Después de medianoche (2004)

Éste es el sexto largometraje escrito y dirigido por Davide Ferrario, que a la vez es crítico de cine, ensayista y novelista.

La película narra la historia de Martino, un joven callado, tímido y solitario, que trabaja en el Museo del Cine, de Milán, como vigilante nocturno y que vive en una dependencia abandonada del mismo edificio, la Mole Antonelliana. Después de medianoche, proyecta películas del archivo del museo para su propio deleite. Sus preferencias se decantan por documentales de época, por "La llegada del tren" de Lumière y por interpretaciones de Buster Keaton. Entre sus objetos destaca una pareja de fotografías de Marilyn, una imagen enorme de Anita Ekberg y muebles de antiguas películas que ha retirado del almacén del museo. Profesa una admiración secreta y oculta por Amanda, la camarera de un establecimeinto de comidas rápidas, que es novia de Angelo, jefe de una pequeña banda juvenil dedicada al robo de coches y otras fechorías. Un incidente con el dueño del estrablecimiento donde trabaja, hace que Amanda huya y pida refugio a Martino, que la acoge en su morada. Cada día, después de medianoche, la hace partícipe de la magia del cine de archivo y de las filmaciones que él mismo ha realizado. Entre ambos se establece una relación amorosa intensa, mientras Angelo por teléfono le comunica que el denunciante ha retirado la demanda. A partir de aquí, la historia deriva en un amor a tres bandas (Martino, Amanda y Angelo), complementado con un amor nuevo entre Angelo y Bárbara, la compañera de piso de Amanda. El relato recuerda intencionadamente la trama de "Jules y Jim", de Truffaut, con algún aditamento de cine negro.

El director vuelca en la película su pasión por el cine, por la magia de las obras primitivas, por Fellini, Rohmer, Vim Wenders, etc. Martino es una imitación esbozada de Keaton y, a la vez, el "alter ego" de Ferrario.

La fotografía es admirable y de una calidad elevada, lo que permite dar gran profundidad a las imágenes nocturnas y de escasa luz. La música, interpretada por la orquesta Ionica, ofrece composiciones con abundante uso de piano solo, metal y percusión, que crean un clima de agradable frescura y alegría juvenil. Destaca una iluminación muy correcta, que contribuye a la belleza visual de las imágenes. La cámara trabaja con frecuencia al hombro del comeraman al servicio de una lección contagiosa de afición al cine.

Le restan puntos los 20 o 25 minutos finales, precipitados e ilógicos, pero no consiguen borrar una primera hora de momentos deliciosos, de personajes adorables bañados de una bella ingenuidad. Es además un homenaje al cine y a las relaciones sentimentales. Posee un estilo diferente y original, a veces pesa demasiado la voz en off y en otras carga demasiado el silencio del personaje principal pero en lineas generales es una tierna historia de amor a tres bandas que sobrevive con gracia a pesar de los muchos precedentes fílmicos al respecto.