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Flash Gordon (1980)

Flash Gordon
110 min.
5,3
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Sinopsis
El doctor Zarkov, un científico expulsado de la NASA, viaja en un cohete espacial con el joven jugador de rugby Flash Gordon y su amiga Dale Arden. Los tres intentarán salvar al planeta de la amenaza de Ming, el emperador del lejano reino Mongo, que ha lanzado una de sus lunas para que choque contra la Tierra. Adaptación al cine de un cómic de Alex Raymond. (FILMAFFINITY)
Género
Fantástico Ciencia ficción Acción Cómic
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Reino Unido Reino Unido
Título original:
Flash Gordon
Duración
110 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Reino Unido-Estados Unidos;
Grupos
Flash Gordon
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Premios
1980: Nominada a los Premios Razzie: Peor actor (Sam J. Jones)
1980: Premios BAFTA: 3 nominaciones, incluyendo Mejor Música
6
Mi pollo Flash.
En los albores de los años 80, mi padre entró un buen día en casa con una bolsa de cartón de esas que usan los polis en USA para esconder los donuts.
De la bolsa salieron piando asustados tres pollitos cruelmente coloreados. Azul, verde y naranja. Mi hermano llamó a su pollo Gruñón y mi hermana al suyo, Eire. A mí me tocó el naranja, al que bauticé como Flash.

Una tarde de aquel verano les dejamos al fresco en la terraza. A nuestro regreso nocturno nos encontramos a Gruñón y a Eire secos. Más tiesos que la mojama. Ver cómo sus hermanos consumían su vida chamuscándose delante de él, en su mismo pico, hizo fuerte a Flash. Su corazón se recubrió de hielo.

Comencé a entrenarle a los pocos días de la tragedia. Le lanzaba al aire y trataba de cazarlo al vuelo con una pizarra vileda. Se llevó muchos golpes, sí, pero aprendió a encajar.
Con el transcurso de las semanas nos fuimos cogiendo cariño, y pronto pasó de comer alpiste a devorar trocitos de entrecot.

Le llamaba desde mi habitación, “¡Flash, Flash!”, y él venía corriendo entusiasmado desde la terraza. Entonces le lanzaba pilas rodando por el pasillo que él esquivaba mediante fintas y saltos con el estilo de un campeón.

Por las tardes se encaraba con los rottweiler en el parque y era capaz de pulsar el 7º en el ascensor con el pico, de un salto. Ese era Flash. Una máquina de matar.

Pero pasó el tiempo y aquel pollito se hizo grande. Mi madre decidió que no podía habitar entre nosotros, eran épocas de flaqueza económica, y no nos podíamos permitir otra boca que alimentar. Sobre todo cuando ese pico tragaba por dos. Así que se lo dio a Venancio, que tenía una granja en las afueras.
Aún recuerdo el gesto sobrio que me dedicó cuando nos dijimos adiós.

Un día llamó Venancio. Se conoce que el pollito no era pollo, si no polla.
Mi polla Flash…
Al parecer ponía huevos naranjas, como si sólo de yema estuviesen hechos. Algún ser humano se echaría al plato a mis pequeños flashecines para engullirlos con patatas mojando pan. Tranquilo, Flash, donde quiera que estés. Daré con él. Y te vengaré.

Y es que poco a poco las noticias sobre Flash comenzaron a llegar con cuentagotas, hasta que no volví a saber de él.
Cuántas veces la condición natural de los seres nos obliga a tomar distintos caminos para no volvernos a ver… pero nuestras memorias pasean de la mano por el sendero de los recuerdos.
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234 de 306 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Tan asquerosamente mala... que mola a dolor!!
Algunos críticos de cine señalan que algunas películas tienen un punto bueno en que se ríen de si mismas o que de imitar o directamente plagiar a otras se convierten en parodias, desafortunadas hijas bastardas de obras mayores. Esto no siempre tiene que ser algo negativo, es más, ¡hasta puede ser algo simplemente mágico!

Pues bien, ésta es sencillamente “la película”, una carcajada continua de si misma y una parodia involuntaria de otras de manera tan flagrante y desvergonzada que es imposible no quererla, un ejercicio kitsch sin un igual que nos traslada a un mundo multicolor estupendo.

Si no la hubiese recordado tan recientemente, sencillamente hubiese dicho de ella algo así como “bonito recuerdo de infancia”, o “solo le gustara a los niños”. Nada más lejos de la realidad, es un obra disfrutable y plena, llena de magia y si os vais a quedar a gusto pensando que soy un exagerado o un friki... ¡quién soy yo para quitaros la ilusión! Porque es sumamente difícil no engancharse con este desfile de despropósitos casposos y verbeneros, en los que se declara amor eterno en la primera escena y que a golpe de aventuras nos cuenta una historia tan simple como vieja y efectiva, la lucha entre el bien salvador y el tiránico mal repleta de momentos oníricos y delirantes. Actores corriendo por escenarios rojos, dorados y verdes con toda la ilusión y con las clásicas y conocidas caras de Max Von Sydow, Topol, o Timothy Dalton, que después fue James Bond, aquí disfrazado con unos leotardos verdes muy coñeros. No debemos olvidar a una sensual Ornella Muti seduciendo a un Flash con el rostro del desconocido, ahora también lo es, Sam J. Jones, ¡tu legado te sobrevivirá con Flash, Sam!

Cuanto encanto riéndose de si mismo y que lástima que no se la reconozca como la fantástica película que es. Me deja ese regusto especial, de cuando has visto algo que te ha gustado y lo añoras una vez termina y escuchas la música en los créditos finales, una deliciosa sensación de satisfacción por redescubrir un gran clásico de la serie B realizado con muchísimo más amor y oficio del que uno se esperaría, divertidas y delirantes aventuras en Mongo de la mano de Flash Gordon, ni más ni menos... Bravísimo!!
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66 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
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