Casi un ángel (1941)

La primera plana del periódico, Star Press de New York, está ya lista y en ella se informa que el magnate, Jonathan Reynolds, ha muerto en su casa a consecuencia de un infarto. En su lecho, Reynolds parece estar viviendo sus últimos minutos y el editor pide al cielo que ojalá se muera antes de las 9:20 pm, para poder salir primero con la noticia. Pero, de la casa del magnate no sale pésame alguno, y el señor Reynolds aún quiere asegurarse de que, a su muerte, su hijo Johnny quede en manos de una mujer digna… y entonces le pide que le presente a su prometida. Ante la premura del tiempo, y al no poder hallar en el hotel a su novia Gloria Pennington, la linda muchacha encargada del guardarropa, Anne Terry, sirve entonces como reemplazo para que haga por unos minutos el rol de aquella, y así el viejo pueda morir en paz.

Así comienza esta encantadora comedia, con ciertos aires de cuento de hadas y con mucho de la manera como, los giros de la vida, de pronto cambian las cosas radicalmente... y todo lo que parecía que iba a ocurrir se viene al piso y termina sucediendo lo que no había pasado por la mente de persona alguna. Alguien ha movido las fichas de lo que parecía un seguro jaque mate, "no sabemos" quién ni cómo lo hizo, pero pronto habremos de comprender porqué las ha movido.

Sexta, y última realización, del director alemán Henry Koster, con ese torrente de estrella llamada Deanna Durbin, con la que está llenando a reventar las taquillas, permitiendo sorprendentemente que, la productora Universal, salga a flote de lo que parecía un descalabro seguro. En España y Latinoamérica, la película fue titulada “CASI UN ÁNGEL”, pero para los directivos de la Universal y para el público fascinado con la estrella (yo entre ellos), la joven Deanna fue un Ángel con mayúsculas y con alas incluidas, pues sus filmes tomaban tanto vuelo que, a las arcas de la productora, entraba dinero como nunca lo imaginaron.

El inmenso Charles Laughton, es aquí el enfermo, pero luego entusiasmado suegro, dispuesto a arruinarle la fiesta a unos cuantos y a otras tantas, con tal de que su hijo haga finalmente lo que él, viejo zorro y con pinta de capitán Kidd, bien sabe que le conviene.

Película relajante, amena y emotiva que uno ve con sumo agrado, porque está colmada de personajes encantadores; de otros de los que muchos quisieran zafarse y les dará gusto ver como el señor Reynolds lo consigue; y de algunos más que, quizás, vean frustradas sus turbias aspiraciones, para dejar plantada aquella ley de la vida que afirma que, el mal a veces triunfa, pero nunca lo consigue para siempre.

Nos hallamos ante un interesante -y risueño- argumento hábilmente llevado a la pantalla que enseguida llama la atención tanto por la interpretación magnífica (C. Laughton y D. Durbin) como por una ambientación que cuida todos los detalles y proporciona empaque y entidad a la obra.
Es divertida, humana, compleja y plantea una situación de enredo con enorme soltura y con excelente sentido del humor.
No concede un instante de tregua y la acción se desarrolla como un torbellino que lo inunda todo, que implica a los protagonistas y también al patio de butacas.
Magnífica la labor de dirección de H. Koster.