De espaldas a la pared (1958)

139/35(29/04/21) Todo un hallazgo este estupendo thriller polar francés, dirigido por Edouard Molinaro, adaptando la homónima novela de Frederic Dard, que además guioniza junto a François Chavane (“La fiera anda suelta”), y Jean Redon (“Los ojos sin rostro”), para un argumento juguetón y con múltiples que nunca deja de sorprenderte en sus virajes. Una notable ambientación de cine negro ayudado por una formidable cinematografía de Robert Lefebvre (en glorioso b/n), moviéndonos mayormente por la noche, donde el rol del duro detective clásico aquí se torna en el de un marido (incluso con el look típico bogartiano de gabardina y sombrero de ala ancha) que descubre la infidelidad de su mujer, y decide poner en marcha un maquiavélico plan, no para vengarse de ella, si no para recuperar su amor, manejando a todos en un teatrillo ingenioso de chantajes, sobornos, aprovechamiento de celos, convirtiéndose en un genial Maestro de Marionetas, pero nunca todo sale como se imagina. Tenemos a una hermosa femme fatale en Jeanne Moreau, que cree poder conllevar el adulterio de forma sencilla, pero nada lo es. Ello en un desarrollo ágil e inteligente, con diálogos sagaces, frases punzantes con personajes de carne y hueso, falibles, matizados en pocos trazos, hasta desembocar todo en un rush final mordaz en como el destino nunca se puede manejar.

El comienzo resulta toda una declaración de intenciones en el excelso manejo de la filmación tensa, 15 minutos sin diálogos, solo adornado por la hermosa música de Richard Cornu, que agudiza las sensaciones, donde seguimos al protagonista desconcertados con lo que hace, quizás inspirado este metraje en “Rififi” (1955). El industrial Jacques Decrey (Gérard Oury) sale de su villa con su abrigo y sombrero y recorre la ciudad de noche en su Buick, para ante un edificio de apartamentos, sale del automóvil por el lado del pasajero y se pone guantes. De modo sigiloso, esquivando con pericia a gente que se puede cruzar con él, entra en el bloque y a oscuras llega a un piso que abre pero no enciende la luz, moviéndose por el lugar iluminado por un mechero, llega a hasta un cadáver tirado en el suelo, Yves Normand (Philippe Nicaud), comprueba que está muerto, recoge una pistola, varios de sus enseres los mete en una maleta, envuelve el cuerpo en la alfombra, a hurtadillas lo introduce en el maletero de su coche con la maleta. Lo traslada a unas obras y allí lo cubre con hormigón en lo que va a ser un muro. Es cine en estado puro, el poder de la imagen para atraparnos, y a la vez exuberante prólogo para presentarnos al hierático protagonista, vuelve a coger su coche y su voz en off nos dice: “Todo comenzó hace tres meses...", y entonces entramos en el flash-back que será casi todo el film.

Una cinta con claro sabor noir, incluso de ‘heist’, por lo del plan retorcido que parece milimétrico, como los que se dan para realizar un atraco, aquí cada pieza cuenta, donde aquí el botín es que vuelva el amor de la mujer fatal, manipulándola sin que ella se entere, siempre en la sombra. Siempre con mucha ironía moviendo los hilos, donde chantajea a la pareja pidiéndoles más y más dinero, asfixiándolos económicamente, y con ello comprobando las reacción de ella, genial cuando le pide dinero al marido, "Me gustaría conseguir algunos vestidos nuevos", él le dice que le extenderá un cheque, pero ella lo arguye pidiendo cash, él le responde, "No puedo hacer que mi esposa se vista con nada más que lo mejor", le da un puñado de billetes. Mostrándose como un gato jugando con el ratón, pues sabe que lo que por un bolsillo sale, entra por el otro. O como cuando los exprime más tras haberles mandado fotos de su affaire, les pide 500.000 francos más con esta irónica excusa exigiendo más: “Olvidé incluir en la última factura el costo de las fotografías". Cuando la pareja de amantes ponen en marcha un contrataque Jacques se muestra maravillosamente frío y travieso aprovechándolo en su beneficio, sabe dónde están las debilidades de todos, incluso en una antiguo amor de Yves. Para el protagonista todo es un tablero de ajedrez donde siempre lleva ventaja, pero olvida que la gente tiene impulsos.

Molinaro sabe introducir gotas de humor como ya he comentado con el sarcasmo de Jacques, pero estos e agudiza con la introducción de un peculiar detective privado, Mauvin, encarnado por un estupendo Jean Lefebvre, que tiene una entrada delirante en su presentación a Jacques, en la sorna con que lo hace todo, y sobre todo en su peculiar relación con su esposa Josiane (jocosa Colette Renard), unas escenas descacharrantes en cómo se tiran proyectiles en modo cuernos (Mauvin: “Eres feo, tacaño, y eres un cornudo... Soy la esposa de un cornudo!" ¿?).

Gérard Oury da vida al protagonista con gran pose de tipo duro, con carisma, haciendo creíble tener todas las cartas marcadas, muy buena su expresividad; Jeanne Moreau es la mujer fatal que sabe bordar su rol dual de esposa y ‘ramera’, sin caricaturizarla, teniendo una transformación vez, con una gran expresividad en el clímax, y por supuesto con esa belleza glaciar que siempre atesoró; Philippe Nicaud como Yves Normand, da bien con el pícaro amante de Gloria, aunque le falta algo de definición; Entre otros secundarios me quedo (además de la pareja de detective y esposa) con Claire Maurier como la dueña del bar Ghislaine, manteniendo una relación tensa con su ex Yves.