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Lady Bird (2017)

Lady Bird
94 min.
6,6
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Sinopsis
Christine (Saoirse Ronan), que se hace llamar "Lady Bird", es una adolescente de Sacramento en su último año de instituto. La joven, con inclinaciones artísticas y que sueña con vivir en la costa Este, trata de ese modo encontrar su propio camino y definirse fuera de la sombra protectora de su madre (Laurie Metcalf). (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Drama Comedia dramática Adolescencia Cine independiente USA Maternidad
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Lady Bird
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
2017: Premios Oscar: 5 nominaciones incluyendo mejor película y director
2017: Globos de Oro: Mejor película comedia o musical y actriz (Saoirse Ronan)
2017: Premios BAFTA: 3 nominaciones, incluyendo Mejor actriz (Saoirse Ronan)
2017: National Board of Review (NBR): Top 10, mejor director y actriz sec. (Metcalf)
2017: American Film Institute (AFI): Top 10 - Mejores películas del año
8
Perdiendo Virginidades
De qué va 'Lady Bird', no tengo ni idea.
Es un conjunto de trozos vitales, efervescentes y caóticos, que a veces duelen hasta lo más hondo mientras otras tantas descansan, ansiando demostrar que existen.
Es vida, es impulso, es incomprensible, pero por encima de todo eso, es adolescencia.

A Christine le va muy bien en el instituto.
O no, o quizás sólo le va bien a ratos, cuando le mira Danny en las audiciones de teatro o se ríe por lo bajo de la misa con su amiga Julie.
También quiere mucho a sus padres.
O puede que sólo soporte sus sermones porque son los que ponen la comida, y autorizan los avales económicos de becas futuras.
De todas formas, es muy probable que Christine, perdón, Lady Bird, esté contenta con lo que hace, aunque a veces explote, se lleve todo por delante, y no esté saliendo de una para meterse en la siguiente, gritando con tanta rabia que a veces se confunde con júbilo.

Lo bello de esta historia suya es que se nos ahorra la inútil necesidad de empatizar fácilmente: su madre Marion repite que es la villana de la casa, pero nunca me parece que alce la voz sin motivo, porque tiene cierta razón y, además, (en un hermoso detalle de verosimilitud) tan pronto puede echar la bronca como abrazar una hija que la necesita.
Greta Gerwig sabe que su criatura es descuidada, obscena, maleducada y otras tantas lindezas, pero nunca elige ennoblecerla, hacerla víctima o heroína, y mucho menos pedirla que actúe con inteligencia.
Porque nunca fuimos buenos o malos a su edad, siempre estuvo el caos del momento, empujándonos a hacer lo que nos parecía "correcto", ya fuera dejar una amiga en la estacada o llegar a casa a las tantas de la madrugada, todo por un beso.

El querer retratar todo eso deja significados: ¿la escayola del brazo representa una cáscara que deja atrás, la que todos tenemos que romper cuando nuestras ilusiones se rompen también? ¿tachar novios en las paredes de una habitación atestada de verdad marca todo lo que tú eres o puedes ser? ¿el plumaje de la señorita pájaro brillará más al elevar un vuelo que nunca se ha atrevido a iniciar?
Las sutilezas no importan tanto en verdad, y pronto se esfuman porque, en esta vida real, nadie tiene tiempo para seguir una ruta en la que no se vaya a equivocar.
Lady Bird, Christine, en sus mentiras y gritos, desenvuelve una búsqueda de identidad, de apariencia, una que no le gusta y que cree que podrá cambiar si se lanza de cabeza a todo lo que la asusta, sin mirar nunca más de lo necesario. Y ahí quedan las primeras traiciones a las mejores amigas, las mentiras piadosas que no tienen sentido sobre una "casa de los sueños" en la que se vive, y sobre todo, el primer contacto con el masculino sexo, en la edad en que una alcachofa de ducha ya da todo lo bueno.

Lo duro, lo triste en realidad, es que cuesta todos los errores del mundo darse cuenta de lo que uno quiere de verdad.
Y lo difícil no es saberlo: es decirlo.
Saber que una canción te encanta aunque todos los que se hacen llamar tus amigos la odien. Darte cuenta de que prefieres irte a otro sitio que no suponga una felicidad obligatoria. Y salir en las fotos riendo de verdad, porque no había ninguna sonrisa que preparar.

Seamos sinceros, a nadie le arregla la vida saber dónde no quiere estar, y a dónde quiere ir. Seguimos siendo manojos de nervios, impresiones y arrepentimientos, que a veces salen bien.
Hay que conformarse con entrenadores de fútbol dirigiendo teatro, amigas que decepcionar y estar en alguna lista de espera, sin poder entrar.
Pero eso está bien, es lo normal, Lady Bird.
Ojalá alguien me lo hubiera dicho, y me lo siguiera recordando, como a ti, querida Christine.
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284 de 323 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
Amor y atención… ¿no son lo mismo?
"Cualquiera que hable sobre el hedonismo de California nunca ha pasado unas Navidades en Sacramento". Esta cita de Joan Didion preside la película y descoloca con intempestiva audacia al distraído espectador, que no sabe a qué carta quedarse. Estamos ante un nada disimulado lienzo autobiográfico de la directora y guionista californiana Greta Gerwig donde confluyen varios temas tratados con exquisita delicadeza y ausencia de énfasis: la creencia de vivir en el culo del mundo, la convicción de tener a la más terrible e injusta de las madres, la certeza de ser un patito feo defectuoso, el ahogo de estar inmerso en un villorrio infumable marcado por una religiosidad anquilosada, el temor de no ser capaz de escabullirte del gris destino que ves desplegarse – con espanto – ante ti, la sospecha de que todos están confabulados para acogotarte en el momento que trates de asomar tu atolondrada cabeza del nido familiar...

Pero este relato sobre los miedos e inseguridades de una bulliciosa adolescente confundida es mucho más que la suma de sus factores. En realidad es el retrato del malestar que invade a una chica de provincias que sueña con escaparse de su cárcel íntima y alcanzar el edén de una quimérica gran ciudad, como si su palurda villanía no la dejara ver lo que tiene – obsesionada en fijarse y obnubilarse con todo lo que cree que le falta – y por lo tanto es incapaz de paladear y disfrutar de los pequeños placeres de la ordinaria mediocridad cotidiana que la rodean. Su ceguera es la alegoría, nada indulgente ni cándida, de todas nuestras porfiadas cegueras habituales. No vemos lo que no queremos ver y negamos todo aquello que no sabemos apreciar… porque hasta que no nos abracemos compasivos y demos las gracias por nuestros insignificantes dones (cualesquiera que estos sean), no seremos capaces de crecer, madurar y extender nuestras alas y volar.

Crecer es sinónimo de dolor: angustia por lo que vamos dejando atrás, congoja por lo que aún no vemos desplegarse ante nosotros. Los caminos del señor son insondables… como lo son los senderos inexplorados que no nos atrevemos a recorrer sin la ayuda de nuestros semejantes. La soledad es un estado de ánimo, una obsesión, un extravío, un ofuscamiento de los sentidos que nos paraliza y nos vuelve crueles con quien más nos quiere y aprecia. Al romper con todo nos rompemos nosotros mismos.

Estamos ante una pieza admirable. Su autora revive todos los fantasmas que alguna vez nos atormentaron, teje un tapiz hilado con amor, urdido con pasión y adornado con el malestar de sus entrañas. Además cuenta con una deslumbrante Saoirse Ronan: su postrer mensaje a su madre ausente nos reconcilia con la vida.
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88 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
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