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La duquesa de Buffalo (1926)

Sinopsis
Una bailarina norteamericana llega a la Rusia prerrevolucionaria y encandila a un teniente y al gran duque. A quien ama es al primero, pero quien tiene el poder es el segundo, que no sólo aparta a su rival en amores sino que obliga a la danzarina a quererlo por la fuerza. Sin embargo, entra en escena la esposa del gran duque, que ya está harta de los devaneos de su marido; ésta descubre las maquinaciones del infiel y le sigue hasta un hotelito de provincias, donde la prevista cita a dos se convertirá en una pesadilla para cuatro. (FILMAFFINITY)
Género
Comedia Romance Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Duchess of Buffalo
Duración
75 min.
Guion
Fotografía
Compañías
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10
Entre el amor y el deber
Después de, “The Marriage Market”, “Sybil” fue la segunda obra que, en binomio, Max Brody y Franz Martos, lograron que fuera llevada a los escenarios de Broadway. Adaptada como un musical en tres actos, la obra fue estrenada en el teatro Liberty, en enero de 1916, y tuvo el récord de 168 representaciones continuas, ¡todo un fenómeno!, dado el índice poblacional que había entonces.

Diez años después, ésta recordada obra -que también estuvo en España en el Teatro de la Zarzuela, en septiembre de 1916- fue adaptada como una comedia romántica por Hanns Kräly, y con ella se cerraría la magnífica tríada que juntos realizaron el director, Sidney Franklin, y la grandiosa comediante, Constance Talmadge.

Se nos cautiva de nuevo con una trama ambientada, ésta vez, en la Rusia imperial, a donde llega una bailarina estadounidense llamada Marian Duncan, de la cual quedará prendado el teniente, Vladimir Orloff… mientras que, también el Gran Duque, Gregory Alexandrovich, la querrá para él.

Cambiando nombres y acomodando un poco los hechos a la historia norteamericana, Franklin se inspira en la vida real de la inmortal bailarina, Isadora Duncan, la cual viajó a Moscú, en 1922, como prueba de su admiración por la Revolución Bolchevique y el cambio social que, en la naciente Unión Soviética se venía dando, llegando incluso a casarse con un poeta ruso.

La historia de, <<LA DUQUESA DE BUFFALO>> (título que se refiere a la falsedad del cargo que, en algún momento, el personaje principal asume. Buffalo es la ciudad del estado de New York, de donde ella proviene), es complaciente y placentera desde que comienza en un teatro donde la bailarina interpreta, La Danza de los Siete Velos, una escena deliciosa donde, casados y solteros, lucirán como suelen ser en la vida real... y aún mejor.

Al avanzar la historia, el asunto se convierte en una impecable comedia de enredos, con un triángulo amoroso -o mejor cuarteto- que nos motivará deliciosas e inevitables carcajadas con la serie de creativas situaciones que se presentan. Los intertítulos no tienen pierde con su picardía permisible en tiempos del pre-code (Ej: “Estoy contento de que mi pajarito haya encontrado un lugar ideal para descansar”, metáfora del Gran Duque en alusión al prendedor con figura de ave que regalara a la bailarina), y el resto, lo logran unos intérpretes de oro con quienes, la película, avanza siempre de manera satisfactoria.

Constance Talmadge, con una jocosidad a flor de piel, una coquetería irresistible y una desenvoltura que la hace encantadora, consigue que su personaje -Marian Duncan- sea otra memorable figura que la conserva como una de las más valiosas comediantes del cine mudo… además, ella nunca haría una película sonora. Como el Gran Duque, Edward Martindel, logra una refinada picaresca que, quizás, fue escuela para los italianos de décadas posteriores; y Tullio Carminati, es un simpático teniente en apuros, compitiendo ¡nada menos que con el Gran Duque!, por el amor de la guapa y atribulada bailarina.

No temo exagerar, si digo que, “Her Night of Romance”, “Her Sister from Paris” y <<LA DUQUESA DE BUFFALO>>, constituyen una de las mejores trilogías que se hayan realizado en Los Años Dorados de la Comedia Hollywoodense. Son arte puro y diversión garantizada. Constance Talmadge, como también, Marion Davies, deberían ser nombradas al lado de Keaton, Lloyd y Chaplin, entre los grandes de la comedia… ¡bien que se lo merecen!
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