Sangre sobre los rieles (1957)

En un impecable blanco y negro para mostrar las muy buenas actuaciones de un grupo de hombres que viven alrededor de los trenes, al espectador se le van desvelando poco a poco las razones de un hombre que muere atropellado por el tren que él mismo conducía pocos días atrás antes de ser relevado.

Recuerda ese clásico de Lumet, 12 Angry Men, por la forma en que van reconstruyendo los hechos los miembros del comité de la estación de trenes que tienen a su cargo buscar al culpable de tan atroz muerte. Cada una de las versiones es parcial y, aparentemente, interesada.

Buen cine al que le faltó, solamente, el despliegue propagandístico para haber alcanzado altas cotas de espectadores.

Durante un viaje nocturno, un tren embiste a una persona que se encontraba en medio de la línea férrea, por más que el maquinista intentó frenar no pudo evitar el atropello y la muerte de este hombre, al bajarse junto con sus compañeros se da cuenta que el fallecido es Wladyslaw Orzechowski (Kazimierz Opalinski), un veterano maquinista que trabajaba con ellos.

Las autoridades de la compañía ferroviaria comienzan a hacer las investigaciones necesarias para saber qué llevó a Orzechowski a estar ahí, ¿fue un suicidio o una secuencia de lamentables hechos que tuvieron ese resultado? Mediante la analepsis, el argumento comienza a construirse gracias a los testimonios de tres testigos del incidente, con los que también se relacionó en el trabajo.

Esta reconstrucción de hechos funciona también para explorar la labor del protagonista en el ferrocarril, hombre de carácter fuerte y autoritario, ferviente trabajador que busca siempre la excelencia o simplemente incomodar a sus compañeros. Existe un evidente choque generacional entre él, experimentado y forjado en la “vieja escuela”, y sus pares, jóvenes, novicios y carentes de experiencia.

La película está basada en una historia del escritor y guionista Jerzy Stefan Stawinski, que es coguionista junto a Munk. Para él representa su primer largometraje de ficción en solitario, luego de una primera parte de su carrera con varios cortos documentales cercanos a la corriente del Realismo socialista, de hecho, Kolejarskie slowo (Palabra de ferroviario, 1953) está centrado en los trabajadores del tren.

Por su parte, Czlowiek na torze se podría decir que se enmarca como punto medio entre este Realismo socialista (mostrando algunas referencias al partido comunista y la unión de los trabajadores), y la naciente época de esplendor de la Escuela de cine de Lodz, la película incluso inspiró a miembros de la escuela como Roman Polanski o Krzysztof Kieslowski, convirtiéndose en una de las cabezas del movimiento junto con Andrzej Wajda.

El largometraje causó una grata impresión al momento de su estreno, precisamente por representar esa ruptura con el pasado, a partir de entonces, Munk se convirtió en una de las principales figuras del cine polaco (hasta su prematura muerte a la edad de 39 años), sus filmes, con mucho merecimiento, son aclamados, este en particular logra manejar muy bien los hilos narrativos, se construye generando interés y comprendiendo -más no compartiendo- mucho del pensar de Orzechowski. Altamente recomendable.