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Nana (1926)

Nana
150 min.
6,5
286
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Sinopsis
Naná aspira a triunfar en el teatro. Después de un fracaso estrepitoso al interpretar el papel de dama distinguida, decide a aceptar las reiteradas proposiciones del Conde Muffat. Al mismo tiempo que se convierte en su amante se transforma también en una mujer cruel, indiferente y escandalosa. En "Nana" es indiscutible la influencia de "Esposas frívolas", de Erich von Stroheim (1921), donde la codicia se presenta como la pasión más destructiva del ser humano. Renoir le añade la abismal diferencia social entre criados y señores. El fracaso de la película dejo a Renoir completamente arruinado. (FILMAFFINITY)
Género
Drama Romance Drama romántico Cine mudo
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Francia Francia
Título original:
Nana
Duración
150 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
Grupos
Adaptaciones de Émile Zola
5
El Fracaso de Renoir.
Naná resulto un paso en falso en la carrera del artista francés, Jean Renoir. Cosechó un fracaso de público tan grande que el artista debió de relegar su sueño de dirigir cine hasta años más tarde.

Rodada en 1926, es pues obviamente una película muda y en blanco y negro. Adapta además la novela de Émile Zola, uno de los más célebres escritores franceses. Pero pese al fracaso que resultó ser, Naná no era una producción menor, ni mucho menos. De hecho contaba con la friolera de un millón de francos, sin contar aún con la producción alemana,y es que para la película el director pudo contar con la maravillosa colaboración de Werner Krauss. Renoir estaba más que entusiasmado con él.


La trama de la novela es sencilla y quizá peque de ser demasiado literaria. Naná es una joven que aspira triunfar en el mundo del teatro (hemos de tener en cuenta esto, pues la película tendrá una carga teatral importante) pero que debido a un fracaso en taquilla (¿casualidad del argumento con la vida misma?, se verá obligada a dejarse seducir por el conde Muffat, interpretado por Werner Krauss. Como podemos observar, el argumento es una de aquellas historias melodramáticas que parecen gustar tanto al público.

Y sin embargo no fue así. El propio Jean Renoir analizó su fracaso años después, comentando que la gente no estaba dispuesta a encontrarse con un personaje como Naná, que bordeaba lo irreal. Desde luego en este sentido, tenía totalmente la razón. La interpretación de Catherine Hessling, la actriz principal que realizaba el papel de Naná, resultó ser totalmente desmesurada, entrando de lleno en lo que consideramos hoy en día como una interpretación histriónica. Catherine Hessling de hecho, era la mujer de Renoir en aquellos años, con la que mantuvo una intensa relación.

Pero Naná resultó ser un fiasco. El autor comenta con desagrado como tuvo que pagar facturas de la película recurriendo a la venta de cuadros de su padre, uno de los más célebres pintores impresionistas. Cada cuadro vendido resultaba una traición a la memoria de su padre y seguro que aquellos malos ratos le ayudaron a madurar, cuando años más tarde volvería al cine, esta vez ya como triunfador.

Se merecía el descalabro Renoir? Algunos autores como el historiador Nöel Burch (su información es vital, porque es de los pocos autores que se explaya largo y tendido de la película) en su Praxis del cine habla de la gran importancia de la película en ciertos aspectos, uno de ellos y el más importante para él, fue la técnica de la película en el fuera y dentro de campo. Naná marca un dinamismo esencial mediante el recurso de personajes que entran y salen de él, convirtiéndose en momentos en un film casi abstracto si el espectador se pierde ante semejante propuesta. Jean Renoir elabora una película en la que el espacio que hay fuera del campo que registra la cámara resulta tan importante o más como el que registra la cámara. Siempre siguiendo la estela teatral de la película y hablando siempre de un fuera de campo en horizontal, de izquierda a derecha o al revés.

El historiador concibe una gran importancia a la película, calificándola como una de las más importantes en la historia del cine, por haber conseguido evolucionar el concepto de espacio en off. Mediante diversos recursos el director, Jean Renoir, consigue que lo que sucede fuera del escenario, coja una intensidad de tal importancia como lo que la cámara registra. Lo que sucedió es que la película Varietee, del director Dupont, tuvo la fortuna de pasar a la historia por el mismo hecho que Naná, con lo que han sido muchos los que posteriormente sólo han atribuido este mérito a la película de Dupont.

Más allá de Nöel Burch, la cuestión de la película ha estado olvidada y ha quedado totalmente en el olvido. De hecho verla en pleno 2013 resulta casi una odisea, sólo por el hecho de encontrarla. Para el espectador acostumbrado a Blockbusters veraniegos, Naná no resulta una buena recomendación. Su peso teatral domina enteramente la película. Apenas hay un par de travellings y de picados, y la mayoría de escenas están tomadas desde el plano medio (para acompañar el concepto que comentábamos antes, sobre el fuera y dentro de campo, porque un plano que engloba de manera media la acción permite crear un espacio mental con mayor facilidad). Esto puede llegar a resultar cargante si tenemos en cuenta que el metraje de la película sobrepasa las dos horas.

Argumentalmente tampoco ofrece nada que nadie hubiera visto (y sobre todo, leído) en aquellos años. Naná ofrece un espectáculo donde el director se recrea en lo degradante de las situaciones y de los personajes, pero el atractivo d ela película se diluye al mismo tiempo que la catadura moral de la protagonista. Se intuye entonces un preconcepto de la mujer fatal en el cine, pero que a duras penas puede sustentar por sí sola, la película.

El sentido teatral de la película lo embarga todo. Desde lo ya comentados planos medios hasta el argumento, la sobreactuación de los personajes (especialmente hablo de Hessling) e incluso los reiterativos textos con los que Renoir acompaña su película), por no hablar del lujoso vestuario y maquillaje que presenta la película.

http://neokunst.wordpress.com/2013/07/16/mundo-mudo-nana/
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5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
6
Una mujer para amar… otra para despreciar
Hijo del renombrado pintor impresionista, Auguste Renoir, la estética fue algo que predominó siempre en la formación de Jean Renoir quien, desde niño, tuvo el privilegio de codearse con los mayores intelectuales y artistas de la época que, con asidua frecuencia, visitaban su casa o conocía en las suyas. Piloto durante la I Guerra Mundial, donde alcanzó el grado de teniente, a su regreso a casa, luego de haber sido herido durante un combate, Renoir conoció a la modelo de su padre, Andrée Heuchling, y poco después de que su progenitor falleciera, se casó con ella, convirtiéndola pronto en la actriz Catherine Hessling, nombre con el que aparecería en las películas que juntos hicieron.

Convertido en director de cine tras haber sido un creativo ceramista, y haber estudiado filosofía y matemáticas, de Renoir nadie esperaba algo distinto a lo que realmente fue desde sus comienzos: Un artista de primera línea como su padre. Él sabía muy bien esto y por eso lo arriesgó todo cuando decidió llevar al cine una de las novelas más exitosas que se habían publicado en Francia y en toda Europa en el siglo XIX: “Naná” (Émile Zola, 1880).

Un millón de francos invirtió, Renoir, en la realización de esta película donde la escenografía de Claude Autant-Lara (posteriormente otro notable director), es de una altura y una belleza característica de una superproducción; donde la iluminación y la fotografía son arte puro en casi todas sus composiciones… y ¡ni qué decir de la rigurosa edición o de los elegantes intertítulos que utilizó! En sus aspectos formales, creo que, a la <<NANÁ>> de Jean Renoir, muy pocos le denegarían un sobresaliente.

De hecho, la "crítica especializada" se desbordó en elogios… pero, extrañamente, al público no le gustó <<NANÁ>> y la película fue un fracaso de taquilla que dejó al celebrado director, Jean Renoir, a punto de la quiebra, tras haber vendido, incluso, varios cuadros de su padre para poder terminar la película.

Y ¿quién tenía razón esta vez, la crítica o el público? En lo personal, creo rotundamente que la razón la tenía el público, y ésto por dos motivos trascendentales: El primero, que a nadie que hubiera leído la novela - ¡y vaya si entre el público había gente que la había leído! – le gustó el cambio sustancial que Renoir dio al personaje de Émile Zola, al convertir a Naná en un ser abominable, perverso y degradado, cuando para el escritor francés ella era un ‘ángel’ de embelesadora belleza, complaciente, llena de grandes anhelos y un ser que hacía el mal sin nunca pretenderlo.

Creo, tras haber leído una decena de sus más importantes libros, que, Zola nunca quiso a otro personaje como llegó a querer a Naná, y de haber conseguido ver la película de Renoir, es bien seguro que, sobre todo él, la hubiera repudiado, más, cuando hubiese visto a la improcedente 'actriz' -la señora Hessling-, que eligió Renoir para representar a Naná: El colmo de sobreactuada, cero dulzura, en nada carismática… y sin atractivo alguno. Tan sólo en el hecho de que también era un tramposo, puede explicarse uno que, un personaje como el conde Vandeuvres (muy bien representado por Jean Angelo), con su porte y su cultura, pudiese interesarse en alguien tan radicalmente vulgar como la Naná de Catherine Hessling, que no sobrepasa a una mala prostituta caricaturizada. En cambio, en la novela, enamorarse de la hija de Gervaise que describe Zola, era inevitable.

Con esto, toda la estética se desvanece y el filme se derrumba como un gigantesco castillo de naipes, probando una vez más que, el diseño de producción no basta para alcanzar el éxito, pues, también la sensibilidad es indispensable.
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3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
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