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Alemania, año cero (1948)

Alemania, año cero
74 min.
8,0
8.303
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Escena
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Sinopsis
Edmund, un niño de doce años, intenta sobrevivir a las duras condiciones de la postguerra alemana, especialmente en Berlín, una ciudad que ha quedado completamente derruida tras la Segunda Guerra Mundial. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Infancia II Guerra Mundial Neorrealismo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Italia Italia
Título original:
Germania, anno zero (Germany, Year Zero)
Duración
74 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Coproducción Italia-Alemania-Francia;
Links
Premios
1948: Festival de Locarno: Mejor película y mejor guion, mejor director (2º premio)
1949: NBR - Asociación de Críticos Norteamericanos: Top 10 películas
"El maestro Rossellini crea una película terrible, virulenta, amarga y a la par bellísima, reflexión de inaudita dureza sobre los horrores de la guerra. La audacia formal y la perfección estética de las películas de Rossellini nacen de la mirada de un director comprometido moralmente con su trabajo, de un director inigualable"
[Diario El País]
10
9
Positiva
1
Neutra
0
Negativa
7
Escultura
Entre ruinas de edificios hay un niño con la mirada perdida vagabundeando. Es una imagen desoladora y terrible, de una simpleza contundente y una complejidad aplastante.

Rossellini primero la pule, la despoja de todo artificio que no sea el estrictamente necesario para conservar su esencia trágica, que es lo único que interesa a Rossellini.

Después le da forma con actores no profesionales e intentando proporcionarle una historia con argumento, nudo y desenlace, pero la imagen no se amolda a una estructura convencional y no logra mantener un ritmo adecuado a ésta, siendo la desolación la única que pone las condiciones de aparecer o no cuando le venga en gana.

Y por último, la afila con el eco de la voz del hombre que convirtió los edificios en ruinas, resonando en éstas ahora; con hombres que cuando envejecen dejan de ser hombres y se convierten en despojos; pero, sobre todo, la afila mostrándonos que las ruinas no son más que la representación de lo que hay en el interior de ese niño: destrucción y caos.

Una vez terminada, Rossellini tiene en sus manos una piedra puntiaguda que nos arroja con una fuerza arrolladora. El que no sangre tiene horchata en las venas.
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69 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
Ideología neorrealista.
Impacta el horror y la desolación, evidentemente. Ahora bien, ¿mediante qué mecanismos? La figura del niño despista. Pareciera acaso un resorte emotivo y trágico para los fines melodramáticos de descomposición moral (arquetípico recurso narrativo de perspectiva infantil de las cosas). Pero el tratamiento del director italiano va más allá. El compromiso ideológico de Rossellini con lo “neorrealista” no radica en la psicologización o la emoción de la acción dramática (miren el rostro hierático del niño). Al contrario, la desesperanza rosselliniana se basa en la objetividad y la distancia expositiva.

No queda su intención cinematográfica agotada en el retrato minucioso de esqueletos de edificios ni en la radiografía de sus habitantes. Su ética y compromiso exceden la militancia, el costumbrismo y la denuncia de fondo. Lo incluyen también ya que es un neorrealismo con “objeto” claro y nítido -la posguerra y su miseria- pero lo superan ya que su hallazgo es estético.

La realidad no se deja atrapar con el recurso formal de cámara al hombro o plano-secuencia. Ahí como mucho aparece una sensación liviana de cine despojado que, eso sí, es confundido frecuentemente con realismo aunque esté dramatizado hasta la médula. Rossellini enarbola el neorrealismo desde algo mucho más profundo que la fotografía con grano, el contexto verosímil y la crudeza de situaciones: la perspectiva externa que guía el metraje es la de un espectador sometido a la carga de no tener acceso al interior de los personajes. Esa opción es definitiva para detectar la implicación intelectual de este director para con la “objetividad”.

No cae el italiano en la frecuente “trampa” de que una fotografía de exteriores quede a la postre reemplazada por prospecciones psicológicas de contraplano, actuaciones de melodrama, didactismos documentales o trama estructurada para la “implicación” del espectador. Como dijera Bazin, el neorrealismo de Rossellini no es de “argumento, sino de estilo”. Y para ello la ambigüedad dramática del protagonista y las situaciones. Esa frialdad hace que el compromiso de la película “alcance” al espectador en su esencia de queja humanista coherente al ser su estilo santo y seña de su intención naturalista.

Lo esencial es el despojo dramático y la perspectiva objetiva que conmueve por la “verdad” del estilo. Cine comprometido con la realidad histórica y la denuncia pero, también, con la propia identidad del hecho cinematográfico. Y es que la imagen en Rossellini tiene valor ideológico, ontológico y gnoseológico puro y propio aunque no recurriera a un argumento.
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63 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
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