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Las olimpiadas de Tokio (1965)

Las olimpiadas de Tokio
170 min.
7,0
184
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Escena (INGLÉS)
Sinopsis
Aclamado documental dedicado a los Juegos Olímpicos que Japón hospedó en 1964. (FILMAFFINITY)
Género
Documental Documental deportivo Juegos olímpicos
Dirección
Reparto
Documental
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Tôkyô orimpikku (Tokyo Olympiad)
Duración
170 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
Premios
1965: Premios BAFTA: Mejor documental
8
ESPLENDIDO FILM
He sido gratamente sorprendido por esta película del no tan conocido director Kon Ichikawa cuya película más conocida es "El arpa birmana". Se trata de un film muy bien dosificado con imágenes de gran calidad. Recurre a la cámara lenta a veces (gimnasia, maratón), al stop motion (minuto final de la definición de voley femenino). Alterna las competencias con la reacción del público y la actividad de los deportistas en la villa olímpica. En el rubro técnico lo más sorprendente es el sonido: llamativo especialmente en la competencia de equitación y en los trabajos en barras y paralelas. Es notoria la recuperación mostrada por un Japón que había quedado devastado tan sólo 19 años antes al finalizar la IIa.Guerra Mundial. El mensaje de hermandad entre los pueblos a través del deporte es evidente y está muy bien mostrado. Como dato anecdótico quiero resaltar la sorpresa que tuve al ver uno de los corredores africanos recorrer los más de 42 kms. de la maratón olímpica con los pies descalzos: asombroso !!! Comparando esta película con la soberbia realización de Leni Riefenstahl sobre los juegos olímpicos de Berlín de 1936, me parece que casi 30 años atrás, la directora alemana logra un film aún más espectacular que este, pese a que fué filmado en blanco y negro.
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4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Y el fuego retorna al sol
Los documentales de larga duración sobre los juegos olímpicos son de alguna manera un género aparte. En todo caso dos de ellos destacan sobremanera. Primero, en blanco y negro, el de Leni Riefenstal sobre los juegos de Berlín de 1936. Y entre los filmados ya en color, este de Kon Ichikawa rodado en 1964 y publicado en 1965.

En muchas cuestiones, por razones obvias, parte del "argumento" se repite. Cosa propia de los rituales. y los juegos olímpicos son sin duda alguna un ritual. Volvemos a encontrar el itinerario de la antorcha, los planos del público en el estadio, la música de jazz en la carrera ciclista en carretera, el maratón como broche final, etc... La plasticidad de los movimientos es una fuente de inspiración como pocas otras. La tensión de la competición, lo mismo. La atención del público presente se nos contagia. La diversión y la distensión, cuando acaba el horario de torneo, también.

Una peculiaridad del este montaje de Kon Ichikawa viene dada por abrirlo y cerrarlo con imágenes del sol, simbolizado también en la bandera del país anfitrión, llamado del sol naciente, por el que ancestralmente consideramos que amanece primeramente.

En el aspecto técnico, se resalta en los créditos el número de personas (506) que trabajaron para el film, y se detalla que se hicieron servir 104 cámaras de cine y 41 grabadoras de sonido. No son datos sin importancia, pues en el resultado podemos ver el fruto de esa gran variedad de registros. Aunque el montaje final es lo que nos llega, nos imaginamos el gran proceso selectivo en todo ello.

Es especialmente destacable el protagonismo de los sonidos... En muy diferentes momentos, desde el ruido de las banderas al viento, el batir de alas de las palomas, los ruidos urbanos, el de la única valla que cae en la carrera de obstáculos, el roce de los gimnastas con el suelo o con la barra de ejercicios, las patadas al balón, los remos en el agua, el líquido de las esponjas preparadas para los maratonianos, etcétera... Son una especie de "sonido de los silencios" pues son resaltados aparte, como quirúrgicamente. El protagonismo que Ichikawa da a esos sonidos en el montaje final es muy llamativo y lo diferencia mucho, por ejemplo, de los documentales oficiales de Melbourne o Roma, ocho y cuatro años antes. Genera con ello un equilibrio entre el hecho de retomar imágenes olímpicas habituales junto a algo distintivo según el evento, el paréntesis, el detalle o el lugar concreto.

Desde aquellos años de Melbourne, Roma, Tokyo o México, los JJOO han cambiado muchísimo. Han perdido autenticidad al no exigirse la profesionalización, han perdido espíritu de concordia al ser otro foro de disputa con más foco en la clasificación medallero que en los medallistas o en sus excepcionalidades. En los medios se encuentra uno mucho nacionalismo banal y añoramos cuando los comentaristas sabían más del deporte de que hablaban y menos de los detalles insulsos de la identidad de los deportistas.

Por ello los documentales olímpicos nos transportan a lo mejor del mundo de los cinco aros sobre fondo blanco. Y de todas formas este es uno de los documentales de deportes de mayor valor histórico y también cinematográfico que se puede encontrar.

Se apaga el pebetero. Es de noche y el fuego retorna al sol.
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