El beso de la muerte (1932)

Relativamente temprano ejemplo de cine negro, que se distingue particularmente por ir al grano, no perder tiempo en contar una historia policiaca. Con un inicio impactante, escena final de una película en la que muere el protagonista. El director quiere repetir la escena, para que el actor represente mejor la muerte. Dice que no ha caído bien. El actor no se levanta. Es que está muerto. ¿Quién es el asesino o asesina? Pues lo sabremos, a partir de ahí, en menos de una hora.
No hay lugar para grandes interpretaciones, pero todo tiene un cierto tono ligero, algo cómico, de simple entretenimiento.
Interesante para quienes deseen abarcar más en la historia del cine y en especial del policiaco.

Directa y sin complejos. La ópera prima de Edwin L. Marin es una divertidísima comedia de cine negro. No anda con titubeos. Avanza a ritmo ágil e instruye gracias su exposición laboral dentro de un guión disfrutable para amantes del meta-cine.

El elenco del anterior Drácula de Browning se mueve por la obra con solvencia. No destaca nadie, pero se saborea un buen trabajo en equipo. La cinta se mueve entre la credulidad fácil y los desahogos humorísticos del entorno.

Nada es sobresaliente, pero se siente la armonía y el buen hacer de sus responsables.

Recomendable.