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Julio César (1953)

Julio César
120 min.
7,6
6.452
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Sinopsis
Fiel adaptación para el cine de la obra homónima de Shakespeare. Terminada la guerra civil entre César y Pompeyo (49-46 a. C.), César se convierte en dictador vitalicio y concentra en su persona todos los poderes, lo cual implica, de hecho, la desaparición de la República. En el año 44 a. C., Casio y Bruto, dos nobles romanos defensores a ultranza de las libertades republicanas, encabezan una conjura contra el dictador, que es asesinado en los idus de marzo de ese mismo año. Cabría destacar el apologético (y demagógico) discurso que pronuncia Marco Antonio en defensa de César con el fin de soliviantar a la plebe contra los tiranicidas. Con esta obra Mankiewicz propone una lección política sobre los regímenes autoritarios.
(FILMAFFINITY)
Género
Drama Histórico Antigua Roma Biográfico
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Estados Unidos Estados Unidos
Título original:
Julius Caesar
Duración
120 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Shakespeare: Julio César
Links
Premios
1953: Oscar: Mejor dirección artística B&N. 5 nominaciones
1953: Premios BAFTA: Mejor actor británico (Gielgud) y extranjero (Brando). 3 nom.
1953: National Board of Review: Mejor película y actor (Mason)
1953: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director
1953: Círculo de Críticos de Nueva York: Nominada a mejor actor (Gielgud)
8
Los idus de marzo.
Con “Julio César”, Joseph L. Mankiewicz nos regaló con gran maestría quizás la mejor adaptación cinematográfica de una de las inmensas obras del inmortal William Shakespeare, gran dramaturgo y experto conocedor de la psicología humana. En la obra original para teatro, el principal protagonista es Bruto, y en la película Mankiewiecz se decanta por elevar la figura de Marco Antonio como el eje central y majestuoso de todo el drama. La historia recrea la conspiración en contra del dictador romano, su homicidio en los idus de marzo del año 44 a. C., así como nos inicia un poco en las secuelas posteriores. Es una película de gran calado, tanto por sus soliloquios, como por sus diálogos brillantes que hacen lucirse a todos sus intérpretes, en especial a Marco Antonio (espectacular Marlon Brando, del cual Mankiewicz dudaba y tenía en la recamara a Paul Scofield), y a Bruto (genial James Mason) hijo adoptivo de Julio César, y uno de sus principales asesinos. Pero no podemos olvidarnos de Calpurnia (Greer Garson) esposa de Julio César, de Cayo Casio (John Gielgud) principal instigador de la conspiración, de Gasca (Edmond O’Brien), de la dulce Porcia esposa de Bruto (Deborah Kerr), y finalmente a Julio César (extraordinario Louis Calhern). Si el reparto es superior, no se le queda a la zaga el inmenso guión, la fenomenal fotografía de Joseph Ruttenberg, así como la genial banda sonora de Miklós Rózsa.

El poder de Julio César era tan inmenso, que algunos de los miembros de Senado temen que tal poder pueda tornarse en Absolutismo. Cayo Casio influyente Senador y gran orador, es el principal conspirador para que se termine con la vida del César, instigando a otros Senadores para que lo realicen. Asimismo Julio César, por consejo de Marco Antonio acude a visitar a un adivino, que le advierte que su vida corre peligro en los idus de marzo, a lo que el César no hace ni caso, su esposa Calpurnia también le avisa del sueño que ha tenido y en la que una estatua del César estaba sangrando mientras muchos romanos se lavaban las manos en la sangre. Toda ésta sucesión de hechos llegan a hasta su último extremo, y la película los retrata de forma antológica, en particular el asesinato de Julio César, y las posteriores apariciones ante las escalinatas tanto de Bruto dando su versión al pueblo, como posteriormente la aparición de Marco Antonio con el cuerpo de Julio César en sus brazos y su habilidad oratoria para poner en contra de Bruto a todo el pueblo de Roma.
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69 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
La sumisión de las masas
El teatro sobrevuela constantemente por esta película. La película se intenta localizar en la antigua Roma, nos pretenden vender sus calles, sus templos, sus senados, sus campos, sus campamentos, etc. Pero su envoltorio se queda en eso, en intento. No estamos en la antigua Roma, sino en decorados, y se nota en cada momento. Pero ahora bien, un tal Shakespeare utilizó decorados teatrales para diseccionarnos inmejorablemente al ser humano, y lo que hace Mankiewicz en esta película es recuperar su labor.

Mankiewicz adapta otra historia de este genio sobre el poder, pero esta vez no vemos cómo un hombre puede ser destruido por éste, sino cómo se puede emplear a las masas para obtenerlo. Sin embargo, sólo se utiliza parte de su metraje para contar esto, en concreto hacia la mitad. Antes y después sólo vemos los clásicos discursos de Shakespeare para mostrarnos cómo se carcomen sus personajes, pero esto es eclipsado por los dos discursos que nos muestra Mankiewicz para manipular a las masas:

· El de James Mason (Bruto): usando el lenguaje sabiamente para trasmitir su mensaje, un mensaje honesto, sincero y de preocupación por el estado del país. A pesar de utilizar trucos para llevar a los oyentes por el cauce que se desea, el motivo para esto es legítimo. Y se consigue el propósito momentáneamente: convencerlos de que él lleva razón. Un buen manipulador (y un gran actor Mason).

· El de Marlon Brando (Marco Antonio): estando el otro discurso reciente, ahora se utiliza un lenguaje adulador que parezca que está dándole la razón al anterior mientras que va soltando pequeñas pullas que vayan preparando a la audiencia. Cuando ésta está lista para ser manipulada, entonces se emplean los golpes de efecto, las falsas promesas, el espectáculo, para no sólo no darle libertad para que elija por dónde quiere tirar, sino para arrastrarla por dónde el político exactamente quiera. Y lo que quiere es el poder, la guerra, y la aniquilación de los rivales. Un grandioso manipulador (y un antológico Brando).

El resultado de cuál de los dos políticos consigue su propósito es más que evidente.

Desde el principio de los tiempos, la honradez y la sinceridad nunca han vendido, justo al contrario que el morbo y los fuegos de artificio. Así pues, utilizando un falso envoltorio teatral, Mankiewicz, Shakespare o lo dos, nos disparan a bocajarro un mensaje estremecedor por lúcido y veraz que establece quién fue el que verdaderamente se preocupó por su nación, y no por la envidia o por el poder, quedando para la historia como un modelo a seguir que nadie seguirá, y quién se preocupó exclusivamente por conseguir el poder a toda costa quedando como curiosamente la clase de político que al parecer todos los del oficio pretenden ser. ¿De qué nos extrañamos?, el poder siempre ha sido más jugoso que lo insulsamente correcto.
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67 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
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