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Stolen Pleasure (1962)

Sinopsis
Masuko, otrora bailarina de cabaret, mantiene para su desgracia un romance furtivo con Asai, director de ventas de una gran compañía de automóviles. Cuando su esposa, afectada de una enfermedad del corazón, descubra la infidelidad y él decida divorciarse, las fatalidades empezarán a sucederse...
Género
Drama
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Tadare
Duración
88 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
8
Pasión y odios
En su esquema habitual de trabajo en Daiei, Yasuzo Masumura seguía tan apegado como siempre a historias con este tipo de temas.
Al parecer fue idea del productor Itsuo Doi el que volviese a adaptar un guión de Kaneto Shindo, cuyo matrimonio creativo se mostraba infalible...

Tanto más si la fuente procedía de una de las novelas más populares de Shusei Tokuda, por el que el anterior sentía gran admiración (no en vano ya adaptó "Shukuzu" casi una década antes), autor especializado en los universos de amores turbulentos donde el protagonismo pertenecía a las mujeres. Ahora es "Tadare", melodrama trágico de la era Taisho y que Shindo logra que encaje de maravilla en el contexto de la sociedad nipona de los años '60, y sobre todo en la filmografía del natural de Kofu. Éste sabe que nadie puede interpretar a la protagonista (Masuko) mejor que su musa Ayako Wakao, con quien unos meses antes realizó "A Wife Confesses", de sus mayores obras (de la carrera de ambos).
Su papel se invierte, o sufre una leve transformación: de esposa sacrificada y subyugada a un marido despótico a amante sensual y egoísta; aquí otra esposa carga con el pesar de ser la engañada (Ryuko). Nada más aparecer en pantalla se establece la desemejanza. Masuko como imagen de la mujer moderna japonesa, en ropa interior y fumando; Wakao explota como nadie su poder erótico ante la cámara. La partida de mahjong que juega con sus vecinos y donde empiezan los créditos anuncia las futuras argucias y engaños que deberán usar los diversos personajes en sus enfrentamientos.

Cual parásito, Masuko absorbe el dinero de Asai, vendedor de coches de éxito, y su deseo consume el alma a la esposa de éste, asimismo incapaz de dejar al marido; trío de pasión y odios. Cuando ésta se presenta ante la amante la línea divisoria es un hecho: posición social, diferencia de clases, tradición de una (el kimono, el habla, el rol de la esposa ya asumido) contra el espíritu liberal/occidental de la otra. Shindo combate esa tradición, que se traduce en un compromiso por conveniencia, con la infidelidad y la mentira, el único medio, a todas luces, que puede emplear el hombre.
Pero las diferencias de ruindades entre ambos sexos no se aprecian: aquí todos se usan, se manipulan, todos son esclavos de la pasión ciega, la lujuria, y se corrompen fácilmente. Y la trama se estructura en dos largos actos: el 1.º determinado por la batalla entre Masuko y Ryuko; el 2.º por la que iniciarán Masuko y Eiko, una sobrina huida de un pueblo de Fukushima que ya aparece mucho antes de perder la pobre Ryuko, y de un modo desgarrador, el papel principal en esta tragedia, como si fuese su odio encarnado, enviado desde sus oraciones de muerte. Un gesto inocente, el rechazo del matrimonio que su padre le ha organizado, el cual va mutando en algo peligroso.

De estar dirigida por Shindo la audacia visual cobraría peso, pero los enfermizos ambientes, generados por el carácter de los personajes, cuya obstinación es detestable (aun conscientes de sus incorrectos caminos, continúan por ellos de todas formas), asfixian más al observarlos Masumura con su habitual rigurosidad estética, teniendo las sorpresas del guión mayor impacto dramático al revolverse las sensaciones humanas con violencia en esos espacios fríos, de aparente y calmada desafección. Pero ahí laten la fatalidad y la tensión, subrayados por el agobiante blanco y negro de la fotografía de Setsuo Kobayashi y las intensas notas de la música de Sei Ikeno.
Mientras el cuerpo masculino es ahora el objeto de deseo (para plasmar la inversión de roles que plantea Shindo, se utiliza con ingenio el atractivo físico de Jiro Tamiya, casi siempre empapado en sudor y desnudo) la sustitución femenina es también significativa. De repente las mujeres asumen roles accidentalmente. Eiko, del mismo lugar que Masuko, llega rebelde a la ciudad; choque entre culturas y sociedades. Cuando mira a su tía mira un anhelo: el de la libertad sexual reprimida en el área rural por las buenas costumbres, y que en esos '60 se empiezan a perder.

En una depravada sesión voyeur, Eiko observa los cuerpos de los amantes en la noche; el de Asai despierta el deseo. Cambia entonces; se peina y viste al estilo de Masuko y adopta sus maneras (influye mucho el parecido entre Wakao y Yaeko Mizutani), la imita porque la envidia y admira su audacia al tener sexo sin estar casada. Y en una inesperada involución Masuko adopta el rol de esposa que una vez perteneció a la ya desaparecida Ryuko, como si la poseyera desde el más allá. Celos de la chica joven, de las miradas furtivas; su sospecha es comprensible: tiene miedo de sufrir la invasión parasitaria que una vez ella practicó.
Shindo retuerce el escenario y los papeles, nos fuerza a contemplar la total falta de moralidad entre hombres y mujeres cuando asoman los conceptos de compromiso, embarazo o matrimonio, que ya parecieran mojigaterías del pasado en la moderna y libre sociedad actual, donde los kimonos están tan obsoletos como la monogamia. La tormenta desatada en este triángulo venenoso nos brinda algunos de los instantes más salvajes que protagonizó Wakao para el director, descendiendo su Masuko al nivel más bajo posible y ejerciendo de la zorra manipuladora que siempre fue.

Una tormenta que avivan los seres que pululan a su alrededor (algunos un tanto innecesarios en la trama). Hombres cínicos e infieles hechizados con la sensualidad de las muchachas, chicas corrompidas por una frivolidad nauseabunda para quienes el embarazo es sólo una forma de afianzar su posición social, esposas sumisas dependientes del marido a quienes culpan de sus desgracias.
Oportunismo y mentira entre familiares, amigos y amantes. Y la fuerte amante de Wakao queda reducida, medio desnuda, en un último y desgarrador plano, a lo que fue desde un principio: el objeto del hombre, a cuyo lecho se dirige para complacer. El Japón de las relaciones humanas observado por Masumura y Shindo invita a la repulsión...da asco, da miedo.
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