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The Pornographers (1966)

The Pornographers
128 min.
6,6
303
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Sinopsis
Historia acerca de Ogawa, un hombre que mantiene una relación con una mujer viuda, todavía joven, que tiene un hijo y una hija adolescentes. Aunque la mujer cree que él se dedica a la venta de instrumentos quirúrgicos, en realidad sus ingresos provienen de la elaboración y venta de material pornográfico, y de negociar encuentros con falsas vírgenes para viejos clientes. Mientras el hijo padece complejo de Edipo y quiere poner a su madre en contra de Ogawa, éste se siente cada vez más atraído hacia su jovencísima hijastra. A su vez, la viuda está convencida de que su difunto marido se ha reencarnado en la forma de una carpa que habita en la pecera de su casa, y que chapotea en el agua cada vez que presencia un hecho que desaprueba. Polémico film de Imamura que causó controversia en su día por el osado y cómico tratamiento de ciertos tabús como el voyeurismo y el incesto. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Comedia Sexualidad y pornografía
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Jinruigaku nyumon: Erogotoshitachi yori (The Pornographers)
Duración
128 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Links
5
Poco humor, y muy poca pornografía
Esta película me ha gustado un poco más que la previa "Akai Satsui" (1964), dirigida también por Imamura, pero yo debo tener un problema con el cine de Imamura, porque estoy escribiendo de películas que se consideran, por algunos, como importantes, y yo no soy capaz de ver esa importancia. "Jinruigaku Nyumon" es sobre todo el retrato de una familia de vida extraña, sórdida y enloquecida, pero no llega a ser una buena descripción de los inicios del negocio de la pornografía en el Japón de los años 60, ya que no se llega a ver nada pornográfico, y lo más sexual es la escena de sexo incestuoso entre el padrastro y la hijastra.

Esta película destaca poderosamente, eso sí, por la obsesión que sus personajes muestran constantemente por el dinero, por lo que cuesta una cosa o la otra. Hay que reconocer que Shoichi Ozawa y Sumiko Sakamoto son buenos actores.
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4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Como el ser humano: carne, deseo sexual y codicia
Allá van un grupo de indeseables, caminando por las praderas preparándose para romper las reglas de una estricta sociedad que, de todas formas, ya está experimentando muchos cambios.
Y lo van a hacer a través del objetivo de una cámara...

En esta época el sr. Shohei Imamura ya ha tenido suficiente con los ejecutivos de Nikkatsu; su controvertida y sin embargo aplaudida adaptación de la novela de Shinji Fujiwara "Akai Satsui" no le ha dejado un buen regusto a sus jefes, que han invertido mucho para una obra extraña que según ellos no tendrá público. Estos roces empezaron desde los mismos inicios del nativo de Tokyo en la empresa, y el que los dejara para financiarse sus propios proyectos era cuestión de tiempo; lo hace casi al mismo tiempo que su colega de profesión Yoshishige Yoshida, quien ya ha abandonado Shochiku.
Su primer trabajo (casi) independiente también es otra adaptación, en este caso la primera novela del polifacético Akiyuki Nosaka, un tipo dedicado tanto a la canción como a la política, la poesía o la literatura, y que ya gracias a esta rareza que fue "Erogotoshitachi" su fama se disparó de la noche a la mañana (lo terminaría de rematar "Hotaru no Haka"). Críticos e intelectuales se fascinaron con su estilo rebelde, socarrón, crudo y fieramente crítico hacia la sociedad, enfocado sobre todo en las pulsiones y deseos sexuales, pero analizado con una extravagante sutileza propia de la literatura de la era Meiji.

Lógico es que alguien como Imamura se interesase en trasladar la historia y su estilo a su propio mundo, ayudado por Koji Numata; de hecho, y muy en la línea del cine moderno de los '60, éste es el escaparate por el cual observar una realidad que se proyecta ante nuestros ojos, y puede ser fruto de una ficción inventada o no (dudas que extenderá en el falso documental "A Man Vanishes"). Ahora nos metemos en la vida de Ogata, un tipo curioso que se acabó enamorando de la mujer (Haru) que le alquilaba su apartamento e inició una relación tras morir el marido; y esto incluía cargar con dos hijos problemáticos como Keiko y Koichi.
Durante la primera mitad del metraje se alternan los problemas familiares que él enfrenta y la forma en que se gana la vida: realizando baratas películas pornográficas; el director sigue de cerca el estilo y el léxico de Nosaka y aprovecha esa era de libertades de su moderna sociedad nipona para arramblar con las tradiciones y presentar a los seres que pululan por ella como desaprensivos codiciosos, cuyo motor vital son el dinero, la violencia y el sexo, claves para un país que está en su máximo apogeo económico e industrial. De hecho el protagonista se esfuerza en hallar cierta dignidad y pureza en la profesión que desempeña.

Sin embargo también sirve de pretexto para que salgan a la luz las más terribles desviaciones sexuales de ciertos individuos (voyeurismo, sadismo, incluso incesto). Imamura, y es algo que dice en boca de los personajes, reduce a los hombres a bestias desalmadas y embaucadas por el sexo, pero tampoco es benevolente con las mujeres; no juzga, se limita a observar a qué grados de bajeza y corrupción son capaces de llegar sus personajes, mientras el residuo de la tradición y la superstición hace mella en ellos. Aun así es más fácil simpatizar con Ogata que con otros anti-héroes de su filmografía, pues, si bien sucumbe a repulsivos deseos, sus actos hacia sus seres queridos siempre implican compasión, amor y bondad.
Su caída en el abismo escinde la trama y la película, y la lleva hacia una segunda mitad más caótica a nivel narrativo y experimental a nivel visual y técnico. El cineasta empieza esta ruptura al centrarse de repente en la rebelde Keiko, que con su actitud detestable y radical lleva al núcleo familiar, sin saberlo, a la quiebra total, ayudándole Ogata en el proceso; por tanto deja en un segundo plano el negocio de la pornografía y el metacine para escarbar en temas más profundos y espinosos usando uno de los elementos típicos de su obra: la familia tocada por la desgracia y la anormalidad.

El blanco y negro del maestro Shinsaku Himeda sugiere suciedad, oscuridad y sordidez, y el director plasma todo eso de un modo tan crudo que los olores que desprenden la atmósfera y las imágenes trascienden la pantalla; poco a poco nos forzará, cada vez con más ahínco, a ser testigos de la degradación física y emocional a la cual queda abocada esa familia cuyo pilar se viene abajo, esa pobre madre, único reducto de amor y esperanza, único personaje de corazón puro, que no tiene más remedio que abandonarse a la locura. Se nos arrastra a ella, rompiendo la realidad, atravesando registros oníricos y extraños, precipitándolo todo hacia un caos irrecuperable, tal vez como él observa su sociedad.
Pero esta segunda parte, más intensa, profunda y visceral, y rematada con un epílogo de puro esperpento, es menos interesante que la primera, y su tema (el cine pornográfico en los '60) no está explotado con toda la libertad y furor con que se podría haber llevado a cabo (a lo mejor sí de realizarse el film en la década posterior...); Imamura prefiere ser más provocativo y sucio en la vida íntima y familiar. Uno de sus mayores logros son las interpretaciones que consigue extraer de Ganjiro Nakamura, Taiji Tonoyama, un buen Shoichi Ozawa que lleva todo el peso de la historia sobre sus hombros y la simplemente magistral Sumiko Sakamoto.

De ley es destacar su actuación en una de las más memorables y devastadoras secuencias, con ella aullando enloquecida en el ventanal del hospital bajo la atónita mirada de los transeúntes (quienes no sabían que todo se trataba de una película...).
La cámara enfoca al protagonista en su deriva existencial, el objetivo se reduce, todo es parte de la ficción de una realidad confusa. Sin ser perfecto, uno de los títulos más interesantes de la etapa temprana del tokyota, que se ganaría el fuerte aplauso de críticos y público extranjeros.
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