Sitting Bull, casta de guerreros (1954)

Habitualmente se presenta a Sitting Bull, Toro Sentado, como el Gran jefe de los sioux que pertenece a una gran "Casta de guerreros", cuando, como vemos en esta cinta, es mucho más que eso. Es el Jefe espiritual de las siete tribus de la nación sioux. La persona cuya opinión todos respetan por ser el verdadero conocedor del pasado de su nación y, por tanto, el hombre prudente que está mejor preparado para disponer lo que debe hacerse en cada momento. Siempre pensando en el incierto futuro que barrunta frente a los colonos que invaden en oleadas sus territorios ancestrales contaminando a propósito sus aguas.
Es consciente que la historia la escriben los vencedores, que "Cuando el hombre blanco gana una batalla dice que es una victoria, pero cuando el que vence es el indio se trata de una matanza".
Aquí un primer acierto de la cinta. Otro es el excelente tratamiento que merecen los indios que allí aparecen. Lo mismo los bravos guerreros como Halcón Rojo o Caballo Loco (Cody) decididos partidarios de la guerra, que los viejos consejeros que recomiendan con sabiduría esperar su oportunidad, "Nos aseguraremos que la cuerda de nuestro arco es fuerte antes de disparar la primera flecha".
Junto a este Sitting Bull (Naush) espiritual y prudente, encontramos al comandante Robert "Bob" Parrish (Robertson), un extraño jefe militar con una meteórica carrera de degradaciones que lo llevarán frente al pelotón de fusilamiento. Por cierto, dramática la escena cuando le arrancan los emblemas del uniforme. Y todo por su sensibilidad ante el pésimo trato que sufren los indios de la reserva. Empatía lo llamaríamos ahora. Más que un soldado parece Robert el miembro de una oenegé seria. Notable asimismo la imagen cuando hace comer al encargado de la reserva la misma bazofia que sirve a sus indios.
Y de esto va el tema de la cinta. El enfrentamiento en la frontera sioux entre gavilanes y palomas. Donde los gavilanes están representados por el inevitable coronel Custer (Kennedy) decidido partidario de la mano dura con las palomas, digo con los indios.
Aunque la idea está ya muy trillada, su planteamiento tiene cierta originalidad al mostrar la prudencia y la dignidad de los sioux. Otra cosa es el guion, un auténtico agujero negro. Una cosa es la libertad creativa y otra la manipulación de la historia con inverosímiles encuentros entre Ulises Grant como presidente de los EEUU con Sitting Bull en un perdido fuerte del Oeste. Increíble también la desaparición del día a la noche de toda la nación sioux desde las inmediaciones de Little Big Horm a un lugar seguro, y eso ante las mismas narices de la Caballería que los persegue. Por poner solo dos ejemplos.
Realización bastante correcta que maneja con soltura cientos de extras en ambos ejércitos, que se mueven con habilidad por los bellos paisajes que sirven de fondo a la batalla. Excelentes imágenes de los combates. Música con fuerte trompeteo como conviene al carácter épico de la obra.
Bien desarrollados los personajes de Sitting Bull y de Robert, caricaturizado en demasía Custer. Peor parada queda Kathy Howell (Murphy), la hija del general que está al mando del fuerte. Enamorada de Bob, rechaza su amor decepcionada por sus fracasos militares. En realidad busca a un hombre "que aspire a ser el primero, que le permita presumir de su posición e ir siempre con la cabeza muy alta".
Interpretaciones que no pasan de regulares.
En resumen, estamos ante la clásica "cinta de indios" de toda la vida, pero tratados con una dignidad no muy frecuente en el cine de aquellos años. Tiene también fallos notables, pero no quitan para recomendar su visión aunque solo sea por el aroma que desprende al viejo cine de indios.

La película es básicamente una sucesión de idas y venidas, de una partida de soldados y de indios, durante una travesía de más de 2 meses por la pradera.
Entre que van y que vienen, tenemos ataques y peleas variadas entre buenos y malos, y personajes con poco cerebro que son sacados de un torpe y muy mediocre guión, al parecer escrito por un niño y fruto de una época en que todo era licito y el espectador se tragaba las secuencias más ilógicas y peregrinas con la boca abierta de admiración, más el paso del tiempo ha convertido este western en un fósil.
El film se va desarrollando de manera cansina, simple, torpe y carente de interés, con grandes lagunas narrativas y fallos garrafales. También tiene elementos positivos, el encanto de visualizar una película de los años 50, y una gran y sobre todo real partida de jinetes a caballo.
Conclusión: Western muy menor, un 4 y soy muy generoso.