La mujer vudú (1957)

Una mala mujer. Si, también existen, no son leyendas urbanas. Maneja a los hombres con sus encantos y con sus coitos. Y los que no caen en sus artimañas mueren a sus manos. Y tampoco dudará en sacrificar a sus zánganos. Una viuda negra, que devora a sus amantes. Y, por otro lado, un Mad Doctor de manual, de esos que hacen experimentos prohibidos, capaz de romper toda ética para satisfacer su ego. Y capaz de matar por ello. Ambos seres se encontrarán en una misteriosa región del África Negra, ella buscando oro y él viviendo entre belicosas tribus, intentando crear al monstruo perfecto, gracias al vudú local, pero dominado por su voluntad, un monstruo que deberá tener instintos asesinos.

Tribus de africanos que practican y viven un vudú un poco rarito, un extraño parador en la jungla donde puedes ser víctima de robos y de tu muerte con la permisividad del dueño del lugar, un francés corrupto y timador.

Frente a tanto desvarío tendremos a un explorador aguerrido, contratado para adentrarse en territorio inexplorado, el de esas tribus, al que le resbalan los cantos de sirena de la villana, al que quiere dominar con su sexualidad.

Un filme raro, mezcla de los filmes de la Universal de los años 30 y 40 con la serie B que se producía en aquellos años, producido por la American International Pictures, una de las compañías de Roger Corman, Pocos medios, bastante imaginación. Además de influencias de la Universal, también tendrá esa textura de filme antiguo de Tarzán e, incluso, aquellos filmes como "El malvado Conde Zaroff" o "la isla de las almas perdidas", con los que comparte ese aislamiento en lugares salvajes y primitivos en el que se encuentran los protagonistas del filme, frente a peligros reales. Todo rodado en interiores, muy oscuro, con una selva que no se ve y un monstruo que se ve aún menos, oculto entre las sombras, y que nos puede recordar a cualquier villano de la semana de las series de los Power Rangers. Dirigido por un buen artesano, el filme, aunque pierde chispa en su tramo intermedio, se deja ver con agrado.

"La mujer vudú" (1957): una de las dos mitades, seguramente la menos estimulante, de esa juguetona doble sesión que se marcó la American International Pictures a finales de los cincuenta. La otra mitad del dúo era "La no muerta", de Roger Corman.
Un díptico que se establece como digno tándem grindhouse de obras con querencia por los mad doctors experimentando, física y psicológicamente, con señoritas desvalidas. Un trabajo, firmado por Edward L. Cahn, con más encanto del que parece; a pesar de tener que mutilar indiscriminadamente a última hora buena parte del disfraz del monstruo fruto del dichoso puritanismo, de ahí el poco y fugaz juego que le da el montaje final.