Delta Force 3: El juego mortal (1991)

La parte menos mala es que encasqueten la saga -lo que queda de ella- al director de la casa que por lógica se ajustaría como un guante a las demandas argumentales de una aventura desacomplejadamente chusca sobre un comando que combate a los terroristas y a delincuentes internacionales.
Este es el terreno donde, a bote pronto, un director como Sam Firstenberg (las dos primeras de 'El guerrero americano') se pondría las botas entreteniéndonos a lo grande... pero lamentablemente no es el caso.
Lo de que Brian Trenchard-Smith -director de "Los Bicivoladores" y alguna secuela de "Leprechaun"- salga en los créditos como asesor creativo me huele a un despido o a espantada a mitad del rodaje siendo mencionado por razones contractuales.
La peor parte es que la Cannon ya no existía como tal -tan sólo sus residuos en la distribución-. Y a Chuck Norris le resbala la cosa aunque deja de pegote acoplado a su hijo Mike, y las comparaciones... ya se sabe.
Si el tal Eric, de apellido Douglas e hijo menor de Kirk no me sonaba de nada hasta ahora, poco he tardado en entender por qué. Y supongo que de Matthew Penn, hijo de Arthur -esto parece un repaso genealógico bíblico con tanta descendencia- puedo decir igual.
Y para completar el corral de gallos de pelea no es que me sorprenda al descubrir que -sí, ¡otro hijo de!- Nick Cassavettes, sea aún más regulero actuando que dirigiendo ('El diario de Noah') productos parejamente conservadores y reaccionarios (y de mayor popularidad, incomprensiblemente).
Al comando se incorporan un par de agentes del KGB -luchar contra la intifada crea extraños compañeros de cama-: el actor eventual y entrenador de caballos John Saint Ryan ("American Cyborg: Steel Warrior") y la dos veces ganadora de los Ophir israelíes Hanna Azoulay Hasfari -no, no los ganó por películas que relacionarías con ésta-.
'Delta Force 3: The Killing Game' es algo así como el mismo perro pero con leishmaniasis y con un collar mucho más barato.
Una mierda pinchada en un palo que a su vez estaba manchado con las heces de otros excrementos que había atravesado simultáneamente.
¡Canela rica!