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Our Blood Will Not Forgive (1964)

Trailer (JAPONÉS)
Sinopsis
Alrededor de los años '40, el poderoso jefe del clan yakuza Asari es asesinado de repente por un misterioso individuo, llevando a su familia (su esposa Hatsu y dos hijos Ryôta y Shinji) a la pobreza en los tiempos de la posguerra. Dos décadas después el mismo verdugo aparece para disculparse ante todos ellos por su acción cometida en el pasado; sin embargo Shinji decide asociarse con él y revivir el clan.
Género
Acción Drama Crimen Venganza Yakuza & Triada Años 40
Dirección
Reparto
Año / País:
/ Japón Japón
Título original:
Oretachi no chi ga yurusanai
Duración
97 min.
Guion
Música
Fotografía
Compañías
5
"¡Hermano, ambos tenemos la misma sangre!"
A veces el famoso dicho "De tal palo tal astilla" se acaba cumpliendo aunque uno no quiera; es decir, que uno no puede deshacerse de lo que lleva impregnado en su sangre.
En una de las mejores secuencias del film, dos hermanos en el interior de un coche bajo una lluvia incesante discuten sobre su destino: nacer yakuzas y morir siguiendo dicho camino...

De todos modos no se halla entre la lista de las obras más conocidas del sr. Seijun Suzuki. Se puede decir que en 1.964 el natural de Tokyo está rozando la perfección formal, y le queda poquísimo para demostrar a todo el mundo que tiene madera de maestro; ya ha realizado "Gate of Flesh", mitad fábula erótico-festiva típica de Nikkatsu, mitad drama descarnado y cínico hasta el tuétano sobre la posguerra y la ocupación norteamericana...pero, gozando de un presupuesto mayor, la dirige como quiere, haciendo gala de su audacia narrativa y fascinante inventiva visual.
Hoy día pasa por ser de sus trabajos más poderosos, pero no entonces; tal vez como castigo impuesto por el propio Kyusaku Hori su siguiente encargo sería otra fábula de yakuzas al uso, escrita por ese Takeo Matsura que ya le dio los guiones de "Sandanju no Otoko" y "Muteppo Daisho". Esta "Oretachi no Chi ga Yurusanai" empieza realmente bien, en un escenario deprimente alrededor de los años '40, con la muerte del jefe de la familia Asari en presencia de su esposa Hatsu...y de aquí nos vamos dos décadas adelante, a un Japón muy colorido poblado por jóvenes exaltados, de la mano de la dicharachera Mie para conocer a un compañero suyo de trabajo, Shinji (hijo menor de aquel yakuza asesinado).

Es como si hubiésemos saltado a otra película. Sin orden ni concierto Suzuki despliega una serie de secuencias de humor del más absurdo, a su estilo, dinámico y visualmente atractivo, incluso se toma demasiado tiempo para ello; este Shinji es, por cierto, el patoso de la oficina, un ligón descerebrado. El contrapunto serio a su estupidez lo marca su propio hermano Ryota, pero lo que de verdad hace irrumpir el drama es el inesperado regreso del verdugo de su padre tiempo atrás (Tobita); el director entonces hace malabares, hasta el punto de confundirnos sin remedio, para equilibrar las dos cosas: comedia y drama.
Y ambos géneros se disocian en las subtramas que componen la misma película: el primero corre por cuenta de Shinji, el segundo de Ryota, y Suzuki los irá uniendo o separando como le venga en gana. En realidad todo lo que hemos estado viendo es humo, pues la verdadera historia surge del enfrentamiento de éste último personaje contra su jefe Namiwada, un empresario de turbios negocios y violentos procederes; y es que, si Hatsu luchó para mantener a sus hijos lejos del mundo de la mafia y Ryota aparentó ser el más inteligente y formal, la ironía se muestra en todo su esplendor cuando se descubre que él también es un yakuza, como lo era su padre.

El tema esencial de "Oretachi no Chi ga Yurusanai", el que provoca el conflicto entre los hermanos (en esa escena descrita al principio y que es la mejor muestra de las habilidades visuales del cineasta), será su imposibilidad para deshacerse del destino al que se vieron condenados desde su nacimiento, sólo por ser hijos de un yakuza, algo absolutamente mal visto en su sociedad. Sin tener en cuenta los desvelos tan idiotas que se suceden por culpa de Shinji, el guión viene a centrarse pasada su segunda mitad en la lucha de Ryota y su ajuste de cuentas contra Namiwada.
Aquí es cundo todo parece mejorar, cuando la tragedia se instala entre los personajes y se prepara uno de esos clímax clásicos de Nikkatsu cargados de violencia, y que tan bien se le da filmar a Suzuki; y así es, en pleno campo, en penumbra, aprovechando éste la destreza de su operador Shigeyoshi Mine, capaz de captar con el mayor de los detalles el movimiento y la acción incluso a través de los escenarios más oscuros, se desata una batalla cruenta, de puro "western", entre Ryota, los secuaces de su jefe y el recién llegado Shinji, chocando mejor que nunca la manera de concebir el oficio de yakuza que tienen ambos hermanos.

Podría decirse que Ryota es el protagonista de una "jitsuroku-eiga", encarnando al yakuza moderno, que conoce perfectamente el submundo corrupto y despreciable en el cual operan estos asesinos despiadados; Shinji cree que puede serlo en una "ninkyo-eiga", manteniendo una visión del gángster más romántica y honorable, aunque durante todo este clímax su sueño se derrumba e incluso repudia la máxima del yakuza ("¡Estáis obsesionados con morir!, ¡¿qué sentido tiene eso?!", escupe a Tobita).
Suzuki, de todas formas, sigue manteniendo el espíritu de las "ninkyo" al figurar a Ryota como un hombre que siguió dicho camino no por su expreso deseo, sino porque no ha tenido más remedio, porque el destino así lo quiso; queda entonces como un héroe romantizado y capaz de alcanzar la redención en la muerte. Como pronto se verá en el género, gracias a Sato, Fukasaku o Hasebe, los mafiosos de honor serán sustituidos por alimañas traidoras y sanguinarias, pero aún no ha llegado ese momento; la presencia de Akira Kobayashi eclipsa a un Hideki Takahashi más imbécil de lo normal, y en especial se destapa con una actuación brillante durante ese intenso último tramo.

Después de Chikako Hosokawa, veterana que incluso en sus papeles de secundaria consigue maravillar gracias a su naturalidad y carisma, uno no puede obviar a un Eitaro Ozawa que no duda encarnar de nuevo al villano, con ese aire tan desagradable que le caracteriza. Ojalá toda la película estuviera a la altura de su última media hora, pero no es así.
Matsura construye un guión de múltiples subtramas y personajes que no van a ningún sitio, y Suzuki lo plasma de manera caótica en pantalla; a decir verdad, por cosas como esta, no extraña que Hori cogiera esos cabreos tan grandes con él. Pero por fin le llega su oportunidad de redimirse; va a llevar al cine la novela de Taijiro Tamura, "Shunpu Den"...
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