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Don Juan en los infiernos (1991)

Don Juan en los infiernos
94 min.
5,7
626
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Sinopsis
Mientras el rey Felipe II (1559-1598) agoniza a la sombra del esplendor perdido, un hombre, desafiando los designios divinos y la justicia humana, convierte sus pasiones en destino y su voluntad en ley. Su fama es tan grande como su orgullo. Su condena, eterna. Su nombre, una leyenda: Don Juan. Libre adaptación del "Don Juan" de Moliére. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Drama de época Siglo XVI
Dirección
Reparto
Año / País:
/ España España
Título original:
Don Juan en los infiernos
Duración
94 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones Molière
Links
Premios
1991: Premios Goya: Mejor actor principal (Fernando Guillén). 7 nominaciones.
"Suárez hace una de sus mejores películas con esta excesiva, barroca, preciosista e inquietante adaptación del mito de Don Juan. El carro tirando de la caracola y el último viaje hacia la muerte en barca no se olvida"
[Cinemanía]
7
El mito eterno
La primera impresión que me produce este interesante y atípico film es que estamos ante una obra preciosista con unos diálogos insólitos en los que abunda la filosofía y las máximas. La historia moralista de Don Juan es revisada por Gonzalo Suarez, admirador del cine de Bergman, intentando convertirse en una nueva aventura épica sobre el destino del hombre. El atípico director, si existe una carrera atípica es la de este cineasta español, novelista convertido en realizador que alcanzó su madurez creativa con “Remando al viento”, aquí nos sugiere una personal reflexión sobre la figura de Don Juan, pero ignorando las obras de Tirso de Molina y Zorrilla, en su opinión demasiado románticas, para acercarse más a la versión de Molière.

El título del film pertenece a un poema de Baudelaire: “Las flores del mal”. Este Don Juan interpretado magistralmente por Fernando Guillen (premiado con el Goya), es un hombre ya maduro que trata desesperadamente de gozar el momento, y cuando lo ha logrado, comprueba que es como el agua que resbala por sus dedos, resultándole imposible detener ese instante. Sus conquistas de alcoba apenas poseen importancia, la figura de Don Juan persistirá mientras que el concepto de seducir subsista en el hombre más allá del amor, a la vez que enlaza con la principal característica de la figura literaria. Suarez lo retrata con simpatía, resulta innegable que el director comparte la capacidad de rebeldía contra aquella sociedad que rechaza su filosofía.

Desde una iconografía personal y surrealista, el cineasta modifica la edad del libertino y nos muestra un seductor envejecido, cómo la decadencia hace acto de presencia, y la muerte se le acerca irremediablemente: “Tengo fe en que la muerte sea mujer”. Otro detalle importante introducido por el director asturiano ha sido situar la historia en época de Felipe II, Iñaki Aierra incorpora con absoluta convicción un gobernante que de alguna manera es el contrapunto de la figura de Don Juan. Si éste trata de recobrar la alegría de vivir, el decrepito monarca, moribundo como el imperio español, pretende abolir la risa para siempre. Una película llena de sugerencias, su sensibilidad emana magia poética por todos sus poros. La fotografía es delicada y fascinante, así como el vestuario y la dirección artística. Cine español de calidad universal.
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5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
5
La eternidad y un día
Juan Nadie. Rey de Nada. Vejez y enfermedad. Palabras lejanas.
Diálogos literarios al estilo clásico y mucho símbolo, con planos que parecen cuadros y una música divina, poderosa, bella.
Entre lo sublime y lo ridículo. La falta de medios económicos se disimula como buenamente se puede para recrear el final de Felipe II, el final del Imperio, el final de Don Juan, el final de todo, la muerte.
Un Don Juan materialista que busca en el sexo lo que Dios no le ofrece, es un Sade sin crueldad, sin ira, humilde, ya muy acabado, que trata de atrapar la eternidad en la jaula del instante, en la mirada de la mujer que por un instante le desea, le ama.
Don Quijote y Sancho Panza o Lazarillo de Tormes y Guzmán de Alfarache, tanto monta, del cielo al infierno, del lirismo al meado.
Es una película de contrastes, de extremos, muy teatral por un lado, muy cinematográfica por el otro, muy exquisita y muy zarrapastrosa.
Soberbio Guillén, qué voz, qué dicción, magnífico Pardo, un actor poco reconocido, cuánta humildad y gracia, y el resto acompaña. Charo López siempre muy seria a su bella manera, Ana Álvarez, qué fue de ella, Héctor Alterio, fantástico en su pequeño trozo, y hasta las desnudas Ayanta Barilli y nada menos que por un momento la hija del mito, nuestra Cayetana Guillén Cuervo.
No acaban de casar todos los elementos opuestos, ni mucho menos, a veces se pasa de mito y otras se queda corto de realismo, el caso es que es una película valiente, arriesgada, hermosa y también un poco ridícula. Estás a punto de despreciarla, de tirarla al cubo de la basura por grotesca, pero en verdad te puede, te rinde, te vence, y la amas con extrañeza, por su potencia cultural, por su inteligencia y rareza.
Juega con tópicos y temas eternos y los recrea entre el llanto y la risa.
Gonzalo Suárez siempre fue a la contra, con un estilo propio y reconocible, muy literario y pictórico y ambicioso, enamorado de los juegos de palabras, de los retruécanos y conceptos, del teatro y el mito. Entre "Remando al viento" y "El detective y la muerte". A mí me gusta pese a que nunca acaba de ser todo lo que promete, ni mucho menos perfecto.
Dios se ríe de nosotros, por eso aprecia más al que se adelanta y se ríe de sí mismo.
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4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
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