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El fantasma de la ópera (TV) (1983)

El fantasma de la ópera (TV)
96 min.
4,7
29
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Sinopsis
Adaptación de la célebre obra de Gaston Leroux ambientada en Budapest a principios de siglo. (FILMAFFINITY)
Género
Terror Drama Años 1900 (circa) Ópera Telefilm
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
The Phantom of the Opera
Duración
96 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
El fantasma de la ópera
6
A medio gas
Este largometraje realizado para la televisión es una de las versiones menos conocidas del enmascarado personaje; tiene a su favor una puesta en escena y fotografía bastante más elegantes y conseguidas que las dos anteriores ediciones, aquellas de Arthur Lubin en 1943 y Terence Fisher en 1962, pero desgraciadamente a nivel argumental parece más una revisión de éstas películas, que de la novela en si, un relato del que los guionistas se van alejando a medida que se van haciendo más y más versiones. Aquí el fantasma no ha nacido desfigurado, ni ha viajado por Asia, ni ha intervenido secretamente en la construcción de la ópera, etc, sino que toda la historia consiste en una venganza por los agravios recibidos, entre otros, el accidente que destroza su cara; esto es completamente inexistente en la novela, y fue una invención de la versión de 1943, que sorprendentemente, se ha mantenido en casi todas las entregas posteriores. Por eso las comparaciones entre las diferentes cintas de "El fantasma de la ópera" son inevitables, pero muy interesantes. Hay que tener en cuenta que el único intento de llevar la novela al cine fue el de Lon Chaney en 1925, y aún así las licencias fueron bastantes.

Como siempre los guionistas hacen y deshacen a su antojo, pasando por alto, no ya el argumento, sino el auténtico espíritu de la novela, que lejos de ser gótica o romántica, es sobre todo policíaca. Por eso debo señalar que uno de los pequeños detalles que me ha parecido un acierto en esta versión de 1983 es que hay ya un inspector de policía (ausente en todas las anteriores), que puestos a inventar, enriquece un poco la trama y que con su escepticismo por delante intentará dar caza al misterioso personaje, y que aún tendrá más protagonismo en la miniserie de 1990 dirigida por Tony Richardson.

Por eso podría considerarse que esta película es un paso intermedio entre las dos mediocres mencionadas de 1943 y 1962, y la de Richardson, ésta sí, mucho más lograda. De hecho aquí ya se apuntan ya algunos elementos que tendrían más desarrollo en la de 1990: el largo secuestro de Christine por parte del Fantasma y la obsesión que éste siente, ya que ella le recuerda a su difunta ex-esposa (en la de Richardson también hay un desdoble de Christine pero en este caso es con la madre del Fantasma, quien murió siendo él un niño, y de la que sólo recuerda su voz, aunque quizás este elemento esté tomado de "Misterio en la ópera", una suerte de secuela de la de 1943, con Boris Karloff y Susan Foster y Turhan Bey), incluso detalles como el uso de varias máscaras según el estado de ánimo del Fantasma, o el hecho de que en ningún momento se le vea la cara desfigurada fueron retomados después.

El persa, personaje fundamental en la novela, y que sólo aparecía en la versión de 1925 (aunque inexplicablemente se presentaba como el inspector de policía Ledoux, pese a estar caracterizado como un persa, sombrero de astracán incluido…), tampoco aparece aquí, pero en cambio sí se mantiene el misterioso personaje del vagabundo que rescata al Fantasma del incendio y se convierte en algo así como su ayudante, y a la vez un contacto con el mundo exterior, y que ya estaba presente en la versión de la Hammer de 1962. Para rebuscar más las cosas, no hay aquí un conde de Chagny, sino un barón de Hunyadi, que además no es el inocente muchacho enamorado de Christine, sino un pérfido empresario liado con su rival, la Carlotta.

Michael York tiene aquí un lugar similar al del conde, sólo que su ocupación es la de director de escena. Jane Seymour es una Mary (que no Christine...) algo sosa y dominada por las circunstancias, aunque de iniciativas no siempre honestas, mientras que Max Schell resulta más convincente que Claude Reins o Herbert Lom en su sombría interpretación (que perdía bastante en el doblaje al español, por cierto).

Grabada en la auténtica ópera de… Budapest, y no en la de París, seguramente por motivos presupuestarios, no deja de tener una puesta en escena con cierta gracia, y por lo menos nos libramos de los decorados de cartón piedra de los dos rancios filmes antes mencionados. En esta ópera húngara se representa además el auténtico "Fausto" de Gounod, ópera mencionada una y otra vez en el relato de Leroux, y sustituida por otras músicas en todas las demás versiones cinematográficas, excepto en esta, donde además sirve como parte de la música incidental, y la de 1990.

Una versión en fin, que se deja ver si no se toma muy en serio, debido a un guión francamente flojo e impersonal.
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