Trailer (VO)
- Sinopsis
- En Montreal, un joven artista acepta la propuesta de un sacerdote para representar la Pasión de Cristo en los jardines de la parroquia, interpretando él mismo el papel de Jesús. No tardan en darse lugar las desavenencias entre el equipo artístico y la comunidad parroquial. (FILMAFFINITY)
- Género
- Drama Religión Teatro
- Dirección
- Reparto
- Año / País:
- 1989 / Canadá
- Título original:
- Jésus de Montréal
- Duración
- 119 min.
- Guion
- Música
Premios
Esperando la muerte lo más confortablemente posible.
10 de abril de 2009
"¡La vida no puede consistir en esperar la muerte lo más confortablemente posible! ¡Puede que yo sea naíf, pero tiene que haber más!."
De "Jesús de Montreal", de Denys Arcand
La película que se estructura sobre diversos niveles argumentales, es decir, permite varias lecturas. La primera, claro está, es la anecdótica, lo que sucede alrededor de un actor que interpreta a Jesús en una obra teatral llegando con la palabra del profeta a los corazones y conciencia del público. Otra lectura permite establecer una simetría entre lo que sucede en el presente y lo que cuenta la Biblia sobre la vida de Jesús. Los símbolos y metáforas son muy sugerentes.
Una obra brillantemente guionada, dirigida e interpretada, con un manejo de las segundas lecturas verdaderamente original, sutil, respetuoso y delicado.
De "Jesús de Montreal", de Denys Arcand
La película que se estructura sobre diversos niveles argumentales, es decir, permite varias lecturas. La primera, claro está, es la anecdótica, lo que sucede alrededor de un actor que interpreta a Jesús en una obra teatral llegando con la palabra del profeta a los corazones y conciencia del público. Otra lectura permite establecer una simetría entre lo que sucede en el presente y lo que cuenta la Biblia sobre la vida de Jesús. Los símbolos y metáforas son muy sugerentes.
Una obra brillantemente guionada, dirigida e interpretada, con un manejo de las segundas lecturas verdaderamente original, sutil, respetuoso y delicado.
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9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo Humano
29 de noviembre de 2009
“Jesús de Montreal” es mucho más que una de por si ya muy comprometida representación de la bíblica Pasión de Cristo en los tiempos contemporáneos, es nada mas ni nada menos que la mera demostración de un Denys Arcand que se muestra ambivalente, confuso (como casi todos) con respecto a una religión que nos da una bajada de línea que con el paso de los años ha perdido credibilidad a pasos agigantados.
A Arcand le pasa lo mismo que a nosotros y nos lo demuestra sin tabúes, sin disimularlo siquiera, pues intenta creer en el Cristo divino, en su muerte y resurrección, en sus celestiales milagros, pero sin embargo, los datos cada vez mas fehacientes, el desarrollo caótico del mundo actual y la desazón por los constantes errores de una iglesia católica corrupta lo han llevado a creer cada día mas en un Jesús humano, terrenal, carnal, con los mismos deseos e inquietudes, con los mismo anhelos y equivocaciones que cualquiera de nosotros. Y así, finalmente le rinde homenaje, no sin mostrar cierta vergüenza al respecto, es verdad (la venda en los ojos de la estatua de Jesús así lo demuestra). Con un escepticismo que remarca su humanidad y el poder de su mito, de su espíritu antes que una pureza extrema cada vez mas expuesta como absurda e insensata, a cada momento va convenciéndonos que los fenómenos sobrenaturales que envolvieron la vida del Mesías estaban mas emparentados con una sociedad, la de aquellos años, ignorante, inocente, que consideraba a la tierra como plana, y estaba convencida de la existencia de monstruos marinos, en la diversidad de Dioses que vivían en un plano superior a la tierra, en fin, una sociedad que consideraba al rumor y al relato como la fuente de información mas veraz que podía tener y por ende, la verdad absoluta sobre diferentes circunstancias de la vida. Y no lo hace para desprestigiar la obra de Cristo, sino por el contrario, lo hace para enaltecerlo, para llevar su vida a un nuevo plano, a un punto de observación distinto que lo configuren como un hombre ciertamente noble y hecho “de buena madera” que inspire a los hombres a su emulación, que rote su adoración no a su divinidad sino a la calidez que solo la humanidad de sus actos puede reflejar. Pues así es Coloumbe. Un hombre cotidiano, no el dueño de la verdad absoluta, sino un hombre, que se enamora, que se enoja cuando se encuentra frente a la injusticia, que busca inspirar a sus compañeros a sentir pasión por aquello que han elegido como medio de vida hasta caer victima de un sistema frio y cruel, por el cual va perdiendo poco a poco la luz de su interior, sus ideales de cambiar a la sociedad y su forma de ver las cosas de la mano de la injusticia y el abominable respeto por el status quo.
Coloumbe no es Cristo, Jesús de Montreal no es un relato bíblico…pero durante sus dos horas de calidez y espiritualidad fílmica uno se siente tan cerca de Dios, que olvidarse estar frente a una pantalla de un aparato de rayos catódicos es algo fácil de lograr.
A Arcand le pasa lo mismo que a nosotros y nos lo demuestra sin tabúes, sin disimularlo siquiera, pues intenta creer en el Cristo divino, en su muerte y resurrección, en sus celestiales milagros, pero sin embargo, los datos cada vez mas fehacientes, el desarrollo caótico del mundo actual y la desazón por los constantes errores de una iglesia católica corrupta lo han llevado a creer cada día mas en un Jesús humano, terrenal, carnal, con los mismos deseos e inquietudes, con los mismo anhelos y equivocaciones que cualquiera de nosotros. Y así, finalmente le rinde homenaje, no sin mostrar cierta vergüenza al respecto, es verdad (la venda en los ojos de la estatua de Jesús así lo demuestra). Con un escepticismo que remarca su humanidad y el poder de su mito, de su espíritu antes que una pureza extrema cada vez mas expuesta como absurda e insensata, a cada momento va convenciéndonos que los fenómenos sobrenaturales que envolvieron la vida del Mesías estaban mas emparentados con una sociedad, la de aquellos años, ignorante, inocente, que consideraba a la tierra como plana, y estaba convencida de la existencia de monstruos marinos, en la diversidad de Dioses que vivían en un plano superior a la tierra, en fin, una sociedad que consideraba al rumor y al relato como la fuente de información mas veraz que podía tener y por ende, la verdad absoluta sobre diferentes circunstancias de la vida. Y no lo hace para desprestigiar la obra de Cristo, sino por el contrario, lo hace para enaltecerlo, para llevar su vida a un nuevo plano, a un punto de observación distinto que lo configuren como un hombre ciertamente noble y hecho “de buena madera” que inspire a los hombres a su emulación, que rote su adoración no a su divinidad sino a la calidez que solo la humanidad de sus actos puede reflejar. Pues así es Coloumbe. Un hombre cotidiano, no el dueño de la verdad absoluta, sino un hombre, que se enamora, que se enoja cuando se encuentra frente a la injusticia, que busca inspirar a sus compañeros a sentir pasión por aquello que han elegido como medio de vida hasta caer victima de un sistema frio y cruel, por el cual va perdiendo poco a poco la luz de su interior, sus ideales de cambiar a la sociedad y su forma de ver las cosas de la mano de la injusticia y el abominable respeto por el status quo.
Coloumbe no es Cristo, Jesús de Montreal no es un relato bíblico…pero durante sus dos horas de calidez y espiritualidad fílmica uno se siente tan cerca de Dios, que olvidarse estar frente a una pantalla de un aparato de rayos catódicos es algo fácil de lograr.
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6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
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