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Silencio de mujer (1938)

Silencio de mujer
90 min.
6,5
302
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Escena (INGLÉS)
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Sinopsis
El altruista dueño de una tienda decide contratar a ex-presidiarios para darles una segunda oportunidad. Desafortunadamente, uno de ellos urde un plan para robar en la tienda. (FILMAFFINITY)
Género
Acción Aventuras Crimen
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
You and Me
Duración
90 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
6
¿El crimen paga o no paga?
Esta película me entusiasmó desde el principio. Está contada en un estilo romántico muy cuidado y en un ejercicio de acomodar los movimientos y el tono vocal de los actores a la banda sonora y no al revés, logrando, así, colmar las acciones de un magnetismo suave y equilibrado; y un par de canciones que escuchamos en los primeros minutos, además de agradables, también encajan perfectamente con la historia.

Los personajes tienen carisma: Helen Roberts, la empleada de la tienda Morris, es una buenaza con cara de ángel y muy sensible ante las salidas en falso de sus congéneres, pues, ella misma vivió en carne propia situaciones parecidas. Su jefe, Jerome Morris, ¡es una maravilla!, la clase de hombre que deberían canonizar en vez de estar votando incienso y velas en tipos rezanderos o en aquellos que se vuelven ermitaños y huyen de la sociedad. Contra el escepticismo de su esposa y de quien quiera, Morris vive dispuesto a consagrar sus bienes a la búsqueda de la redención de los delincuentes en libertad condicional, y no pierde la fe en ellos aunque, alguna vez, amenacen volverse contra él. Por su parte, Joe Dennis, anhela con ansia dejar atrás su oscuro prontuario, aunque ciertos impulsos no logra controlarlos todavía.

Partiendo esta vez de un guion escrito por, Virginia Van Upp, Norman Krasna y Jack Moffitt, el director Fritz Lang, insiste en la redención de los inadaptados como ya lo hiciera en, “Liliom”, y en, “You only live once”, pero, ahora, los resultados serán distintos y se torna posible empatizar plenamente con sus protagonistas. Sylvia Sidney -muy estimada por Lang desde su llegada a los EE.UU., pues, ya la había tenido a su lado en, “Fury”-, logra recrear a un ser sensible, carismático y noble que, sólo en el momento en que hace las veces de disuasora con pruebas matemáticas, desentona inevitablemente con un argumento apenas aplicable al caso citado y otros pocos, porque, en contra de lo que ella sostiene, los hechos demuestran que el crimen sí paga, en dinero abundante y en efectivo… y si no, pregunten a muchos de aquellos que hoy ostentan lujos, riquezas enormes y grandes fajos de billetes salidos de “la nada”. Lo que no se obtiene, ¡jamás!, con el crimen, es paz interior, seguridad, sueños tranquilos o frente en alto… y estas cosas valen más que todo el dinero del mundo.

Por su trayectoria de peligroso gánster en numerosos filmes de los años 30' (siglo XX), George Raft fue una acertada selección para el rol de Joe, el hombre para quien más difícil se está tornando la redención; y también me gustó mucho, Warren Hymer (Gimpy), el simpático empleado leal a la pareja.

Fritz Lang, tuvo ocasión de haber hecho otra gran película, pero, sus propósitos didácticos se diluyen en situaciones y argumentos muy poco digeribles.

Título para Latinoamérica: SILENCIO DE MUJER
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
8
El peso de las cadenas de la imagen social
You and me (Id, 1938) es la tercera película que Fritz Lang rodaba en Estados Unidos, tras exiliarse, o huir, de Alemania, tras el ascenso al poder del Nazismo. No podían ser más demoledoras y sombrías sus dos anteriores obras, Furia (1936) y Sólo se vive una vez (1937), un fustazo de indignación y desolación ante la inconsistencia humana, por su falta de sentido o sensibilidad de justicia, ya sea de modo individual o colectivo (como masa linchadora) a través de sus instituciones. Una visión corrosiva sobre el ser humano como ser social. Que la acción dramática de ambas obras aconteciera en el país representante de la democracia, considerando lo que estaba ocurriendo (y ocurriría) en su país natal, adquiría unas siniestras y dolorosas resonancias. La crueldad y la inclemencia es patrimonio universal. Con su tercera obra parece que quiso rebajar el pistón de su furiosa denuncia, por lo menos en su tono o tratamiento. El proyecto le llegó de rebote. El guionista, Norman Krasna, no contó con la confianza del Estudio Paramount para realizar su opera prima con dos de sus estrellas, George Raft y Carole Lombard. Raft tampoco parecía dispuesto a ser dirigido por Krasna, lo que le reportó una sanción. Durante dos años fueron variando los implicados en el proyecto, fuera Richard Wallace como director, John Howard y Arlin Judge como protagonista masculino, o Sylvia Sidney como protagonista femenina. Esta, que había sido protagonista de sus dos anteriores obras, reclamó a Lang. Dado que en su punto de partida había conexiones con Sólo se vive una vez (en este caso, son ambos, la pareja protagonista, los que tienen antecedentes penales, y aspiran a integrarse en la sociedad), Lang no quiso repetirse, y solicitó la intervención de otra guionista, Virginia Van Upp (quien la siguiente década llegaría a ser, junto a Joan Harrison y Harriet Parsons, una de las tres únicas mujeres productoras en Hollywood), para realizar las oportunas modificaciones que hicieran oscilar la acción más entre la comedia y el drama. Al respecto se incidió en el juego de equívocos y engaños en la relación de la pareja protagonista, que conforman Joe (George Raft) y Helen (Sylvia Sidney), ya que ella en principio no reconoce que también tiene antecedentes penales). Una conducta que ejerce reflejo de una dinámica social.

Ambos se conocen porque trabajan como dependientes, como otros tantos ex presidiarios, en unos grandes almacenes, cuyo dueño, Mr Morris (Harry Carey, todo un icono de la integridad que había afianzado en los westerns con los que adquirió fama), es la antítesis de aquellas mentes inflexibles que no permitían la integración, o segunda oportunidad, al protagonista de Solo se vive una vez. Su discurso, apología de la tolerancia, a su esposa, escandalizada por la condición de esos dependientes y cómo puede afectar a la imagen del negocio, es toda una declaración de principios. Este peso de la imagen se amplia, cual enriquecedor círculo concéntrico, o dicho de otro modo, infecta a la propia relación de la pareja protagonista, que mantiene su idilio en secreto (cuando una asciende y el otro desciende por las escaleras mecánicas se tocan la mano fugazmente). Por un lado, Joe está decidido a dejar el empleo y abandonar la ciudad porque no quiere complicar la vida a la mujer que ama, como si su pasado delictivo pudiera contaminarla con su mancha. Pero, por otro, ignora en qué medida influye en Helen ese peso de la condicionante imagen, ya que es incapaz de reconocerle que ella también sufrió prisión y está en situación de libertad condicional. De hecho, no se revela que ella también tiene esos antecedentes hasta que ya se ha consolidado la relación, se han casado y conviven juntos. En principio, por tanto, You and me se centra en cómo influye ese peso de la imagen, como dictadura o potencial linchamiento social, que puede imposibilitar la materialización de una relación, y posteriormente, con la revelación de la información que ella ha ocultado, cómo ese escenario social se puede enquistar cual quiste sebáceo, o contagiar cual virus, en la forma de actuar, incluso en el espacio íntimo, que se adopte, aun por omisión, una condición de actante escénico.

Una de las principales virtudes de You and me es su desconcertante indefinición genérica. ¿Es comedia, drama, una obra puente entre el cine de gangsters y el cine negro, o todo a la vez? ¿Y sus escenas musicales, que inciden en un acusado extrañamiento, y acentúan la abstracción? Son éstas, además, algunas de las mejores, aparte de más sorprendentes, secuencias de la película. Las canciones están compuestas por Kurt Weil, que había colaborado con Bertold Brecht. Lang reconoció la influencia de este en el empleo de las canciones como recurso de distanciamiento expresivo que pone en evidencia el mecanismo de la ficción, a la par que ejercen de comentario sobre la propia acción (aunque no carentes de emoción). Un escenario social que nos convierte más en actores que deben ajustarse a un repertorio y actuar o aparentar ser de acuerdo a lo que es legitimado y no anatemizado necesitaba ser desentrañado con una opción estilística que expusiera su condición de ficción social. Ya la introducción de You and me es tan chocante como brillante, con ese vibrante montaje que alterna objetos o figuras que representan a la sociedad de consumo, en la que lo prioritario y dominante, como se remarca en la letra de la canción, Song of the cash register/Canción de la caja registradora, es el concepto del dinero.
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