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Wet Hot American Summer (2001)

Wet Hot American Summer
97 min.
5,5
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Trailer (INGLÉS)
5
ES UNA PIFIA GENIAL
Creo que no es un género, el de las comedias estudiantiles, para hacer obras maestras. Esta no lo es ni de lejos, pero está asquerosamente bien pensada. No es un material que me agrade ver, de hecho, algunas escenas son tan estúpidas que duelen a los ojos. Sin embargo reconozco que sus exageraciones están calibradas para ridiculizar ciertos tópicos de este género. En esto me parece que es genial y muy socarrona. Es así como le he ido cogiendo la gracia. Pienso que se deja ver sin más pretensión. Lo que más me ha gustado es ver como me transporta a esos productos televisivos de mi infancia.
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8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
7
La Idea tras un Campamento
Me es imposible creer que se puede disfrutar de un campamento.
Odié todos a los que fui durante mi infancia, quizá porque la idea de meterme a convivir con extraños varias semanas de las vacaciones nunca me acabó de sonar bien.
Sin embargo, amigos y conocidos me han hablado de sus experiencias en ellas, pintándome una especie de lugar mágico donde los monitores estaban a su nivel, y cualquier cosa loca podía pasar.

'Wet Hot American Summer' me da la razón.
O no, o quizá se la da a mis amigos.
Porque en el campamento Firewood caben estúpidos monitores y niños que han aprendido una mierda de relacionarse, pero también hay situaciones extrañísimas y únicas, que difícilmente se darían en cualquier otro lugar.
El último día del verano bien puede ser una oportunidad para mojar el churro, un momento para reflexionar qué narices estamos haciendo con nuestra vida, o un intento de que la caída del Skylab no joda el concurso de talentos.

David Wain se las apaña de lujo para hacernos creer que apenas ha puesto la cámara y ha dejado a sus actores improvisar: quizá porque, en el fondo, la única manera de recrear un campamento era rodando uno, con Paul Rudd sacando al proverbial idiota que lleva dentro y todos los demás no cortándose un pelo en mostrar que se lo están pasando bien.
El humor es más fino de lo que parece, pues no pretende ser bestia o elegante, si no natural, de mano de actores de ventimuchos que se han creído a pies juntillas que siguen teniendo dieciocho, y como tales quieren perder la virginidad, andar de juerga todo el día y sudar de los críos que de todas maneras volverán a su casa pronto.
Esto es probablemente lo que mis amigos me contaban, lo que yo nunca me creí, la razón por la que los campamentos siguen siendo un ritual de paso de la infancia: porque son limbos surrealistas en los que el tonto del campamento es capaz de dejar un auditorio mudo con sus poderes sobrenaturales, los monitores tienen la última oportunidad de madurar a ritmo de montaje ochentero, y ningún peligro del día es demasiado serio como para no solucionarse con heroicidades absurdas y fugaces.

Allí todos son reyes, ligones, guerreros, salvadores, artistas, inventores... en lugar de los tristes mataos que han querido pasar el verano entre críos porque no tienen nada mejor que hacer.
La edad adulta queda demasiado lejos de aquí, y sin embargo cualquiera se despide de un campamento con la sensación de que el próximo verano no será ni la mitad de divertido, ni se tendrá la oportunidad de ser tan importante.

Ojalá yo hubiera tenido la oportunidad de experimentar todo eso.
Pero no me arrepiento, porque es una historia tan ridículamente concebida como esta la que, por fin, me ha desvelado el secreto que mis amigos no podían explicar.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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