cuando presta servicio como taxista, conoce a Kathleen Dinver, una linda viuda adinerada, y pronto se enterará de que, un detective de Scotland Yard, la viene siguiendo porque guarda serias dudas sobre el accidente en el que murió su aristocrático marido.

Con sus corazones vacíos y ávidos de amor, Pierre se sentirá pronto atraído por la bella y muy sensual Kathleen, y ella, también se sentirá segura con él y respaldada en lo que necesita. El río Tajo y el mar atlántico, serán testigos directos de su pasión… pero, el inspector Lewis estará siempre como una sombra tras ellos, y cada palabra suya, resonará en la mente del enamorado taxista sembrándole la duda y la desconfianza.

Lo que sigue, amerita verlo, porque se trata de una historia muy bien contada, donde la pasión, la incertidumbre y el amor, tendrán un lugar muy intenso entre dos seres que no parecen hechos para estar unidos ni para ser felices.

Se parte de la novela, “Les amants du Tage” que, el escritor argentino-francés Joseph Kessel, (1898-1979), publicara en 1954, y de un guion escrito por Marcel Rivet, Jacques Companéez y diálogos muy efectivos de Marc Gilbert Sauvajon. La versión es libre y el director, Henri Verneuil, tendría serios problemas con las juntas de censura, pues, se atrevió a mostrar a su musa, Françoise Arnoul, en prendas y en poses bastante sugerentes. La copia a la que hasta ahora podemos acceder, aparece todavía con unos 15 minutos menos, pues, al parecer había escenas donde la Arnoul lucía generosamente sus encantos.

Planteada como una suerte de film noir, “LOS AMANTES DEL RÍO TAJO”, incrementa mucho su valor con la eficaz presencia del inglés Trevor Howard (el inspector Harry Lewis), personaje que se luce con su ironía y con sus intervenciones siempre precisas y controladas. Con suma inteligencia él no decide nada; incita a ser buscado antes que buscar; se muestra cercano, pero distante; suelta cada palabra cuidando, con la mayor sutileza, que motive acciones; y con su accionar… quizás recoja sus frutos cuando menos se lo espere.

Daniel Gélin y Françoise Arnoul, hacen también una muy buena pareja. Dos seres de pueblo que ahora padecen el inevitable asedio de sus errores. Él, aspirando quizás a redimirse salvando a una chica que siente pasos incesantes que la torturan; y ella, anhelando a darle amor a un hombre que no fue tratado antes como quizás lo merecía. Sus corazones lucen hechos el uno para el otro… pero, la felicidad es muy esquiva mientras la culpa aún resuene en nuestros corazones.

Con “LOS AMANTES DEL RÍO TAJO”, el francés Henri Verneuil, nos ofrece un filme bastante atractivo y satisfactorio que, además de que es muy gratamente entretenido con su excelente juego de ambigüedades, ejemplifica también, muy eficazmente, el necesario entendimiento de que sólo se juzga cuando nada se sabe. Pero, “comprenderlo todo, es perdonarlo todo”, bien que lo dijo un día mi muy apreciado filósofo alemán, Friedrich Nietzsche.

P.D. Memorable canción de Amália Rodrigues, "Barco negro".