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Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine (TV) (1986)

Grandeza y decadencia de un pequeño comercio de cine (TV)
92 min.
6,7
250
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Trailer (FRANCÉS con subtítulos en ESPAÑOL)
Sinopsis
El director Gaspard Bazin está preparando un nuevo largometraje y organiza castings para elegir a los figurantes. Por ahora se encuentra en proceso de financiación. Hizo un llamamiento a Jean Almereyda, un antiguo productor de moda venido a menos al que le cuesta cada vez más conseguir financiación para arrancar sus proyectos. Por su parte su esposa, Eurídice, sueña con ser una estrella de cine. Mientras Almereyda arriesga su vida para financiar la película, Gaspard elige a Eurydice como protagonista... Adaptación de la novela policíaca "The Soft Centre" de James Hadley Chase.
(FILMAFFINITY)
Género
Drama Cine dentro del cine Neo-noir Episodio de TV
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Suiza Suiza
Título original:
Série Noire: Grandeur et décadence d'un petit commerce de cinéma
Duración
92 min.
Guion
Fotografía
Compañías
Coproducción Suiza-Francia;
Grupos
Adaptaciones de James Hadley Chase
7
Rumbo a peor
Todo y que la presente obra se podría ubicar en una etapa menos radical de Godard, no hay duda que no es un bocado accesible a cualquier paladar. En ella Godard todavía aceptaba ciertas ilusiones como los personajes de ficción o un estilo visual más o menos ortodoxo. Más adelante derivaría hacia el ensayo fílmico, cercano a Chris Marker, y con experimentos en el formato de la imagen cuanto menos extraños. Curiosamente en no pocas webs se cataloga a esta "Grandeza y decadencia" de thriller y policíaca, cuando en verdad se trata de una especie de una especie de making of fictictio y satírico dónde vemos el proceso de preparación de una novela negra, la cual es abiertamente despreciada por el director. Es una mirada al mundo del cine independiente, que aquí se nos muestra sin glamour alguno, más bien como una maquinaria embrutecedora que tritura a todo aquél que entra en ella. No es más que una empresa mercantil más y por eso vemos como se pagan cosas, se calculan deducciones y costes, como los actores que hacen pruebas de casting son tratados como piezas de una cadena de montaje e incluso como ganado, el productor está ahogado por las dudas y las deudas y el director parece al borde de la demencia. Sólo una actriz, que puede simbolizar la belleza, se libra de la criba. Se nos dice que el cine es una fábrica de sueños, pero en verdad se impone la fábrica por encima de los sueños.

Por tal de anular la representación clásica, Godard rescata algunos recursos de sus obras anteriores como los fallos de sonorización, los diálogos que se solapan, cortes bruscos, elipsis raras y otros efectos para distanciarnos de la noción de ficción y recordar que estamos viendo un artificio. En ciertos puntos Godard llega a pausar la imagen y a simular errores de transmisión (la obra estaba pensada para la televisión) que años más tarde serían imitados por Tarantino, gran admirador de JLG, en su "Death proof". En esta ocasión, además, el making of ficticio se atreve a empujar más allá los límites y llega al punto que de la novela adaptada sólo conocemos algunas frases que los actores del casting van diciendo a veces. Ni una escena se nos representa para distraernos. Siendo así, es lógico que no pocos espectadores acaben hartos e irritados de las maniobras de su director, especialmente con ésa última gran rueda de casting del tercio final, que parece que no acabará nunca. En lo que a mí respecta, quizá porque ya conocía otras obras de este periodo de Godard, estaba prevenido de sus posibles travesuras y entendí el propósito de la broma: vi un artefacto juguetón que señala la agonía de un modelo artesanal de facturar obras audiovisuales.

Seguro que hay formas más razonables y tangibles de ofrecer todo lo anterior, en mostrar cómo desde las cadenas se impone lo frívolo, se huye del riesgo y se malgasta buenas ideas para acomodarlas al criterio de los directivos, de actores penosos y otros sinsabores, pero a la vez le reconozco lo punzante y divertido de la farsa representada. En ocasiones, por su aire pesimista, irónico y filosófico, adquiere tonos de una comedia de Beckett. Por otro lado, también es verdad que la consagración de la televisión como formato de prestigio gracias a las exitosas series parece contradecir el diagnóstico de Godard. No se puede negar su potencial persuasivo o su fuerza narrativa a la vez que en estas series las historias han dejado de ofrecer imágenes con capacidad de asombro. Los dictados del utilitarismo mandan amputar o diluir cualquier imagen perturbadora o polémica que pueda provocar las iras de numerosos espectadores o los patrocinadores. Todo esto, cierto es, no está previsto por Godard en "Grandeza y decadencia", pero su instintivo recelo respecto al formato televisivo resulta acertado. En contadas ocasiones encontraremos productos con potencial subversivo, que cuestionen los defectos de la sociedad en la que vivimos y tampoco son habituales los esfuerzos por transgredir barreras y clichés políticos, ideológicos o estéticos. Por eso es certero que Godard, habituado a moverse por esos terrenos, desconfíe del formato televisivo. Yo, por mi parte, todo y que no lo rechazo, sigo siendo mayormente un anacrónico consumidor de cine.

Y ya digo que todo esto no está ofrecido de forma clara y sencilla. Si alguien siente curiosidad por ver este estupendo telefim, le recomendaría que antes le echara un ojo a "Week End", "Salve quien pueda (la vida)" o "Yo te saludo, María" para que el festival de socarronería y gamberrismo ilustrado no le pille con los calzones bajados.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
4
Para críticos acomplejados
Si, Godard es uno de esos popes intocables del cine. Un supuesto maestro al que ninguna pluma que cobre por ser usada se atreve a criticar por miedo al descrédito. Pero, como yo no soy ninguna de esas plumas y no me pagan por escribir esta crítica puedo decirlo sin ataduras: el emperador está desnudo.

En "Grandeza...." se nos presentan diversas situaciones, incluso algún juego como el del "fallo técnico" con su correspondiente carta de ajuste, y se revisitan situaciones que pudimos ver en otros films previos de Godard. Pero el padre de la Nueva Ola Francesa, en su rizar el rizo utiliza este encargo televisivo para criticar la televisión, y de paso, culparla del fin del cine. No olvidemos que Godard, en aquellos años no estaba muy fino que digamos con tonterías como "Yo te saludo María" o su "Rey Lear" para la Cannon que en fin, son de correr un tupido velo, y no pasaba su mejor momento crítico. Pero el maestro sabe que tiene alumnos, muchos alumnos, y se plantea alumbrar una obra metafórica, metacinematográfica y meta todo. Y se pone a correr, venga metas, para no llegar a ningún sitio. La larguísima escena del casting, y el interminable sincesar de figurantes pronunciando una o dos palabras de un supuesto largo parlamento son el desvarío absoluto de quien sabe que ese desvarío se entenderá como genialidad. Es como cuando le ríes una vez la gracia al bebé que te escupe. Te escupirá hasta que se le acabe la saliva.
Quizá la idea de fondo no esté mal, pero su puesta en escena es desganada, pobre y aburrida -y eso sí que es malo-. Nos salva del tedio -por cierto, justo tras el casting, cuando estamos más adormilados- ese breve momento en que el propio Godard aparece en escena para criticar a Polanski sin criticarlo. Piratas, dice. Sí, justo lo que rodaba entonces el polaco.

Dicho esto, si alguien les pregunta por "Grandeza y decadencia..." pueden tomar dos posturas: verla y desengañarse por sí mismos, o no verla y decir que es una obra maestra, una película maldita y un clásico a descubrir. Y se quedarán tan anchos y su interlocutor tan contento y admirando su sapiencia cinéfila. Ahí es nada.
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8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
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