Mozart (Miniserie de TV) (1982)

Sobre un fondo negro se va perfilando, primero borrosa, la silueta de un hombre que se acerca caminando hacia nosotros, hasta que notamos que lleva un niño en brazos. De fondo, el adagio del concierto para piano nº 23 K 488 de Mozart. Son Leopold y su hijo pequeño, Wolfgang Amadeus Mozart. Con esta hipnótica cabecera comienza una gran serie, injustamente olvidada y desconocida en favor de la archifamosa Amadeus.

Hasta aquí las similitudes con la película de Milos Forman. Durante 6 capítulos, tenemos un relato de la vida de Mozart mucho más realista que el que se trazó en Amadeus. Conoceremos su infancia como niño prodigio y sus tournées por Europa, conociendo a los compositores más importantes de la época, su juventud, sus éxitos, sus penurias económicas con múltiples cambios de casa. Aparece también Salieri, pero relagado al papel que tenía en realidad, era uno más de los múltiples músicos que trabajaban en Viena. No hay espectáculo ni asesinato. La pura y llana realidad de una serie muy bien documentada.

La serie adolece de una falta de ritmo en algunos momentos, porque intenta ser demasiado exhaustiva. El uso de la música es menos espectacular que en Amadeus y otras películas de compositores, pero se hace un esfuerzo por no mostrar la músicas más trilladas y conocidas de Mozart. Así con todo, esta pionera merece ser vista y recordada.

La narrativa es sencilla, descriptiva y convencional pero desde el comienzo encierra esa magia intangible y profunda que sólo la música es capaz de proporcionar.
Hay que valorar el enorme esfuerzo por parte de todos y su buena voluntad para proporcionar lustre histórico a la obra.
Eseguida se advierte también que el argumento tiende hacia lo prolijo y que al guión le falta genio creativo y vehemencia cinematográfica a pesar del evidente fervor y de la admiración que se profesa al maestro de Salzburgo.
Su capacidad de fabulación es limitada y eso se convierte en una carga para la fluidez del relato que condiciona negativamente el interés del espectador.
Y falta, sobre todo, capacidad de síntesis.