Amor de mi vida (1940)

...es un largometraje que no me convence.

Tal vez sea el argumento, tontito, disconexo y poco interesante (aunque no sé que esperaría yo en este tipo de películas). O tal vez los acompañantes artísticos de Astaire, ninguno de ellos a la altura en mi opinión excepto el divertido y carismático Charles Butterworth. El caso es que esta película está carente de esa chispa que si tienen películas suyas como "Follow the Fleet" o "Swing Time".

Pero lo mejor de esta cinta (que sigue siendo también lo más importante en este tipo de películas de Fred Astaire) son como siempre los números musicales. En "Al fin solos", los números son bastante buenos y se aprecia con el ensimismamiento de siempre la pureza y autenticidad en los bailes de Fred Astaire. Pero les falta en algo de originalidad (a excepción del número de la orquesta que es magnífico y, sin duda, el mejor) y falta sobre todo una pareja a la altura de ese gran bailarín (se echa muchísmo de menos a Ginger Rogers).

En fin, no es una película de Astaire imprescindible en su filmografía, pero es verdad que hay que apreciar la sencillez y antigüedad del metraje, ya que la poca edición de las escenas nos ayudan a apreciar al máximo los números musicales y el talento de Fred Astaire a la hora de marcar el ritmo con sus zapatos de claqué. Pero no es ni de lejos su mejor película, aunque tampoco de las peores. Diríamos que se encuentre en un término medio.

Lo mejor: Los números musicales.
Lo peor: El argumento...

Un gerifalte del cine norteamericano, allá por los años 30, cuando le presentaron a Fred Astaire para hacerle una prueba dijo que quién podía creerse que un tipo como aquel iba a triunfar. Pues triunfó, ¡Vaya que sí triunfó!
Por lo tanto en el año 40, Fred ya tenía más que asentada su carrera. Burgess Meredith justo al año siguiente trabajó en Lo que piensan las mujeres, ni más ni menos que a las órdenes de Ernst Lubitsch interpretando también a otro músico, el pianista Sebastian.
Al fin solos es una de esas películas que pertenecen a la exclusiva dimensión de Fred Astaire y sus comedias musicales romanticonas y nostálgicas.
Esos bailes de Fred con su pareja, danzando entre el gentío feliz, son los que logran emocionar en grado sumo y lo seguirán haciendo sin que nadie jamás logre arrebatarle el puesto. Aquí se sale con su duelo a trompeta en la orquesta de Artie Shaw, famoso músico que se interpreta a sí mismo con su clarinete como si fuera un largo cameo. La música orquestal es la mayor expresión de la civilización y ver a Fred Astaire dirigiendo la orquesta mientras baila demuestra la grandísima capacidad de este hombre para asombrar y agradar. Añadir que en esta película canta más que baila.
Paulette Goddard fue una de esas mujeres de bandera que el tiempo la iba sumando atractivo.